Novos Cinemas 06. Volumen 1

En estos tiempos los que revientan las taquillas y copan la cuota de pantalla de sofás y mantitas en todo el mundo son los mismos superhéroes en mallas, los mismos tipos con gabardinas y gafas oscuras y los mismos asesinos enmascarados que lo hacían hace veinte años. El mercado parece sugerir una revolución (aunque no necesariamente emparejada a una evolución) con la llegada de las plataformas pero a la vez la tendencia en el seno de Hollywood, centro del mundo cinematográfico, es inmovilista y conservadora. Ninguna novedad, está claro. Pero en realidad esto no es así en todo el mundo todo el tiempo. Al menos durante una semana de diciembre, un puñado de irreductibles gal(eg)os resiste, todavía y desde hace ya seis años, al invasor. La programación de Novos Cinemas, es rigurosa y coherente, como quizá debería corresponder a estos eventos cinematográficos aunque los responsables de otros, como estos virus tan mediáticos y puñeteros, muten a su antojo las convenciones autoimpuestas en el pasado por conseguir perpetuarse al mando de sus citas reconvertidas en chiringuitos retroalimentados por el furor desenfrenado y acrítico de las redes sociales y la democratización global de las opiniones, esa otra revolución. Aquí hablamos de rigor, sí, a la hora de proyectar solo trabajos de directores noveles (primer o segundo trabajo) y coherencia, también, seleccionando visiones nuevas y talentos emergentes que no han tenido aún la oportunidad de darse a conocer, tanto a nivel nacional como internacional, promocionar y difundir entre la gente joven parte del cine que no llega de forma habitual, así como facilitar la alfabetización audiovisual de la población mediante encuentros con profesionales del audiovisual (#AULA) y por último, fomentar el asesoramiento de proyectos cinematográficos en cualquier fase de desarrollo (#LAB). El festival, que comenzó celebrándose en verano durante las primeras ediciones, ha permitido este año la posibilidad de cubrirlo de forma online, y así servidor ha podido dar cuenta de buena parte de las obras presentadas, principalmente de su sección oficial. Por motivos diversos (siempre de peso), desperdicié la oportunidad de cubrirlo en aquellos tiempos en que nuestro compañero y excolaborador Ángel Santos cumplía con las labores de programación y contribuía a levantar de cero un evento radical y atípico, una suerte de resistencia fílmica, que en estos tiempos de anquilosamiento del ideario cinematográfico, resulta aún más valioso. No descarto poder acudir presencialmente en un futuro, pero desde luego la posibilidad de acercarse a la cita a distancia ha sido algo positivo a la hora de dar visibilidad al evento, muy a pesar de que una pandemia mundial de semejantes dimensiones haya sido la causante de que se abriese dicha opción a los medios acreditados, y también, por supuesto, del sacrificio que supone rebajar la experiencia del visionado en una sala de cine en condiciones a hacerlo en el televisor, algo de lo que determinado tipo de propuestas se resienten más que otras, principalmente porque las tentaciones externas (desde coger el móvil para cualquier cosa que no sea contemplar un plano en el que aparentemente no ocurre nada durante demasiados minutos, a tender la colada o poner a hervir el agua para hacerse unos macarrones) nos atrapan de una forma que en el cine, donde no hay escapatoria, no es posible. De ellas hablaré en este primer texto.

