La viuda, de Neil Jordan

Isabelle Huppert en la casita de chocolate

La casa en la que transcurre la acción de La Viuda (Greta, Neil Jordan, 2018) se encuentra escondida y apartada de las abarrotadas calles de Manhattan del mismo modo que lo estaba Villa Fábula, el edificio donde los personajes de los cuentos y el folklore hacían su vida en la serie de cómics del sello Vértigo Fábulas (Bill Willingham, 2002-2015). Aunque quizás, más que escondida, la casa en la que vive Greta (Isabelle Huppert) está camuflada: seguramente, si pudiésemos entrar en el set de grabación y rascar las piedras de la fachada, descubriríamos que debajo hay todo tipo de golosinas y de azúcar. Y es que, en realidad, Greta vive en el mismo lugar que la bruja de Hansel y Gretel (Los hermanos Grimm), un lugar atemporal, misterioso y del que es difícil escapar. Pero, así como en el cuento los dos hermanitos se lanzaban rotundamente a por el dulce, Neil Jordan parece que no acaba de decidirse entre si llamar a la puerta del ensayo sociológico, a la del psycho-thriller o a la del drama familiar.

Para empezar, La Viuda es una película que demuestra por enésima vez que el uso del macguffin es efectivo, que a partir de un elemento tan simple como un bolso olvidado en el metro —un maletín tarantiniano— se puede desencadenar toda una tensa trama que incluso deje entrever una crítica social. Y es que Neil Jordan deja al espectador muy claro desde el primer momento que es inusual ser bondadoso en las grandes ciudades, que un neoyorquino nunca devolvería un objeto perdido y menos aún confiaría en una desconocida para quedarse a tomar un café. La ingenuidad de Frances (Chloë Grace Moretz), de provincias, resulta cándida en un primer momento, pero acaba por causarle un auténtico aluvión de acoso. El director, decidido a incluir las redes sociales y la tecnología contemporánea en su película, afronta así temas tan actuales como el denominado ghosting —o ignorar por internet a una persona—, pero lo muestra incapaz de frenar intrusiones y persecuciones tan aterradoras y sobrias en su puesta en escena como la que sufre el personaje de Maika Monroe, en un (claro) guiño al papel por el que se dio a conocer en It Follows (íd., David Robert Mitchell, 2014).

El filme de Neil Jordan bebe de la estructura del thriller psicológico que tanto proliferó hace tres décadas, representado claramente en la célebre Atracción Fatal (Fatal Attraction, Alan Lyne, 1987). Efectivamente, en La Viuda hay seducción, conquista, intento de alejamiento, enloquecimiento e invasión, pero el director irlandés decide subvertir algunas de las claves del género para una necesaria adaptación al siglo XXI: no es un hombre quien acosa a la chica, sino una tierna jubilada, y no es un novio quien advierte de los peligros a la protagonista, sino su mejor amiga. De todos modos, y pese a lo refrescante que se siente la película durante los primeros dos actos gracias a tal sublevación femenina, Neil Jordan no logra escapar de los clichés más cascados y de las manías más odiosas del thriller. No faltan zooms, música desconcertante, metrónomos, venenos, detectives que hacen de policías y crónicas de muertes previsiblemente anunciadas. La inverosimilitud del tercer acto se debe a una escritura efectista, y es que todo apunta a que se empezó a hacer la casa por el tejado: el guion se construye a partir de una imagen final muy potente, pero los cimientos de tal idea son poco estables, con lo que la sensación de tensión se acaba resintiendo.

El cine de género está cambiando, es cada vez más consciente de esa gran preocupación femenina, la maternidad, y hasta los propios hombres se atreven a abordarla, ya sea en la presente La Viuda o en la reciente Madre! (Mother!, Darren Aronofsky, 2017). Y si bien el psycho-thriller se ha caracterizado por un cierto erotismo, pues los acosadores suelen tener deseos sexuales, aquí las intenciones de Greta (y de la mirada de Isabelle Huppert) son completamente distintas: el personaje quiere volver a su instinto más básico, el maternal, y Frances, una chica huérfana de madre, es el blanco perfecto. Así, el asunto acaba por alterarse también respecto a las películas de finales de los ochenta y principios de los noventa: mientras que en Atracción Fatal era una mera justificación para la acosadora, en La Viuda, la maternidad es la motivación principal. De esta forma, Isabelle Huppert construye su personaje a través de una interpretación totalmente pasada de vueltas, de villana de libro. La actriz francesa deja la ambigüedad de su actuación en Elle (íd., Paul Verhoeven, 2016) para dejarse llevar por un histrionismo casi irónico, tan sorprendente como disfrutable. Poco a poco, la pose afrancesada de Greta, en su sentido más refinado, va desapareciendo para que Huppert saque un auténtico monstruo, tan cruel en su comportamiento que resulta imposible de justificar —aunque parece ser la intención de Neil Jordan, con la soledad que tanto parece preocuparle—. Esa falta de coherencia interna provocada por la locura, Huppert acaba por culminarla en un baile terriblemente maligno, momento en que el espectador se da cuenta de que si está pasándoselo tan bien es gracias al goce que transmite la actriz.

De este modo, Greta entra en el selectivo grupo de mujeres definitivamente malas de la historia del cine. Y si el filme es un éxito en taquilla, el personaje incluso podría convertirse en otro icono cultural, tal como lo fue Michelle (Elle) con el que la misma Isabelle Huppert rompió con el estigma de la mujer violada que ya no puede volver a sentir deseo sexual; o como lo fue Alex Forrest (Atracción Fatal), el personaje que Glenn Close trató de salvar de la injusta quema de brujas (o feministas) que el público de finales de los ochenta pedía. Porque al final, Neil Jordan parece querernos contar que Greta también es en cierto modo una bruja, y por eso sus intentos de justificar su maldad son lo más fallido del filme. Quizás, deberíamos enfrentarnos a La Viuda como cuando de pequeños leíamos Hansel y Gretel, como si fuese un cuento de hadas en el que no hay agujeros de guión ni incoherencias. Pero ¿eso no sería hacer de menos la película?