Aunque nos hubiera encantado quedarnos unas semanas más, o al menos unos días hasta el final del festival, las obligaciones nos esperaban en la península, y con gran pesar dejamos a medias una sección oficial más que prometedora mientras en nuestra cabeza resonaba la frase que Jack Sheppard pronunciaba en cierto momento cumbre de la serie Perdidos: «Nunca debimos abandonar la isla». A continuación dejo constancia de mis impresiones sobre las seis obras que pude ver de las doce seleccionadas, y un bonus track con la película de Olivier Assayas incluida en la sección Panorama.
Love Me Not (Lluis Miñarro. España) – Sección Oficial
La propuesta del catalán Lluis Miñarro no podía ser más prometedora. Una adaptación de la historia bíblica de Salomé trasladada a un conflicto bélico en Oriente Medio, centrada en un grupo de soldados del, y cito, “ejército más poderoso del mundo” que me da por pensar que es el catalán, idioma en que habla el comandante. Visualmente desde luego es intachable y propone algunas postales estéticamente admirables (Lola Dueñas, que interpreta a Herodías, en una ensoñación haciendo de loba con cuatro pechos amamantando a unos soldados; las vistas nocturnas del paisaje desértico; el lagarto del plano final), y algunas secuencias que podríamos mentar como memorables, si bien flirteantes con el ridículo —Oliver Laxe, como el terrorista Yonaakan (el equivalente de Juan Bautista), posando como un modelo mientras toma una sopa de tomate Campbell’s, en su cueva prisión llena de estalactitas bajo el desierto (¡!); una hipersexualizada Ingrid García-Jonsson, alias Salomé, bailando semivestida de torera en otra ensoñación—. La estructura narrativa es teatral, y así lo demuestran las situaciones y diálogos, aunque la historia no da para más que dos actos y un breve epílogo. El principal problema es que todo está demasiado forzado, por un lado para encajar en ese formato teatral (p.ej. los diálogos de Salomé describiendo lo atractivo que le resulta el terrorista) y por otro para realizar la adaptación como tal, que es prácticamente literal con lo que la propuesta pierde gran parte de la verosimilitud (¿qué hace la mujer de Herodes con él allí en el desierto en medio de una misión?, ¿y su hija es una de las soldados?, ¿un terrorista internacional se preocupa de criticar las segundas nupcias de este?), aunque entiendo que probablemente no es lo que se busca con un trabajo así. A día de hoy ya no resulta provocador ir mostrando pollas por doquier, pero dada su gratuidad no le veo otra intención —un soldado que se mea encima, la de Yokanaan entre sábanas de raso (en otra ensoñación, quiero pensar), y otra que sale en ese epílogo lúdico-cachondo que es auténticamente de traca, pero que no quiero revelar, dejándola para el espectador curioso por experimentar con cosas nuevas—.
Stitches (Miroslav Terzic. Serbia) – Sección Oficial
La ganadora del premio del público es esta cinta serbia de Miroslav Terzic, basada en una realidad, la de los niños robados al nacer. 500 casos y ninguno resuelto es el índice que apunta claramente al grado de interés de la sociedad, las autoridades, o en pocas palabras, del sistema, en resolver esta situación, este drama para muchos que tal vez es solo un negocio para unos pocos. La historia se centra en Ana, papel que le ha valido a Snezana Bogdanovic el premio a la mejor actriz, de forma merecida. Su lucha es una lucha frente a un sistema que conspira contra ella, o que directamente está trabajando en su contra, una lucha diríase kafkiana, donde como el K. de El castillo, la continua desesperación que surge de ver frustrado todo posible avance en su causa simplemente la lleva a redoblar sus esfuerzos, a pesar de que su propia familia no la apoye. La narrativa es inteligente, sin insultar al espectador con diálogos o situaciones que sobreexpliquen nada, de modo que este tenga que ir averiguando lo que ocurre a partir de los hechos, desarrollándose todo de manera fluida pero con cuentagotas. Se logra mantener así en todo momento el suspense, no adelantando acontecimientos, alternando entra una trama detectivesca, que incluye los trabajos de seguimiento de Ana al principio, y también su hija más adelante, y el drama desgarrador con escenas de tensión, e incluso violentas. Una historia de las que dejan huella.
