1. Audition (Takashi Miike, 1999)
La gran obra que cierra el cine de terror del siglo XX y abre el del XXI es el vínculo perfecto entre dos modos de concebir el escalofrío. Estructurada en dos segmentos narrativos que parecen antagónicos, ejemplifica el relevo estilístico de los nuevos modelos de horror. Si los años noventa se caracterizaron por la asepsia visual y por las manifestaciones psicológicas del terror, la nueva década se abre con una inocente japonesa sometiendo a su partenaire masculino a toda clase de vejaciones carnales que bien resumen los mandamientos del futuro torture porn.
2. Splat Pack
Habría que regresar a la década de los setenta para encontrar una generación de jóvenes tan sobradamente preparados para convocar las formas del terror. En acertada definición de Alan Jones, un conjunto de blood brothers formado entre otros por Alexandre Aja, James Wan, Eli Roth, Darren Lynn Bousman, Greg McLean, Neil Marshall, David Slade o Marcus Nispel, han desatado su pasión por las variantes más extremas del género desde el corazón de la industria, haciendo añicos las clasificaciones de la MPAA, y amparados por productoras como Lionsgate. Tampoco conviene olvidar, pese a no formar parte propiamente dicho de este grupo, a talentos como Adam Mason, Ti West o los Butcher Brothers.
3. Torture Porn
En 2006, el crítico norteamericano David Edelstein ponía nombre a esa tendencia del horror contemporáneo, inaugurada por la saga Saw y puesta al día por Hostel (2005). El torture porn, variante posmoderna del splatter, con su fascinación por la carne desgarrada, por las escenas de sadismo, por la crueldad de la representación, e incluso por su rentabilidad comercial, se ha convertido en la mayor metáfora de una época donde se pretende ocultar el sufrimiento en todas sus variantes. Lejos de trivializar el dolor como se ha difundido desde algunas tribunas, el torture porn coloca al espectador en una posición incómoda: la obligación a observar la violencia desatada contra un cuerpo que bien puede ser el suyo.
4. Remakes
La crisis creativa de la industria no ha esquivado al cine de género. La década ha sido prolija en modernos duplicados tanto de clásicos del género, de obras marginales a redescubrir, y sobre todo, apropiaciones occidentales del imaginario oriental. El cine de horror asiático, bastión genérico durante la primera mitad de la década, ha suministrado a Hollywood su estilo sobrio, su crescendo dramático, y su agradecida sutilidad, expandiendo las fronteras del horror.
5. Cine de terror de los ’70
En 2001 el mundo cambió. Y el cine también. El legado ha sido una década convulsa que encontró en los años setenta un claro referente a la hora de abordar la problemática social del presente. Temáticamente, la moda del remake ha absorbido unas producciones que han regresado a los incómodos terrenos del american gothic y los modos del survival. Ya sea desde Australia (Wolf Creek, 2005) o desde el Reino Unido (Eden Lake, 2008). Con una estética inmediata, su violencia seca, el terror del siglo XXI ha evolucionado desde lo depurativo a lo neobarroco. No obstante, como The Pains of Being Pure at Heart con su nuevo álbum, Belong (2011), James Wan con su Insidious (2010) parece cerrar de un plumazo la influencia de los años setenta, para abrir la veda de los ochenta. J. J. Abrams no le va a la zaga.
6. Rob Zombie
La gran figura cinematográfica de la década. El líder de White Zombie ha sido el maestro de ceremonias que ha orquestado la revolución del género. Sus películas son la hoja de ruta para la evolución del cine de terror moderno. El grand-guignol de La casa de los 100 cadáveres (2003), que retoma la estética de las nasty movies de los setenta para elaborar una mise en abisme cuyos excesos la convierten en una experiencia casi psicótica. En Los renegados del diablo (2005) lleva al límite los aparatos identificativos del cine de horror. Con Halloween (2007) reescribe la ficción del Maestro en clave sociológica, y con Halloween II (2009) conducirá al cine de género a nuevos niveles de significado, donde Freud se da la mano con Atom Egoyan en pleno éxtasis del dolor.
7. Cine extremo francés
El cine francés post- Nouvellle Vague ha estado plagado de francotiradores, de realizadores que desean purgar su tradición y elaborar su propia individualidad. El cine de terror se ha convertido en otra válvula de escape para esta tendencia. Sus herramientas han sido la tremenda brutalidad de sus ideas y una potentísima concepción plástica que parece mirar de reojo a la pintura tenebrista. Porque esta generación ha parido títulos tan diversos e impactantes como A l’interieur (2007), Martyrs (2008), Alta tensión (2003), o Frontiere(s) (2007).
8. Horror verité
El bombazo económico de El proyecto de la bruja de Blair (1999) sacudió las expectativas de los espectadores del cine de horror. Su influencia se ha venido detectando con cuentagotas, y ha explosionado definitivamente a finales de esta década. El mockumentary se ha aliado con los nuevos dispositivos de comunicación. REC (2007) invadía un vecindario cualquiera a través de un programa de televisión. Monstruoso (2008) narraba una gran tragedia a través de la revolución íntima recogida en una simple videocámara. El último exorcismo (2010) se adentra en los terrenos del fake para desvelar su última razón: un verdadero remake de La novia del diablo (1968).
9. Terror aislacionista
Los nuevos mecanismos de comunicación globalizada no esconden el gran miedo del siglo XXI: la aversión al Otro. El cine de horror norteamericano ha reflexionado sobre los prejuicios que construyen su propia idiosincrasia: obras como As soon the darkness (2010), Primeval (2007), Turistas (2006), o en clave metafórica, Silent Hill (2006) exploran los miedos que florecen cuando el Otro es considerado una amenaza.
10. España
El horror en el cine español durante esta década se ha saldado con un resultado irregular. La Fantastic Factory ha exhalado su último aliento. La taquilla ha sobrevivido gracias a obras como El orfanato (2007) o Los otros (2001), películas de terror para aquellos que no les gusta el género. No obstante, con la excepción del dúo Balagueró – Plaza, la renovación del panorama español ha sido escasa, y sus baluartes han terminado probando fortuna en Hollywood. Luis Berdejo, Jaume Collet-Serra, Juan Carlos Fresnadillo, Rodrigo Cortés, los hermanos Pastor, talentos que siguen demostrando la dificultad para labrarse una sólida carrera basada en el terror dentro de la industria patria.