Eles transportan a morte (Helena Girón, Samuel M. Delgado). Sección Oficial

La ganadora del certamen se construye en torno a dos historias yuxtapuestas y vagamente relacionadas desarrolladas en 1492, durante el viaje de Colón. De hecho, los tres protagonistas de la primera historia son presos que conmutaron su sentencia por formar parte de la tripulación (un viaje en el que nadie quería embarcarse), y que se fugan con una de las velas de propina (inversa) al llegar a las costas canarias; la otra es una mujer que lleva cargada en un burro a su hermana menor moribunda, tras un intento de suicidio fallido a causa de un mal de amores, camino de una curandera que tal vez pueda salvarla de la muerte. Es destacable el trabajo en los apartados de vestuario y maquillaje, pues es habitual encontrarnos en producciones de época, independientemente de la extracción social de los personajes, con sonrisas profiden y pelos pantene. Aquí los protagonistas van, cómo sería natural en dichas circunstancias, sin duchar, con el pelo graso y la cara y las ropas sucias, roñosas, mugrientas. Lo mismo puede decirse de la producción, vemos un cuchillo y está oxidado y no parece como si acabara de comprarse en Ikea. Rodada en 16 mm (algo que se aprecia mejor en ambas secuencias de transición de la historia de ellos a la de ellas) a caballo entre Tenerife y Orense, es cine radical, no narrativo, que encaja bien dentro del movimiento del novo cinema galego (rodada también en el idioma) y que nos habla, sí, del lado oscuro del colonialismo (en realidad el único, aunque es cierto que siempre se le intenta dar un buen lavado por la parte interesada), tanto del que se produjo con la llegada de Colón a las Américas como el que se llevaba produciendo en las propias islas Canarias desde algunos años antes, si bien el hecho de tener que reforzar el mensaje con voces en off cercanas al epílogo le resta fuerza al mismo. Quizá se podría haber hecho más hincapié en ello a través de los escasos diálogos. Sin ser necesaria la verborrea de Tarantino, por ejemplo, el film se podría haber beneficiado de algo más de texto sin perjudicar su ritmo intencionadamente moroso. Además de contar con imágenes poderosas (la secuencia onírica que puede recordar a las pinturas deformadas de Francis Bacon; el plano final, con el fuego creciendo de la nada mientras leemos sobreimpresionada una cita de Jules Michelet hablando de brujería, que tiene más sentido gracias al final del relato de la citada voz en off y, si hilamos muy fino, el aspecto físico de la curandera se puede acercar bastante a lo que es una meiga), el film también se apropia de material de archivo para integrarlo en su historia de forma natural (Alba de América, Juan de Orduña, 1951; Erupción del Teneguía, José Antonio Vías Torres, 1971), aumentando la sensación de opresión sobre los tres prófugos. Me gustaron más algunas otras propuestas, incluidas las dos que cito a continuación, aunque por alguna cosa que diga pueda no parecerlo, es solo un exceso de sinceridad.

Novos Cinemas

Rock Bottom Riser (Fern Silva). Sección Oficial

Con permiso de Berg, de la que hablaré a continuación, y del film ganador del certamen, recién comentado, Rock Bottom Riser es probablemente la propuesta más radical que he podido ver en la sección oficial del festival. Un documental que se va abriendo paso a través de diversos frentes y en el que solo al final nos daremos cuenta de que no tenemos tan claro qué nos están contando exactamente, aunque podamos tener una somera idea. Seguramente su director lo tendrá claro en su cabeza, pero la claridad expositiva no es una de las virtudes del film. Puede que se trate de una vindicación nacionalista de Hawái, tal vez nos esté hablando de la búsqueda de un planeta B que la raza humana pueda algún día colonizar cuando la vida en la tierra ya no sea posible, o simplemente consiste en un tratado de cartografía astronómica o de navegación clásica en las islas de la Polinesia. Quizá solo nos está hablando sobre el desarrollo del telescopio más grande del mundo. Puede que la película de Fern Silva hable de todo ello o de ninguna de estas cosas, yo me lo he tomado como una sucesión de imágenes y narraciones, algunas más sugerentes (la vista aérea de la lava desfilando por la ladera de un volcán, con una percusión de esas que invitan a mover las extremidades de una forma rítmica y que además no queremos que se termine; una hipnótica voz hawaiana con eco hablando de mapas estelares mientras vemos unos diagramas indescifrables para los no iniciados; la sola mención de la posibilidad de que Dwayne Johnson interprete al mítico rey Kamehameha en una película de Robert Zemeckis, aunque haya olvidado las imágenes que acompañaban esto; un videoclip ralentizado de unos tipos con gorra fumando porros que me recordó, no sé por qué, quizá por la mención previa a The Rock, a Justin Timberlake al son de The Killers en la película Southland Tales de Richard Kelly, aunque en el fondo creo que es por el humo en slow motion) que otras (un moderadamente largo plano fijo de una palmeras al atardecer cimbreando al viento; unos planos de citas literarias directamente tirados sobre los libros, como si fuesen posts de Instagram o planos de películas de Truffaut; el fragmento de una clase de astronomía en alguna universidad de esas con pizarras kilométricas llenas de fórmulas, y eso que yo estudié una asignatura al respecto en la carrera, pero ya hace mucho de eso, y reconozcámoslo, su belleza era inversamente proporcional a la distancia que se mantenía con ella). También me quedo con el I am a Rock de Simon and Garfunkel, primero porque la canción me gustó (no la conocía, no) y la clava enterita, y segundo porque me lleva a establecer un paralelismo entre la película y Help I’m a Rock, de Frank Zappa, que al final son dos experiencias igualmente áridas, pero que se pueden llegar a disfrutar mucho con una mente abierta y sin prejuicios, aunque reconozco que la mía todavía no está tan abierta ni desprejuiciada como me gustaría y disfruto bastante más con la canción, que además dura poco más de ocho minutos, que lo que he disfrutado con la película, que alcanza los setenta. 

