The Trip

Viaje con nosotros 

Hablar de la capacidad camaleónica de Michael Winterbottom, de un estilo que es una falta de estilo, no sólo es caer en la obviedad sino en la repetición. Pero, ya se ve, siempre volvemos a los lugares comunes. Algo que no se comenta tan a menudo a propósito de su cine, y ahí si que podemos rastrear una característica autoral, es el respeto, cuando no directamente el cariño, que manifiesta por sus personajes. Todo ello a cuenta de The Trip, experimento curioso por diversos motivos. En primer lugar, por tratarse en realidad de una miniserie de seis capítulos (de la que se planea una próxima continuación) siendo la película un digest de la serie. En segundo lugar porque ha tardado tanto en llegar a nuestras pantallas que lo hace cuando se planea una secuela y cuando Winterbottom ya ha rodado cuatro otras obras no estrenadas, incluída Everyday (2012), vista y comentada en el artículo sobre el reciente Festival de Cine Independiente de Barcelona. En tercer lugar, por su propia naturaleza.

Winterbottom ha trabajado la hibridación entre el documental y la ficción en modos diversos y opciones diferentes. Aplicó descripciones de ambientes con aires documentales a ficciones de base social, como la maravillosa Wonderland (1999) o la sensual Genova (íd., 2008).  Tomo opciones menos originales y con resultados desiguales en Camino a Guantánamo (Road to Guantánamo, 2006) que tendía a un pobre docudrama y La doctrina del shock (The Shock Doctrine, 2009) dónde trabajaba el reportaje en la época de la indignación y la crisis. Pero, muy especialmente, pudo elaborar ficciones que parecían incluir la vida misma en las que tal vez son sus mejores obras en lo que llevamos de siglo, 24 Hour Party People (2002) y In This World (2002) dónde realmente era difícil de distinguir en determinados pasajes qué estaba planificado y qué estaba captado de la realidad, tanto en las fiestas rave y los platós de televisión, en el primer caso, como de las calles de Asia o de Europa en el segundo.

Tristram Shandy: a Cock and Bull Story (A Cock and Bull Story, 2005) fue otra de las variantes de dichas hibridaciones, dónde, tomando como pretexto el intento de rodaje de una novela considerada infilmable (The Life and Opionions of Tristram Shandy), se enfrentaba al desmesurado ego de un actor, Steve Coogan, y a todas sus neuras. Cine dentro del cine, cine sobre el cine y, a la vez, reflexión sobre la interpretación. Coogan y Rob Brydon, el coprotagonista, se enfrentaban como personajes y como actores en un duelo que desbordaba la película, siendo el eje de la misma, su mérito y su némesis. Una película que se veía demasiado artificial pese a la libertad de improvisación que los actores habían disfrutado. Winterbottom trabajó con ambos previamente (la citada 24 Hour Party People) y los recupera para esta serie en la que Coogan recibe el encargo de The Observer para efectuar una crónica de una serie de restaurantes rurales de lujo de Inglaterra. Privado de la compañía de su novia, Coogan opta por enrolar a su mejor amigo, padre reciente, como compañero, escolta y grumete. Siendo Coogan y Brydon viejos colegas, ambos actores televisivos, excelentes imitadores y grandes cómicos, es de imaginar que el rodaje ha sido un encadenado de anécdotas divertidas y de coleguismo.  Sea o no cierto, The Trip revela pronto que el encargo de crónica de restauración no es más que un Macguffin culinario. Los dos personajes se desplazan en todoterreno, llegan al restaurante, Coogan coquetea con la recepcionista, comen o cenan en medio de continuas referencias (y autoreferencias) a interpretación e intérpretes británicos y se acuestan (Coogan acompañado, Brydon llamando a su familia). Las secuencias gastronómicas ignoran  casi totalmente la elaboración de la comida  en un montaje muy picado y los personajes parecen burlarse de las presentaciones de los maitres con su actitud impávida. The Trip se centra, de hecho, una vez más, en el enfrentamiento entre una personalidad abrasadora y un camaleón que parece indemne a las agresiones verbales y los menosprecios de su compañero. Con sutileza limitada por las exigencias de la producción serial televisiva, Winterbottom revelará en el personaje de Coogan un egoísmo absoluto, un ego insatisfecho por no haber sido reconocido como un gran actor (como sucediera con su referente inmediato, el inmenso Peter Sellers, cómico y actor reconocido por público, crítica e industria) y no optar a grandes papeles cinematográficos. De un modo que acaba siendo demasiado mecánico, Winterbottom disminuye las capacidades donjuanescas de Coogan para revelar su frustración, su complejo de inferioridad y una terrible soledad que confronta con la bonhomía y felicidad paternal de Brydon. Y aquí radica uno de los méritos de la obra, marca de la casa. Su capacidad de mostrar simultáneamente las dos caras de la moneda. La constante capacidad de Winterbottom por criticar y respetar, de poner en evidencia pero permitir mantener la dignidad. Si bien Brydon se limita a las imitaciones, a la recreación que a la creación, es un personaje íntegro, sereno. Si bien Coogan es un egocéntrico insoportable, es un tipo honesto que se deja enseñar por su amigo… Sin embargo, tal como hiciera en Tristram Shandy, Winterbottom nos dejará con la duda, ¿es el Coogan real el que se analiza en pantalla o es un personaje creado por el Coogan actor?  Winterbottom no se desliza en esta dualidad ni nos permite ir más allá de la anécdota. Lo que en Tristram Shandy apuntaba en complejidad se revela aquí más plano. Las continuas imitaciones de Brydon (brillantísimo interpretando al Michael Caine de diversas épocas, a Hopkins, Moore, Pacino o McKellen) son admiradas, comentadas o discutidas por Coogan y constituyen el cuerpo dramático de otra película sobre actores y sobre la actuación. El acercamiento humanista a los dos personajes hará que el resultado sea ciertamente disfrutable, tan insuficiente como agradable, tan incompleto como interesante; pero, desafortunadamente, repetitivo en su construcción y en su ambición, quedando por debajo de las otras hibridaciones mencionadas. Winterbottom acaba de preparar The Look of Love, nueva obra con Coogan sobre un personaje real del show bussiness inglés y tendremos que ver si se acerca más a 24 Hour Party People en objetivos y sobretodo en resultados.