Air-licia
Llama la atención que en una cinta como Air Doll, donde abundan las referencias a cintas americanas (Cuenta conmigo (Stand By Me, Rob Reiner, 1986), Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain, Stanley Donen y Gene Kelly, 1952), Donnie Brasco (íd., Mike Newell, 1997)) no se cite explícitamente a dos películas que guardan puntos de contacto con esta última obra de Kore-eda, Inteligencia Artificial (AI, Steven Spielberg, 2001) y Blade Runner (id., Ridley Scott). De hecho, Air Doll tiene más que ver con estas cintas que con una versión adulta del clásico cuento de Pinocho (Le aventure de Pinocchio, Carlo Collodi, 1883) y sus varias versiones cinematográficas. Y, puestos a buscar referencias en la literatura fantástica, veremos que no es ésta la más directa sino que Air Doll remite de modo continuado a una suerte de inversión de Alicia en el País de las Maravillas (Alice’s Adventures in Wonderland, Lewis Carroll, 1865), siendo aquí Alicia un ser que viene de otro mundo y experimenta una nueva vida, entre sorprendida y atemorizada, con la misma curiosidad que la niña de la historia clásica ante un mundo lleno de novedades y seres de reacciones inesperadas.
Esta muñeca hinchable se aleja también del tono de Tamaño natural (Grandeur nature, Luis Berlanga, 1974) aunque, como aquella, no evita el sarcasmo y la amargura que pesan sobre su conclusión. Kore-eda, en esta nueva incursión en el fantastique (como ya hiciera en After life (Wandafuru raifu, 1999), mezcla cotidianeidad y fabulación. Mientras allá creaba una institución funcionarial para la atención a los recién muertos, Air doll relaciona la cotidianeidad urbana, repleta de soledades y miserias en la que se mueve con mayor comodidad, con un hálito fantástico que da la vida a la muñeca protagonista. Kore-eda asume el paso de un estilo de comedia costumbrista al género fantástico en la escena en que la muñeca recibe el soplo vital. Con elegancia visual alterna los planos del cuerpo de la muñeca con planos de la encarnación humana y recurriendo a las sombras y al off visual con habilidad. A partir de este punto la muñeca evoluciona, en ausencia de su dueño, por las calles de Tokio descubriendo palabras, personas y sensaciones, saludando a los niños que aún saben reconocer a la muñeca que es y evitando que su sombra traslúcida revele su identidad real. En este nuevo mundo, la muñeca contemplará con sorpresa usos y costumbres, aprenderá palabras y llegará a implicarse laboral y emocionalmente. Kore- eda dará una nueva vuelta de tuerca a la situación dotando a la muñeca no sólo de vida sino de corazón y le hará aprender lo doloroso que resulta ser la vida.
El trabajo de la joven permite a Kore-eda avanzar en dos líneas. Por una parte la posibilidad de desarrollar argumentalmente una relación sentimental con su compañero de trabajo. Pero, a la par, indagar en la evolución de su amo y pareja inicial quien, pese a no apercibirse de su transfiguración, la siente poco sumisa y decide recurrir a una nueva amante, también hinchable. El débil macho japonés es retratado con trazos duros en la encarnación de personajes que transitan de las individualidades en sus aficiones sexuales a la infidelidad o, directamente, a la violación.
Kore- eda llevara a su personaje a un doble enfrentamiento en las dos escenas cumbres de la cinta. Por una parte, el encuentro con su creador, un humilde fabricante de muñecas, un artesano comprensivo que mira los ojos de las muñecas devueltas para averiguar si fueron felices y que resulta mucho menos siniestro que el creador del Nexus 6 de Blade Runner o el Dr. Hobby de AI. Un personaje que no controla la situación pero que la admite como posible e incluso plantea que no sea la única. Por otra parte, la relación de amor con el compañero de trabajo quien, conocedor de la peculiar característica de su pareja, la trata con el cariño que no le dio su amante previo. Desafortunadamente su pasión privada, rememorando a clásicos japoneses como El imperio de los sentidos (Ai no corrida, Nagisa Oshima, 1976) nos llevará del orgasmo a una consecuencia imprevista.
Al final, Kore-eda recupera el hálito de vida de labios de la muñeca y lo encadena con los diversos (e innecesarios) secundarios que han punteado la acción para dar paso, de nuevo con poesía, a un nuevo ciclo de vida. Si la vacía silicona se llenara una vez de corazón, este corazón se transmite en nueva esperanza de vida a los vacíos humanos de este país de las maravillas.