Novos Cinemas

Berg (Joke Olthaar). Sección Oficial

Como los dos films comentados previamente, esta es una de esas películas no narrativas que apelan a la inmersión en la experiencia, y que sin duda merece la pena siempre que uno sea consciente de aquello a que se va a enfrentar. Ideal para todos aquellos que aman la montaña y el senderismo pero se han roto una pierna, viven muy lejos de las naturalezas abiertas que les gustaría explorar, o no les gusta tanto como para practicarlo en vivo, sino más bien como algo a incluir en el perfil del Tinder con la foto épica de aquella vez que fueron a pasar la noche de acampada en La Pedriza, pero necesitan un poco de background real, aunque sea de vistas/oídas, por si les pregunta algo su futura media naranja. También, por supuesto, para aquellos que quieran probar antes de exponerse realmente a la naturaleza y su crudeza para con nosotros, los miserables humanos. No será ni de lejos como sufrir en sus propias carnes un terremoto, una inundación o un volcán destruyendo todo tu entorno y parte de tu vida, pero sí sirve para hacerse una somera idea de la insignificancia del ser humano frente a la naturaleza, muy bien ejemplificada en el plano del desenterramiento del cadáver de un montañista sepultado por la nieve o en aquellos durante los cuales transcurre una tormenta. Más allá de esto, un blanco y negro muy fotogénico para el Parque Nacional de Triglav, en Eslovenia, donde fue rodado el film, en el que vamos a ver planos fijos de montañas engullidas por sombras provocadas por lo único que puede generarlas, las nubes y más montañas. Cielos nublados, rocas, el agua de los ríos y las cascadas, todo naturaleza salvaje, incluyendo algunas criaturas como cabras, perrillos de las praderas y algunas curiosas aves. Excepciones, pocas, un plano subjetivo de uno de los aventureros completando un ascenso, y algunas imágenes de archivo en color como el citado rescate de un cuerpo al que la nieve ha arrancado la vida. La inmersión se completa gracias a un sonido envolvente, el de los elementos, siendo la única banda sonora la de la naturaleza con puntuales destellos de música ambient a cargo de Rutger Zuydervelt. De vez en cuando, veremos (dependiendo de nuestra agudeza visual, pues sus siluetas pueden pasar desapercibidas entre la vastedad del paisaje) a los protagonistas (un eufemismo para citar a los tres humanos que hablan en off al comienzo, para tratar de describir con palabras algo que solo puede ser vivido en primera persona), pues la verdadera protagonista no deja de ser la madre tierra, mother earth, que diría Macaco.

Novos Cinemas 06. Volumen 2