Double vies (Olivier Assayas. Francia) – Panorama
Se ha hablado con demasiada ligereza de la última obra de Olivier Assayas, tildándola de obra menor, comedieta correcta y relegándola, en parecidos términos, al cajón de los productos olvidados y olvidables, cuando sin embargo es un tratado bastante lúcido sobre el presente y el futuro del mundo editorial, a la par que una radiografía de las relaciones humanas en estos tiempos donde las redes sociales mandan y sientan cátedra sobre el día a día de gran parte de la población. Es cierto que el tono no es al que nos tiene acostumbrados en obras como Demonlover o su anterior film Personal Shopper, pero creo que no desentona al lado de, por ejemplo, Viaje a Sils Maria, donde también participaba la Binoche, aunque se centrase en temas diferentes. Las vidas de un escritor a caballo entre el malditismo y la fama (como pudiera ser el Houllebecq de nuestros días) interpretado por Vincent Macaigne —cuya obra es principalmente autoficción al estilo del protagonista de Desmontando a Harry (Deconstructing Harry, Woody Allen, 1997), lo que, como a aquel, le ocasiona no pocos problemas y da tanto que hablar como la última película de Almodóvar—, su editor (un siempre correcto Guillaume Canet), y las mujeres de ambos, la citada Juliette Binoche y Nora Hamzawi (que ya compartiera cartel con Macaigne, en la grandiosa La chica del 14 de julio), agente de prensa de un político local sirven pues, para poner sobre la mesa el estado de las cosas (hace años parecía que el ebook se comería al libro de papel y a día de hoy esto no termina de estar tan claro), mientras surgen otros debates entre las parejas y sus relaciones, las hipocresías de la burguesía (o de la clase media-alta francesa), el juego de las apariencias (al final resulta ser más honesto quien menos lo puede parecer al principio), o las infidelidades, que a mí me remiten, nuevamente, al entrañable genio neoyorquino al que este año echaremos en falta de las carteleras por vez primera desde hace más de cincuenta, que se dice pronto.
The Mountain (Rick Alverson. EE.UU.) – Sección Oficial
Ya en la presentación de la película se ponía sobre aviso. Nos comentaban que Rick Alverson decía que él era un director de cine y que no buscaba complacer al espectador, y viendo The Mountain se entienden perfectamente esas declaraciones. No ya es que no quiera complacerlo, se diría que más bien trata de incomodarlo, mostrando esa América de la que nadie habla a través de unos escenarios decadentes, silencios incómodos, personajes extremos ejemplificados perfectamente por Denis Lavant, en un papel para su lucimiento, que interpreta al padre de Susan, una enferma mental a la que el doctor encarnado por Jeff Goldblum da tratamiento. Un doctor oportunista, producto de una sociedad enferma en la que cada cual lucha por su propio interés sin importar lo que pueda destrozar a su paso, así, la pureza de Andy (Tye Sheridan) queda también lobotomizada, y por el camino, la conciencia del espectador.
A portuguesa (Rita Azevedo Gomes. Portugal) – Sección Oficial
La película ganadora del máximo galardón, la Lady Harimaguada de Oro, en esta decimonovena edición del festival de Las Palmas, se abre con la Passageira, interpretada por Ingrid Caven, recitando el poema Bajo el tilo de Walther von der Vogelweide, un poema que habla de la felicidad de un amor de juventud, en boca de la enamorada. Es el suyo un personaje anacrónico que a modo de narrador bufonesco y omnisciente, ajeno a los verdaderos protagonistas de la historia, irá intercalando otras odas al paso del tiempo y la evanescencia humana, a modo de interludios. La película de Azevedo nos cuenta la vida de la portuguesa (Clara Riedenstein), la mujer de Lord Von Ketten (Marcelo Urgeghe), un hombre que tras la luna de miel le dice a su esposa que ama más a la guerra que a ella porque la conoce desde hace más tiempo. Ella, la portuguesa, es una víctima de su tiempo, es, efectivamente “la mujer de”, y mientras él se dedica a la guerra ella se queda en el castillo cuidando, es un decir (para eso están los numerosos criados), de sus hijos. Las elipsis que van dando paso al tiempo inexorable son tan imperceptibles como los delicados travelling que no llegan ni a violentar lo que casi siempre son planos fijos de una estética pictórica que remite a pinturas naturalistas. Sin duda la obra de Azevedo recoge la decadencia y el descreimiento que se desprende de los textos austriaco Robert Musil (la película se basa en uno de sus relatos), particularmente en la escena con el Obispo, donde este le dice a Von Ketten que la paz solo traerá más miseria y destrucción. Hay espacio para los celos, la crueldad, aunque no la violencia (Von Ketten manda asesinar al cachorro de su esposa, pero el crimen es en off), y para la reflexión que permiten tantos años de soledad, pues aún en compañía puede ser un estado de ánimo emparejado al estatismo y al aislamiento.
