Paranormal Activity

Un diablo bajo la almohada

En cualquier disciplina artística, suele aparecer, cada cierto tiempo, una obra que, sin poseer ningún elemento verdaderamente sugestivo del campo al que pertenece, acaba convirtiéndose en todo un fenómeno de masas. El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Daniel Myrick, Eduardo Sanchez, 1999), continua, siendo a nivel cinematográfico, el trabajo que ilustra a la perfección este tipo de propuestas. Diez años después de su realización y pese al relativo olvido que sufre, por no hablar de las más que irregulares trayectorias posteriores de sus responsables, continua siendo un título parcialmente importante, al haber puesto de moda, en el cine de género, el recurso del falso documental, apoyándose en la utilización de técnicas supuestamente amateur. Sin embargo, pese a tratarse de una idea francamente sugestiva, que no nueva[1], del aluvión de realizaciones que han surgido y han pretendido continuar por el camino abierto por Myrick y Sanchez, apenas podemos encontrar ninguna verdaderamente conseguida. Si nos detenemos un instante a analizar estas películas, incluyendo la española [Rec] (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007),  nos damos cuenta rápidamente de que no dejan de ser divertidas e intrascendentes atracciones de feria al estilo del Tren de la bruja, que muy poco lamentablemente tienen que ver con una narración cinematográfica medianamente solvente. Tan sólo el viejo zorro de George A. Romero con su magnífica, e incompresiblemente inédita en nuestras salas[2], El diario de los muertos (Diary of the dead, 2007), ha sabido ir más allá del mero artificio para ofrecer toda una reflexión sobre los nuevos canales de comunicación.

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Rodada, durante 2007, en apenas diez días, con un equipo técnico y artístico mínimo, en tan sólo una localización, que al parecer es la propia casa del director, Paranormal activity, se ha convertido en tan sólo unos meses en todo un fenómeno mediático que ha arrasado en la taquilla estadounidense. ¿La clave del éxito? Una campaña publicitaria brillante que ha conseguido vender una mediocre cinta de fantasmas de bajo presupuesto como una de las experiencias más terroríficas de todos los tiempos, incluyendo la presencia de irrisorias ambulancias en la salida de los cines que parecen trasladarnos a los años setenta, a los días en que El exorcista (The exorcist, William Friedkin, 1973) llenaba las salas de todo el mundo. Sin embargo, si decidimos obviar el marketing para hablar de esta película poco más podemos decir. El film de Oren Pely no deja de ser una nueva vuelta de tuerca al manido tema de la casa encantada o la posesión diabólica. La única novedad que parece aportar a la vasta filmografía fantasmagórica es estar filmada como si de un falso documental se tratara. Así, supuestamente, la intención del cineasta es tratar de hacer creer al espectador que las imágenes que está visionando fueron registradas por los propios protagonistas que sufrieron la maldición[3]. Es en la búsqueda del máximo realismo en la que Pely se apoya para atrapar a la audiencia y conseguir su complicidad desde el comienzo, y  en cierta medida lo consigue. Pese a todas las insuficiencias narrativas y la escasez de verosimilitud de muchas de las situaciones, en ciertos momentos la cinta consigue la que incuestionablemente es su principal meta, dar miedo. Hasta cierto punto, ésta es una película que trata de manipular los sentidos de la audiencia, intentando sugestionarla para llevarla hasta un estado de pánico absoluto, mediante un irregular y excesivamente dilatado crescendo que culminará a unos inevitables fuegos artificiales. Si bien esta pretensión que sobre el papel podría resultar prometedora, y que acaba pecando de excesivamente ingenua, al chocar indefectiblemente con todas las deficiencias narrativas y la incapacidad organizativa del cineasta.

La estética doméstica, la relativa solvencia de los intérpretes y cierta austeridad en los sustos, posiblemente consecuencia del presupuesto mínimo, dan a Paranormal activity por momentos la credibilidad y cercanía de un video casero que podríamos estar visionando en páginas como YouTube. Ahora bien, en toda la web pueden encontrarse pequeños clips que exigen que el espectador observe atentamente un determinado punto y que culminan con la aparición de una figura hilarante que nos provoca un susto. Paranormal activity no deja de ser la traslación de estos videos a una pantalla de cine. Es una experiencia  divertida pero absolutamente intrascendente y sin ningún valor  fílmico digno de ser reseñado.

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Pely durante todo el film se conforma con recurrir a sustos de manual sin molestarse demasiado en intentar ser original o al menos tratar de trascender mínimamente la anécdota que está narrando. Paranormal activity es una cinta irritantemente conservadora y por momentos aburrida. A lo largo de su excesivo metraje, el realizador no parece percatarse de que está desaprovechando a la que podría ser la verdadera protagonista de la película, la cámara. Y es que, lamentablemente, en ciertos momentos puede atisbarse un film mucho más sugestivo y arriesgado en que la cámara, como auténtico centro del relato, consigue vampirizar al demonio que trata de hacerse con el alma de Katie. El diablo atrapado, como la pareja que está sufriendo sus travesuras, organiza su representación única y exclusivamente para la cámara, desdeñando a los aburridos Micah y Katie, como en el momento en que incendia una tabla de ouija, como un chiquillo enfadado, cuando los dos personajes más sugestivos (él mismo y la cámara) están por primera vez frente a frente sin la pareja inmiscuyéndose torpemente. Así, en base a esta idea, podríamos pensar que el último y grotesco plano es en realidad la culminación de la vampirización del diablo por el extraño personaje mecánico y no un ridículo golpe de efecto[4], que inmediatamente nos hace pensar en los clips de internet, que mencionaba un poco más arriba, más que en un desenlace medianamente sólido para un film que se tome a si mismo como tal.

Convertido en un auténtico fenómeno y en todo un éxito, al menos en su país de origen, Paranormal activity es una película perfecta para ver tan sólo una vez, un segundo visionado revela implacablemente todos los artificios y huecos del relato, en un contexto adecuado, una sala de cine totalmente entregada o quizá, mucho más idóneo, el salón de nuestras casas a oscuras. En definitiva, estamos una vez más frente a  todo un ejemplo de película desaprovechada.


[1] Y buena fe de ello puede dar por ejemplo Peter Watkins con su magnífico El juego de la guerra (The war game, 1965),

[2] Afortunadamente, el penúltimo trabajo del cineasta ha sido editado recientemente en DVD por Manga films. Esta misma suerte parece que puede sufrir la última realización de Romero, la fallida Survival of the dead (2009), que continua lamentablemente sin fecha de estreno en nuestro país.

[3] Una vez más,  nos encontramos en terreno ya conocido, pues de similar planteamiento partía, sin ir más lejos, la mediocre Holocausto caníbal (Cannibal holocausto, Ruggero Deodato, 1980).

[4] El desenlace al parecer fue idea del mismísimo Steven Spielberg. Rodada en 2007, Paranormal activity fue vista en diferentes festivales. Cuando la Dreamworks se interesó por ella, se sugirieron diferentes cambios para hacerla más contundente, incluyendo el tramo final que en la versión original era mucho más largo y menos efectista.  Pese a todo la versión de 2009 acaba resultando de alguna forma, más conseguida que la original de dos años antes.