Tres

Volver

Decía, no del todo convencido he de admitir, y mediante una rara analogía que tenía que ver con puentes, sacrificios e incendios, en estas mismas páginas, cuando se estrenó la anterior película del alemán Tom Tykwer, que el director de Soñadores volvería a recorrer la misma senda por la que comenzó su andadura en los noventa, que volvería a rodar a Alemania, con sus historias de amor poco convencionales, que el azar y las casualidades volverían a tomar parte en el camino de sus protagonistas, que volvería a ser algo más juguetón con la cámara y los efectos visuales. Lo que viene siendo volver.

En Tres, su octava película, todo esto se pone de manifiesto reconciliándonos con su faceta más ligera (temáticamente hablando), y a la vez mi preferida, a pesar de que sus últimos films sean también grandes, pero de otra manera bastante distinta. También a pesar de que esta vez el realismo mágico se queda un poco ausente, siendo las extrañas conexiones que entrelazan el sino de los protagonistas (cuyos caminos se entrecruzan ya en los mismos créditos tiempo antes de su primer encuentro interactivo), algo que perfectamente puede suceder en la vida real sin ninguna ayuda del misterio aunque sí de grandes cantidades de azar, y siempre y cuando no tengamos unas ideas excesivamente deterministas en lo tocante a la biología, que es lo que le dice Adam (Devid Striesow) a Simon (Sebastian Schipper) poco después de que el segundo se sorprenda de haber vuelto a encontrarse voluntariamente (sorpresa y voluntariedad, no todo deben ser determinismos, existen las paradojas, y las escalas de grises) con el señor al que eyaculó en el pecho (masturbado y consentido por este señor, todo sea dicho) sin haberse sentido gay, al menos con anterioridad.

Es más, el rarísimo, y desde luego poco convencional, triángulo de 3 podría caber perfectamente en una comedia realista de Woody Allen si el neoyorquino no fuese a veces tan conservador. Este triángulo, completado por Hanna (Sophie Rois), podría considerarse equilátero, porque todos son igual de ignorantes de que los otros dos se conocen entre sí, si bien es en realidad isósceles, porque dos de ellos están unidos por el santo sacramento matrimonial, después de veinte años de relación. O tal vez el hecho de que todos sean tan diferentes nos indique que se trata de un triángulo escaleno.

Es cierto que aunque funciona mejor que bien, a más de uno el argumento, unido a un desenlace de lo más idealizado (pues, por decirlo de alguna forma, encuentran el baricentro de la relación) y cierto existencialismo que se desprende sobre todo en el inicio pueden resultarle excesivamente ingenuos, pero aun así hay mucho que encontrar en la película, y también tiene que ver con la geometría, y ya no conceptual de chichinabo como la de los triángulos que ha servido, eso sí, para esbozar la sinopsis sin revelar demasiado (esto es, la geometría relativa al fondo de la película), sino de aquella de la que no podemos huir, por su condición visual, a excepción de que se sea invidente, la geometría formal. Empezando por la utilización de la pantalla dividida, versión mosaico, y terminando por la simetría de algunos planos y sus contraplanos (p. ej. cuando Simon y Hanna toman direcciones opuestas al ver a Adam frente a ellos en la exposición o el genial momento en que Hannah llega al apartamento de Adam para la gran revelación y Simon aparece al otro extremo del pasillo), sin dejar de pasar por las líneas paralelas que recorre el primer plano del film, o el movimiento circular que realiza la cámara en torno a los protagonistas en el momento conclusivo, algo muy recurrente en Tykwer, y sin olvidarnos de otros momentos visuales más expresionistas/impresionistas que geométricos como el empleo de la animación (la expiración de la madre/su posterior aparición en forma de ángel), recurso que el teutón ya aplicase en Corre Lola corre. También hay otras intrusiones más gore como una penetración anal explícita (aunque sea en la pantalla de un ordenador) o la orquiectomía en primer plano, incluyendo un inserto del testículo extirpado.

Tres es una rareza remarcada incluso por la música, Space Oddity de David Bowie incluido (también el tema de Milagro en Milan, una de las películas favoritas de Tykwer), una rareza que desemboca en un embarazo donde no hubiera extrañado, para rizar el triángulo, una superfecundación heteropaterna a lo American Horror Story, yo pienso que lo es, aunque no se mencione. Sus protagonistas no empatizan conmigo y a la vez consiguen que me atraigan ciertos diálogos o monólogos (como la paradoja, otra más, comentada en programa de televisión) y que no decaiga mi interés en sus destinos convergentes. En cualquier caso, es sin duda un trabajo formal y el mismo guión en otras manos podría resultar como una orquiectomía realizada un viernes por la mañana por un estudiante de medicina de primer año más preocupado por la vida nocturna de los jueves que por una universidad a la que todavía no ha cogido el truco. Así pues, bravo por este regreso y esperemos con ilusión su próximo proyecto con los hermanos Wachowski, Cloud Atlas, y que siga cruzando los puentes muchas veces, claro.