Fish Tank

Como animal enjaulado

Recientemente hablaba aquí sobre la última película de Lone Scherfig, Una educación (An education, 2009); pese a las obvias diferencias de ambientación —una sucede en el Londres de comienzos de los sesenta, la otra en Essex, al este de la misma ciudad, en la actualidad—  y también, a mi juicio, en cuanto a sus resultados, ambos filmes comparten numerosos puntos en su propuesta —y en ello no parece baladí, que ambos sean filmes dirigidos por mujeres—.

Sus protagonistas son chicas adolescentes, y cada una a su manera, inteligentes y sensibles, que buscan escapar del opresivo ambiente que les rodea; aunque en el caso de Mia, la protagonista de Fish Tank, el peso excesivo de lo social haya ido socavando progresivamente aquello que de poético podría habitar en su espíritu hasta esconderlo bajo innumerables capas de violencia, resentimiento y acritud —haciéndola digna heredera, por tanto, de aquellos angry young men que coparon el cine británico de comienzos de los sesenta— y que en Jenny, la protagonista de Una educación, todavía permanece en la superficie de su carácter. Como si las cineastas se hubiesen puesto de acuerdo para trazar las líneas de evolución del comportamiento de las adolescentes en el Reino Unido en las últimas cinco décadas.

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Ambas son el perfecto fruto de sociedades castradoras de la individualidad. Si Jenny se ahogaba por el férreo control sometido por la familia y la institución escolar dirigiendo su vida hacia un objetivo preciso e invariable, en el que poco tenía que ver la realización personal, Mia se sentirá igualmente coartada -como ella cree ver en la yegua atada, a la que trata de liberar en vano en varias ocasiones-, pero por el proceso contrario: el del absoluto desamparo y falta de referentes y estímulos a su alrededor. Así, si Jenny se refugiaba en la literatura y música francesas de la época del existencialismo, Mia lo hará, más prosaicamente, en consonancia con los tiempos que corren, en el baile. Es a través de la libertad que la joven experimenta ensayando movimientos de hip-hop como encuentra el aislamiento necesario para conectar consigo misma y canalizar sus frustraciones.

Quizás, la diferencia más significativa entre ambas propuestas sea que, Fish Tank, consigue huir de la tentación de presentarnos a su protagonista como un alma sensible (aún siéndolo) perdida en una sociedad injusta; Mía es, sí, fruto ejemplar de ésta, pero como tal, no es muy distinta a la mayoría de personajes que pueblan su entorno y presenta en sí misma muchos de los vicios y males de los que trata de escapar.

El cine británico siempre se ha caracterizado por la plasmación directa y crítica de su entorno social. Arnold bebe de éstas fuentes sin reparo. Es imposible acudir a sus imágenes sin rememorar a Ken Loach, con el que comparte cierta libertad en los modos de filmación. La presentación que la cineasta hace del entorno de la muchacha en el arranque de la película: intereses, amistades, familia, una notoria capacidad para meterse en líos…, caminan en esa dirección. Pero es en lo sensual donde Arnold encuentra el equilibrio necesario para sus imágenes; desviando progresivamente la atención hacia lo individual, utilizando lo social tan sólo como el marco que le permite configurar y extraer a la joven.

Las fronteras del realismo social se difuminan progresivamente a través de puntuales y certeros acercamientos a la subjetividad e intimidad emocional de su personaje que recuerdan más a un Pawel Pawlikowski que al propio Loach: las secuencias de baile —que hábilmente nos presentan a Mia como una bailarina aplicada, pero nunca sorprendentemente virtuosa—, las fugas a la naturaleza —entendida siempre como espacio de pureza, alejado de lo cotidiano—, o especialmente, a partir de su relación con Connor, el nuevo amante de su madre, cuando la joven, herida en un pie, se sube a espaldas de éste, la acción se ralentiza y alarga, pegándose al sentir de su personaje y separando la escena del contexto realista del filme, dándole la importancia que para ella tiene ese momento y que, en un interesante recurso de guión y puesta en escena, Mia conscientemente repetirá subiéndose a caballo de su joven amigo ante la mirada de Connor, pero que visualizaremos en esa ocasión en plano general y sin ralentí, vaciándolo de toda carga emocional pretérita.