Detachment vs Attachment
“Will I always feel this way?
So empty, so estranged”
(Empty, Ray Lamontagne)
El título original de esta sorprendente e insólita película revela a la perfección el significado que el director de American History X —y productor de la sobrevalorada The Hurt Locker— pretendía con ella, ya que la traslación en España por El profesor resta complejidad al término detachment. La traducción literal de este vocablo tiene diferentes acepciones: separación, objetividad, imparcialidad. Pero, si efectuamos un análisis filológico, advertimos que esta palabra viene a significar un estado de no-afección hacia el exterior (como en el budismo, cuando se consigue el Nirvana), pero que llevado al extremo de no implicación con nada ni nadie, llega a un grado patológico de incapacidad de conectar y de sentir. En el caso que nos atañe tiene tanto que ver con un desorden psicológico en el que personas que han sufrido un trauma deciden voluntariamente abstenerse de sentir emociones y sentimientos hacia los demás, como con un mecanismo de defensa ante el sufrimiento, reflejo de la pasividad y egoísmo del mundo contemporáneo ante las consecuencias de la llamada crisis económica, pero que consigue el efecto contrario: más insatisfacción, vacío y soledad.
Henry Barthes es un profesor sustituto sin trabajo fijo, lo cual le viene perfecto para no permanecer mucho tiempo en un mismo sitio y no confraternizar demasiado ni con compañeros ni con estudiantes: así se mantiene aséptico ante los problemas de los demás, porque él ya tiene bastante con los demonios de su pasado. Frente a sus homólogas que tratan el tema de la educación —Hoy empieza todo (que es, antes que nada, una denuncia social), o Profesor Lahzar (en la que el protagonista quizás sea el más opuesto a Henry por su complicidad para con los demás), El club de los poetas muertos (donde la pasión por la literatura del profesor Keating traspasa las fronteras de lo académico), o en La clase, Ser y tener y Sólo es el principio (donde vemos un interesante proyecto educativo, arrojando todas una alerta ante el difícil problema transversal de la educación actual —la originalidad de esta historia reside en no centrarse en la conflictividad del alumnado y los problemas de la educación marginal, sino más bien en la vida privada de un profesor que se esconde en un estado de ataraxia afectiva donde permanece ahogado por una existencia trivial y solitaria, siendo sus visitas obligadas a su abuelo enfermo su único contacto personal con el mundo. Al término de una de sus visitas conocerá a Erica, una adolescente que se prostituye, que necesita su ayuda, y con la que entablará una relación especial. Aquí vemos a un antihéroe que, pese a su lucha constante por no dejarse afectar y sin ninguna necesidad justiciera —a lo Travis Bickle—, tiene un aptitud especial para la educación, para ayudar a los demás, siendo un imán ante los seres necesitados de auxilio. Pero tendrá que suceder una tragedia para que descubra su leitmotiv vital (del que en un principio reniega), al dejar fluir su verdadera vocación. Por tanto, a diferencia de otras películas en dónde se realza al profesor como figura necesaria para el cambio en el mundo, en ésta se expone un caso más cotidiano y real, el de un profesor corriente, con sus propios problemas que resolver.
Tony Kaye empezó su carrera como director de videoclips de importantes músicos como Red Hot Chili Peppers o Johnny Cash. No es un director prolífico, más bien es meticuloso y apasionado: se toma su tiempo al hacer sus largos, siendo este tan solo su tercer largometraje de ficción. Es un director que siempre se ha preocupado por temas sociales como el racismo en American History X (donde denuncia que la raíz del racismo es la falta de autoestima, la confusión y las ganas de pertenecer a un grupo), el aborto en Lake of Fire (que tardó 18 años en llevar a cabo), las drogas en Snowblind o el desastre del Katrina en el inacabado aún Black Water Transit. Detachment (ganadora de premios en el Festival de Tribeca, Woodstock, Tokyo) es el opuesto a Attachment, su nuevo proyecto (actualmente en pre-producción) y con ellas juega con la tesis-antítesis hegeliana de las dos posiciones antagónicas ante los problemas del mundo: involucrarse o permanecer al margen. No es un director que borde sus filmes, más bien adolecen de un montaje sobrecargado, como efecto colateral de sus inicios en caóticos videoclips y como deudor de una cultura postmoderna que cree que el espectador debe estar inundado de planos encadenados de asimilación extenuante. Y si añadimos a esto el exceso de desolación, donde tiene cabida desde una prostituta yonqui hasta una obesa suicida, puede llegar a acongojar al espectador por su sobrecarga emocional. De hecho, en muchos casos esta típica profusión de tremendismo caería en la caricatura, y desde luego no les falta razón a los detractores de esta cinta para tacharla, en un principio, de sensiblera. Pero no debemos olvidar que estos problemas existen, que en una escuela es no sólo posible sino también real encontrarnos con los problemas de la soledad, el bullying, la insatisfacción personal, profesional y la desobediencia en las aulas. Si añadimos a esto la extraordinaria seña de identidad personal que posee Tony Kaye para captar el caos al crear un halo de interiorización empática, su sensibilidad fílmica —le encanta el blanco y negro para filmar sus recuerdos, como característica de su autoría fotográfica— y su particular estética gótica con referencias a La caída de la casa Usher; no podemos negar que consigue dibujar a la perfección a la confusa sociedad actual en la que vivimos a diario a modo de collage vital que, gracias al hilo conductor de la narración en primera persona del introvertido personaje principal (recurso que ya utilizó en American History X) y de unas veraces interpretaciones de secundarios como James Caan o Marcia Gay Harden, suscita en el espectador el interés necesario para adentrarse en la historia narrada sin caer en la inverosimilitud.
Adrien Brody, lo mejor sin duda alguna de la película, realiza una interpretación magistral en un filme en el que no solo actúa sino que también produce, y esto se percibe por su vinculación total al proyecto, ya que juega una gran baza la cadencia de su voz a la hora de narrarnos la historia. Una historia contada a modo de sesión psicoanalítica filmada en la que Henry expresa ante el espectador sus miedos, sus deseos. Sin la cual apenas podríamos conocer a este personaje introvertido como pocos, ni las motivaciones de su cambio hacia la aceptación de su extraordinario don.