¿Cómo establecer el inicio de una bella amistad? Con el cadáver de un nazi malísimo, una botella de Vichy en la basura y un amor al que dejamos ir para que encuentre la felicidad en otros brazos… algo difícil para relacionarlo con el sr. Van Damme, con cuyo artículo vecino voy a establecer un epistolario a partir de ahora. Por ello, tal vez, por una sola vez, pueda echarle un capote y darle la razón, sin que sirva de presidente… digo de precedente.
Porque la elección de Trump es sin duda la culminación del sueño americano. La búsqueda de la felicidad, la igualdad de oportunidades, se encarnan en Donald Trump. Hemos visto muchos presidentes con grandes dotes para la interpretación (es decir grandes dosis de cinismo) y, quizás, fuera precisamente Ronald Reagan el menos dotado para ello. Pero todos ellos venían de familias poderosas, imbricadas en el aparato de uno u otro partido. No es el caso de Trump. D.T. (espero no tenga otro nombre intermedio que empiece por D) es el envidiado, admirado, mesiánico, self-made man. El es el modelo de la land of plenty que Hollywood ha vendido durante más de un siglo. Es un individuo tan poderoso como para imbricar al aparato del partido en sí mismo.
¿Y cómo nos lleva todo ello hacia el Cine? De un pasado sólido pero que se desvanece rápidamente a un futuro bien incierto. Empieza con las lágrimas amargas de Hillary von Clinton, eco de la amarga derrota de Spencer Tracy, candidato conservadoramente entrañable y caducado en El último hurra (1958). Y sigue, con la misma determinación por hacer América grande (aunque deba ser en delegación física) con la imagen del presidente enfrentado a los extraterrestres, desintegrando la nave nodriza que tutelaba la invasión que llegaba del otro lado del muro, bueno, del espacio.
Hay quien creerá que DT está más cerca de tipos ridículos como los interpretados por Richard Dreyfuss, Kevin Kline o John Goodman en Presidente por accidente (1988), Dave, presidente por un día (1993) o de Rafi, un rey de peso (1991). Pero yo veo en Trump no sólo la afirmación del sueño americano, sino de sus pesadillas. Ahora que el New York Times pugna por mantener ideales y beneficios, ahora que se plantea el CaliBrexit, ahora, es el mejor momento para recordar la doble predicción de John Carpenter sobre el futuro post Trump. En 1997, rescate en Nueva York (1981); y en 2013: rescate en LA (1996), Manhattan y California, respectivamente, son dos territorios aislados y condenados, llenos de terroristas, asesinos y locos, cercenados del resto de los USA gracias a la decisión de sendos siniestros presidentes. Carpenter lo clavó y ahora estamos entre el muro y el presidente electo… sr. Van Damme, ahora sólo nos salva Snake Plissken.