Don Quijote de Pittsburgh
En su biografía de Georges Simenon, Pierre Assouline recoge las lúcidas conclusiones del escritor belga en torno a los protagonistas de su propia literatura: «Hombres dispuestos a incontables sacrificios para desafiar la adversidad y escapar a su condición». No es casual que en una escena de Cruzando el límite (Pour elle. Fred Cavayé, 2008), el magnífico thriller en que se inspira Los próximos tres días, un alumno de Julien (Vincent Lindon) lea una redacción sobre el creador de Maigret mientras su afable profesor de literatura cavila cómo solventar la fuga de su esposa, Lisa (Diane Kruger), en la cárcel por un asesinato que no ha cometido
Cruzando el límite reivindica el ánimo taciturno que caracteriza la obra de Simenon y, por extensión, el grueso del noir francófono. Género al que termina de adscribirse en su ópera prima el guionista y director Fred Cavayé a través del personaje de Henri Pasquet, un ex-presidiario que desvela a Julien claves que le ayudarán a lograr su objetivo de liberar a Lisa: Pasquet es un trasunto del literato y cineasta José Giovanni y, además, está encarnado por Olivier Marchal; actor, pero también director de polars tan tortuosos como Gangsters (2002), Asuntos pendientes (36 Quai des Orfèvres. 2004) y MR 73 (2008).
Tales referentes amparan un tratamiento del suspense que no pivota sobre la posible culpabilidad de Lisa ni el difícil éxito de la misión emprendida por Julien. Cavayé nos deja claro que la mujer es inocente, y el desarrollo de la acción, el perfilado de unos y otros caracteres y el juego honesto con nuestras expectativas hace pensar, como así ocurre, que el desenlace de la intriga no va a sustentarse en incongruencias ni posicionamientos ideológicos o morales impuestos al rumbo del relato. Lo que sucede es lo que debía suceder, con una credibilidad que, siguiendo el ejemplo de Simenon, lo debe todo a «no precisar nunca […] favorecer los enfoques indirectos […] Cuanto más se precisa, más desorientado o decepcionado queda el lector».
Y, sin embargo, nada acaba como esperábamos Julien y los espectadores. Henri Pasquet ya había advertido al docente de que «evadirse es una cosa; pero lo más duro es ser libre». Volver a mirar a Lisa a los ojos le bastará a Julien para comprender lo que quiso decir Simenon cuando cifró el fracaso en «concebir con exaltación grandes ambiciones y, un día, darse cuenta de que no se ha llegado a ninguna parte».
Paul Haggis avala su remake de Cruzando el límite haciendo que en la clase del también maestro John Brennan (Russell Crowe), sumido obviamente en un plan para liberar a su Lisa (Elizabeth Banks), se discuta sobre Don Quijote de la Mancha. Es una diferencia esencial entre Los próximos tres días y su predecesora…
Haggis ya había reflexionado acerca de las virtudes y los defectos del quijotismo, cuánto hay en ello de huida de lo real y de ajuste de cuentas con nuestros ideales —frustraciones, diría alguno—, a través del John Ryan (Matt Dillon) de Crash (íd. 2004), el Frankie Dunn (Clint Eastwood) de Million Dollar Baby (íd. Clint Eastwood, 2004) o el Hank Deerfield (Tommy Lee Jones) de En el valle de Elah (In the valley of Elah. Paul Haggis, 2007). Todos ellos, hombres sometidos al yugo de una cotidianeidad que a partir de cierto punto de inflexión devenía acusación insoportable contra lo que no habían sabido ser, lo que les obligaba a enfundarse una armadura con la que desfacer entuertos de tintes esquizofrénicos.
Es el motivo de que Los próximos tres días amplie el metraje de Cruzando el límite en casi media hora: magnifica los episodios del viaje sin retorno que emprende John, profundiza en las disyuntivas que le salen al paso, se muestra equívoca en lo que atañe a Lisa (¿Es Dulcinea del Toboso? ¿Es Aldonza Lorenzo?), convierte los camiones en gigantes y hace del thriller «alegoría viviente de la razón y el sentido moral» —como definió Samuel Coleridge El Quijote—, lo que ha vuelto a procurarle a Haggis acusaciones de retórico y predicador.
Peculiaridades que no constituirían demérito ninguno si se formalizasen rigurosamente. Lástima que Haggis se deje llevar en Los próximos tres días por un espíritu acrítico en relación con las vicisitudes de John en las calles y los callejones de Pittsburgh que violenta la pretendida filiación conceptual de la película con el texto de Cervantes, al contrario de lo que pasaba en Cruzando el límite respecto de Simenon.
La grandeza del enloquecido Alonso Quijano no residía en que a la postre los molinos se descubriesen gigantes o las campesinas princesas, sino en cómo Cervantes fue capaz de transfigurar realidad e ilusión en una summa novelesca más viva que la vida, que ennoblecía lo existente sin menoscabar en definitiva su naturaleza. Haggis subestima al público en demasiados momentos de Los próximos tres días, brindándole satisfacciones emocionales y explicaciones que no había exigido y subrayando con delectación lo heroico de los actos de John en menoscabo de la verosimilitud del conjunto, en línea con los principios del cine comercial más (auto)complaciente.
El resultado es que mientras Cruzando el límite se cerraba en falso, con unos perturbadores puntos suspensivos, su remake lo hace con un punto final absolutamente inexpresivo.
¡Toma crítica redonda!
Sabes que odio a Paul Haggis precisamente por esa simplificación infantil que hace del drama, demasiado arraigada en mecanismos folletinescos que seguro aprendió en su etapa de guionista de televisión (no se puede olvidar que todo lo que sabe lo aprendió de Chuck Norris).
En fin: veré la película (me refiero a la francesa, claro).