Casa propia (Rosendo Ruiz. Argentina) – Sección Oficial
En su encuentro con el público al finalizar la proyección, el argentino Rosendo Ruiz trató de explicar que su trabajo era un intento por mostrar ese difícil momento en la vida de un adulto en que no se puede independizar de sus padres, ya sea por motivos económicos, de salud o un compendio de esos y otros. Desde el primer plano se reconoce una voluntad por contar las cosas de una forma que conecte con el espectador, ese primer plano fijo donde unos chavales juegan a la pelota mientras beben lo que quiera que beban en los botellones los jóvenes argentinos, y su conversación comienza a ser contaminada con la de una pareja que discute a la puerta de la vivienda del fondo. Es nuestro protagonista en su enésima discusión con su novia. Más adelante, vamos conociendo al personaje, y su dura situación familiar, con una madre enferma a la que tiene que cuidar, pues su hermana (que ha formado otra familia) se desentiende siempre que puede; su día a día en la escuela, también con un único plano, esta vez un travelling circular que muestra como trabaja con sus alumnos. Si antes decía “nuestro protagonista” no era gratuito. Es un mendrugo, hace cosas muy discutibles, pero al final en uno u otro momento acabamos por identificarnos y por empatizar con él, y hasta le cogemos cariño. El tono es sincero, seco, pero con destellos de humor (por ejemplo la discusión con el cuñado), la narración es fluida, pasan cosas todo el tiempo, algo que se agradece en un festival con películas como The Mountain, y también tiene escenas duras, con ecos incluso bergmanianos (de los chungos) como en el sueño en que su madre le dice “no me pienso morir, que lo sepas”. Sin dudarlo una de las mejores películas que vi estos días en Las Palmas.
Historia de mi nombre (Karin Cuyul. Chile) – Sección Oficial
Todo comenzó con un incendio. El incendio en que la protagonista, la propia directora Karin Cuyul, y su familia perdieron casi todas sus pertenencias y de algún modo parte de su pasado. El cine pasa a convertirse entonces una herramienta, ya no una fábrica de recuerdos, sino también un almacén, pues, reflexiona la autora, esto que grabé aquí permanecerá y no lo podré perder. El doble filo del cine como fábrica y almacén de recuerdos es que estos no tienen porqué ser necesariamente verdaderos, y la autora también se va dando cuenta de ello a medida que, sus padres principalmente, le van diciendo algunas cosas que no terminan de encajar con sus propios recuerdos. Rodada en gran parte desde dentro de un coche, un sitio que a Karin Cuyul le aporta seguridad, recorriendo carreteras ya recorridas en su infancia en el vehículo familiar, y a modo de la visión de aquella niña que fue, la narración es en muchos momentos como un cuento donde la aportación visual no es lo más importante para el espectador, que tiene que forzar la empatía para integrarse en una historia muy personal que no logra plenamente trascender más allá de ese ámbito. Su principal valor es que consigue que este reflexione sobre temas como los ideales y en lo que se convierten con el tiempo, la persistencia de la memoria, la autenticidad de los recuerdos. Para acabar pensando que quizá Ford, siempre “print the legend”, al que también se cita en idéntico contexto en el documental sobre Peret, tenía razón.