Asuntos privados en lugares públicos
1Puede deberse a que sus estrenos cercanos y enfrentados han precipitado similitudes entre una y otra propuesta. A que ha funcionado a la perfección el espionaje corporativo. O a que el espíritu de la época ha vuelto a permear de manera enigmática el cine popular. El hecho es que, una vez vistas ambas, ha resultado no haber diferencias significativas entre las dos películas de superhéroes más esperadas de 2016, susceptibles sobre el papel de otorgar madurez y autoridad plenas al género: la reciente y convulsa Batman v Superman: El amanecer de la justicia, que, en la práctica, ha dejado de nuevo en el aire la posibilidad de que Warner forje con credibilidad un universo cinematográfico basado en los cómics de la editorial DC; y la esmerada Capitán América: Civil War, que confirma a Marvel Studios como la reedición más exacta posible de las majors clásicas de Hollywood y su sistema fordiano de producción.
2El Capitán América que interpreta Chris Evans se había librado en cierta medida de ello, lo que puede haber contribuido a que Capitán América: El primer vengador (2011) y Capitán América: El soldado de invierno (2014) se cuenten entre lo más interesante producido hasta la fecha por Marvel. Por desgracia, a Steve Rogers también le ha llegado el turno de ser inmolado: Capitán América: Civil War es una prolongación reiterativa de El soldado de invierno, pero, sobre todo, un mero enlace entre Vengadores: La era de Ultrón (2015) y el futuro díptico Avengers: Infinity Wars (2018-2019). Un cajón de sastre, puede que ilegible librado en unos años a sus propios medios, en el que caben para empezar todos nuestros superhéroes preferidos, a costa de que sus interacciones acaben teniendo el espesor de un culebrón venezolano; pero, también, la desustanciación de una saga muy significativa en su momento, Guerra Civil, creada en 2006 para los cómics Marvel por Mark Millar y Steve McNiven; y las laboriosas presentaciones en sociedad de Spider-Man, vuelto más o menos al seno del estudio tras su agitada estancia en Sony, y del inédito Pantera Negra, ambas enfocadas por supuesto a la producción de sus respectivas aventuras en solitario.
3Se aprecia de inmediato que, a nivel estrictamente visual, la realización coordinada por los hermanos Joe y Anthony Russo es menos precisa y elegante que en su previa Capitán América: El soldado de invierno, salvo en lo tocante otra vez a la brillante gestión de la presencia del cuerpo del superhéroe en el plano. Pero, aun con eso, y con el empleo mentado de Guerra Civil como pretexto fácil y a la postre cobarde para que veamos pegarse a Iron Man y el Capitán América, la película que nos ocupa funciona durante sus compases iniciales: unos diálogos efectivos, y la convicción por parte de los actores, hacen verosímil el dilema planteado e, incluso, suscitan un entusiasmo momentáneo al vislumbrarse una apuesta revolucionaria del cine Marvel por interactuar con nuestro plano de realidad, por atender con compromiso pleno a las agitaciones de su tiempo.
4Lo más grave, con todo, y es donde Capitán América: Civil War se descubre hermanastra de Batman v Superman: El amanecer de la justicia en cuanto panorama más o menos intencionado del exhibicionista capitalismo emocional que rige nuestro presente, es el modo tan burdo en que se intenta concienciar al espectador sobre la trascendencia de lo que está en juego a nivel global: cada uno de los personajes adopta sus resoluciones tras pasar por un vía crucis sensiblero, íntimo e intransferible: Tony Stark es asaltado en un pasillo por una madre desconsolada, Pantera Negra pierde a su padre, Steve Rogers a Peggy Carter… Esta forma de melodrama naif, habitual en los cómics, tal y como se plasma en pantalla en esta ocasión alcanza extremos grotescos. Véase la relación patológica, autoparódica, entre Rogers y Bucky Barnes, el soldado de invierno.
