Trapped Ashes

Irritante coproducción de terror que parte del mismo planteamiento que la inmortal Al morir la noche (Dead of night, Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden, Robert Hamer, 1945), es decir, un variopinto grupo de personajes reunidos (en este caso, atrapados)  en una casa, empiezan a contar historias terroríficas. Ahora bien, dejando de lado el presunto homenaje, por no decir descarado plagio, pocas similitudes más podemos encontrar  entre ambas cintas, pues esta Trapped ashes, es un trabajo mediocre, mal construido y acabado y de maneras más bien televisivas. Inédita entre nosotros y distribuida principalmente en el mercado del DVD, esta realización de episodios parece encontrar su principal fuente de inspiración en la excesivamente irregular y sobrevalorada serie de miedo Masters of horror, y sin duda la única consideración que merece es por  reunir a un puñado directores que en décadas anteriores gozaron del beneplácito de crítica y/o público. Así, los respectivos sketches son firmados por el otrora prestigioso Ken Russel, quien para la ocasión se muestra tan burdo como de costumbre pero mucho más sosegado en la puesta en escena, Sean S. Cunningham, creador de la inefable saga de Vienes 13 (Friday the 13th, 1980-2009), Monte Hellman y Joe Dante, además de John Gaeta, uno de los responsables de los efectos visuales de las películas de los hermanos Wachowski, quien por primera vez se sienta en la silla de director, sin que haya tenido continuidad a posteriori.  Si exceptuamos la aportación de Hellman, muy desacertada sin embargo, y en menor medida los fragmentos de Dante que funcionan como supuesto hilo conductor, esta coproducción entre Estados Unidos y Japón deja en muy mal lugar la supuesta profesionalidad, o al menos el hipotético bagaje, de sus diferentes responsables, quienes en todo momento se mueven entre los lugares comunes más exasperantes, un trazo grueso narrativo injustificable y una desidia común que gravita a lo largo de todo el conjunto desde los primeros planos.

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Trapped ashes es una película antipática, muy aburrida, que ni siquiera encontrará en el aficionado más irredento complicidad alguna. No funciona como cinta de horror, el argumento y desarrollo de los diferentes capítulos parece obra de un grupo de majaderos (el episodio de las tetas vampíricas (!) cortesía de Mr. Russell, es absolutamente grotesco), ni como homenaje cinéfilo, a pesar de las constantes referencias que nos asaltan en prácticamente todas las secuencias. Ni siquiera Joe Dante, especialista en jugar con la nostalgia de las realizaciones de miedo típicas de autocine de los años cincuenta, consigue encontrar el equilibrio para arrancar de la vía muerta de la que parte, pese a tener a su favor elementos que ya ha utilizado en diferentes ocasiones con innegable soltura. Como apuntaba, el único episodio que merece cierta atención es el dirigido por Monte Hellman, Stanley´s girlfriend. Partiendo de la idea más sugestiva de todas, contar la historia de un  guionista, allá en los cincuenta, que se hace amigo de un joven cineasta, que parece llamado a convertirse en el nuevo Orson Welles y que por momentos es un sosias del mismísimo Stanley Kubrick. De esta manera, el autor de La naranja mecánica (A clockwork orange, 1971) se ve involucrado en un cuento de terror, llegando a fantasear con la idea de que en realidad se autoexilió en Europa tratando de huir de su prometida, que no era sino una bruja de tiempos inmemoriales. Lamentablemente, Hellman no encuentra el tono, entre cinéfilo, desprejuiciado y fantástico, que el relato requiere y no tarda en naufragar estrepitosamente. Resulta complicado, observando la mediocre construcción en imágenes, reconocer al responsable de títulos tan visualmente alucinados como Carretera asfaltada en dos direcciones (Two-lane Blacktop, 1971) o El tiroteo (The shooting, 1967), si bien, por lo menos, no incurre, como alguno de sus compañeros, especialmente Cunningham, en errores gramaticales vergonzosos y una alarmante dispersión de la persona narrativa. Si sumamos la nula solvencia de los intérpretes, empezando por un John Saxon tan inexpresivo como de costumbre, un montaje particularmente chapucero y un tratamiento dramático ridículo, la vuelta a las cámaras de un nombre mítico del cine independiente, después de ocho años de silencio, debería tildarse de estrepitosa calamidad.

Clásico producto de la televisión por cable estadounidense o de una polvorienta estantería de video club, Trapped ashes, merece sin lugar a dudas el desconocimiento que sufre. Lástima, la idea de recuperar a realizadores en horas bajas como Hellman, Dante o inclusive Russell, para que dirigieran un film de horror que intentara, partiendo de ciertas constantes contemporáneas del género, recuperar la esencia de los trabajos de gente como William Castle, Roger Corman o Herk Harvey, tenía un punto entre estrafalario y simpático indiscutiblemente sugestivo.