Un D’A apocalíptico
Hace unas semanas (no tantas, aunque se antojan una eternidad) nos despedíamos del cine en pantalla grande con los comentarios del Festival Americana. Un lapso de dos meses representa ahora, con todos los cambios sociales, laborales y personales, un auténtico salto en el tiempo. Estamos frente a un cambio en los paradigmas de nuestra vida diaria como los que nos han presentado tantos autores en la literatura y el cine de ciencia ficción y sus sociedades post-apocalípticas.
Es en este contexto en el que llega la edición 2020 del Festival de Cine d’Autor de Barcelona, el D’A. Será una edición atrevida, una apuesta arriesgada, que nos ofrece un abanico (reducido respecto al plan inicial, previo a tal apocalíptica pandemia) de obras tan atractivo y variado como suelen ofrecer. ¿Cómo poder disfrutarlo? A través de una plataforma digital, como no. La ya veterana Filmin será quien acoja las “proyecciones” del D’A a las que accederán libremente todos sus suscriptores, así como los que se abonen al Festival, a quienes se les ofrece una suculenta oferta de visionado que se prolonga más allá de las películas del Festival, durante tres meses.
¿Cómo resultará la experiencia? No podremos tomar con los amigos el café antes de una sesión maratoniana ni la copa posterior a los visionados. Tal vez la familia o el hambre distraigan nuestra atención. Y, difícilmente, tendremos la misma experiencia que resulta del visionada en la sala oscura que algunos tanto añoramos. Sin embargo, la opción asumida por los amigos del D’A es meritoria. Show must go on… y, teniendo en cuenta el exponencial incremento de consumo que las plataformas han recibido en los dos últimos meses, no sería de sorprender que haya una audiencia superior para algunas obras de las que hubieran tenido en una sala de cine, mal que algunos “viejos clásicos” como yo mismo lo podamos lamentar.
Entre los largos presentados cabe la pena mencionar la retrospectiva de Jessica Hausner (con el estreno de Little Joe), las de los sospechosos habituales del D’A (Habitación 212 de Christopher Honoré o Roubaix, une lumière de Arnaud Desplechin), películas llegadas de China con prestigio en su haber (Saturday Fiction de Lou Ye, Dwelling in the Fuchun Mountains de Gu Xiaogang), cine rumano (Ivana the terrible, de Ivana Mladenovic, Monsters de Marius Olteanau) o algunas premiadas en otros festivales (Abou Leila, de Amin Sidi-Boumediene, Un blanco blanco dia de Hlynur Palmason, The Twentieth Century de Matthew Rankin o This is Not a Burial, It’s a resurrection de Lemohang J. Mosese). Por otro lado podremos bucear entre propuestas más íntimas y peculiares como A Cinema Prayer del mismísimo Andrei Tarkovski o Aznavour by Charles, reflexiones sobre la vida autoral, A Stormy Night (debut en el largo de David Moragas), My Mexican Bretzel de Núria Giménez, La reina de los lagartos de los Burnin’ Percebes, éstas últimas formando parte de la siempre interesante sección Impulso colectivo, que apuesta por la nueva autoría española.
Vaya, que podremos disfrutar un puñado de buen cine, como siempre en el D’A. Pero este año será también muy remarcable la cifra de espectadores que tenga la propuesta por lo que de definitoria para el futuro de los festivales de cine pueda implicar esta propuesta.
Y, finalmente, destacar dos obras que, más allá del interés cinematográfico, despertarán todas los sueños en esta época de confinamiento, dos obras de veteranos que siempre nos han llevado a los límites morales y geográficos: Nomad, in the Steps of Bruce Chatwin, de Werner Herzog, y To the Ends of the Earth, de Kiyoshi Kurosawa… ni que sea por especular con el día en que podamos volver a campar libremente por nuestras anchas.