Las cosas impares
Primero una declaración de intenciones: Me gusta el cine rumano y estoy buscando a gente para ir en el puente de diciembre a Bucarest. Segundo, me gusta por todo lo demás. Me gusta su forma de plantear los problemas y las soluciones, los conflictos y las subtramas y creo que estaría muy cerca de lo que haríamos los españoles si supiéramos hacer buen cine. Me gustan sus directores, sus actores, sus localizaciones y sus directores de fotografía. Me gustan los autores famosos, Puiu y Mungiu, pero también me gustan mucho otros más desconocidos como Andrea Sitaru, Constantin Popescu o Radu Jude o algunos que navegan entre las dos aguas (Porumboiu, Serban o Mitulescu) sin que por aquí sepamos mucho de ellos. Me gusta que su cine tenga una amplia gama de propuestas y de talento y que difieran uno de otros, complementándose. Me gusta que en toda película rumana haya un momento en el que todo se revela (y se rebela) para hacernos comprender todos los espejos que cada mirada lleva implícitos. Martes después de navidad no iba a ser una excepción
Hay un momento en esta película rumana que para poner las cartas sobre la mesa no hace falta ni irse a publicidad, ni poner los ojos apretados y los dientes abiertos. El drama y la tragedia se tornan tan cotidianas (respiran tan cotidianas, se rascan tan cotidianas) que solo da vértigo no mirar hacia abajo. Hacia las dudas y las deudas contraídas con los pactos diarios con la normalidad, con nuestras pequeñas escenas repletas de frases grandilocuentes dirigidas por un director que no sabe ni dirigirse a los otros actores. Amortizar los plazos, dirimir las transiciones, retornar a lo improvisado, a lo instintivo, a lo natural. En definitiva, comportarse como en una película rumana.
Radu Muntean busca el conflicto mediante el naturalismo, no se ceba, no juzga, no retuerce ni endereza. Con la calma acciona los resortes que mantienen la calma, interactúa con el medio y con los fines, con el aíre del crimen que rodean los aledaños de la rutina de las tragedias que no acaban con una bañera de sangre o un crimen pasional por la pasión que se bifurca delante de nuestra jurisdicción. Radu Muntean no es así y por eso profundiza sin dejar de tocar la superficie, nos presenta un drama que puede representarnos porque no suena una música atronadora cada vez que tomamos una decisión o una cerveza.
No juzga, no saca conclusiones, no acusa con el dedo ni con la cámara. Dinamita el estado de las cosas pero solo con mirar intenso y fijo a un punto que siempre forma parte de un proyecto de puntos suspensivos. La historia de tres de Cristi, Raluca y Adriana sabe mucho de un suspense raro y mustio que cuando empieza a preocuparnos es apagado por los mismos actantes que lo activan: las atracciones fatales son las montañas rusas que matan a niños en las ferias. Martes después de navidad es cine adulto sobre un adulterio que cumple todos los requisitos para alimentar nuestra sed de compromiso cultural y la capacidad de Muntean para contar historias mediantes adustos pero brillantes recursos narrativos: los desnudos que abren, los silencios que cierran, la ausencia de música, la presencia de encuadres detallistas pero no caprichosos, el sentido y la sensibilidad de mostrar lo que ven nuestros ojos cuando miramos por encima de nuestras posibilidades.