Death of Don Quijote, de Miguel Faus

Pabst, Welles, Kozintsev, Gutiérrez Aragón, Serra y muchos otros. Y Terry Gilliam, por encima de todos ellos, tratando de abarcar a Quijote. La historia del Quijote, la esencia del quijote. Lo quijotesco, como concepto. La ambición caballeresca, pero, más allá, el deseo humano de vencer a los gigantes, de ir más allá de sus límites. Proyectos todos ellos insuficientes, derrotados en su ambición, dispersos, perdidos en la inmensidad de la obra literaria. Tal vez ninguno reflejó la imposibilidad de abarcarlo como Perdidos en La Mancha (Lost in La Mancha, Keith Fulton, Louis Pepe, 2002), el documental sobre el naufragio de Gilliam en su primer intento de rodaje.

Y sin embargo Miguel Faus se atreve a volver a Quijote. En concreto a la imposibilidad de rodarlo. La muerte de Don Quijote mira a la cara no del mito sino de aquellos que miran/admiran el mito, a la dificultad de aprehenderlo, de transmitirlo en imágenes y, en última instancia, de ser absorbidos por ellas. Gilliam (inevitable volver a él) lo consiguió perfectamente en la primera mitad (muy superior al resto) de El hombre que mato a Don Quijote (2018) dónde un anciano alucinado funde su anodina vida con el recuerdo del fugaz papel que interpretó años atrás. Miguel Faus contempla ahora la locura de dos profesionales, un actor y un director, obsesionados en llevar a cabo una obra que culmina con la muerte del hidalgo manchego. Pese a la previsibilidad del desenlace, Faus elabora un cortometraje conciso que retrata con precisión a dos personajes atrapados en la ambición de retratar al mito. Con una cuidada fotografía y un montaje impecable, nos enfrenta de nuevo a la obsesión de captar la esencia, sólo asumible desde el sacrificio. En otro brillante corto basado en montaje de material previo, The Start of an Ending (2016) recopilaba planos iniciales y finales de 75 películas, dejando para el espectador la especulación, el interés o tal vez el ansia de descubrir el material que vive entre unas y otras. El plano final de La muerte de Don Quijote, la película dentro de la película, es eco de la primera y resuena en todos sus fotogramas con anticipación, recordándonos, remachando, la aparente maldición que pende sobrevuela los rodajes de la obra maestra de Cervantes.