Top 2021 – 3. First Cow, de Kelly Reichardt

First CowTras una cita de William Blake sobre la amistad, uno de los temas centrales de First Cow, el plano que abre el film pondrá a prueba nuestra paciencia y a la vez dará cuerda a nuestro cerebro, no será la primera vez; cuanta mayor es la duración de un plano en el que en el que a nivel narrativo no sucede gran cosa, más oportunidades tenemos de dar libertad a nuestra imaginación. En esta ocasión se trata de un largo carguero de mercancías navegando por el río Columbia, en el que me preguntaba si Kelly Reichardt tendría los santos ovarios de no cortar el plano hasta que el barco terminase de desaparecer por el extremo de la pantalla. Este comienzo es un homenaje al director Peter Hutton, adalid de ese cine experimental que retrata silenciosamente paisajes y ríos, también en 16mm, en tomas bastante más largas, todo sea dicho. A continuación, ya en tierra, vemos a una joven de nuestra época, lustros arriba o abajo, paseando a su perro, que descubrirá enterrados dos esqueletos aparentemente cogidos de la mano. La entrada en el flashback que nos contará la historia oculta de esos hoy ya cadáveres no puede ser más discreta, pues sin solución de continuidad, ni intertítulos o aviso alguno, vemos a Cookie (John Magaro) recogiendo setas, unos doscientos años antes. Ya en ese primer plano perteneciente al pasado, el mitón raído que cubre una de las manos de este, que trabaja como cocinero en una expedición de tramperos, deja poco lugar a dudas al respecto de que hemos viajado en el tiempo. Poco después de salvar la vida al emigrante chino King Lu (Orion Lee) (que se pone en sus manos habiéndole confesado un asesinato, lo que no deja de ser una gran muestra de confianza ciega, y el primer paso hacia esa amistad de la que hablaba al comienzo), se producirá un nuevo salto temporal, esta vez hacia delante, con la misma discreción que el anterior. Tras esta elipsis ambos volverán a encontrarse en una taberna, dentro de un asentamiento de colonos que conviven con los indígenas en la frontera de Oregón, cerca del río que ya vimos en nuestro presente. King Lu invita a Cookie, que ya abandonó la expedición y ahora está viviendo en una tienda de campaña, a que le acompañe a su casa. Si se hubiese quedado vigilando el bebé que le deja encargado un tipo antes de meterse en una violenta pelea, algo muy parecido a lo que le sucede al detective Mike Hammer en la novela El gran crimen (The Big Kill; Mickey Spillane, 1951) (aunque este sí se hizo cargo de la criatura), tal vez el destino de los protagonistas habría sido diferente, pero atraído por el carisma del asiático, decide dejar al bebé a su suerte y acompañar al que se convertirá en buen amigo y compañero de una aventura sin par.

First Cow

Sin ser del todo perteneciente a esa clase de cine experimental que comentaba al principio, en la película de Reichardt sigue habiendo lugares para la divagación mental, por eso tampoco me resistiré a comentar otra asociación de ideas que me vino a la cabeza en el momento en que Cookie se decide a tapar sus botas con las perneras del pantalón, tras darse cuenta de que parecen ser «demasiado» apreciadas por su entorno, pues me recordó al relato El abrigo (The Coat), de Hubert Selby Jr. donde el frío invierno hace que la prenda que da título a la historia sea el bien más apreciado y la preocupación mayor del mendigo que lo porta (y del resto de mendigos de su alrededor). Este se encuentra en el NY de mediados del siglo XX, pero del mismo modo que en el asentamiento en que se encuentran nuestros protagonistas, el entorno no es precisamente amigable, y en ocasiones es directamente hostil, en el cuento porque se mueve en un ambiente de mendicidad donde la supervivencia puede pasar por robar o aprovecharse de otros de formas no simbióticas, y en la película porque es un momento fundacional, se está comenzando desde cero, no hay moneda oficial, se manejan con trueques y dependen en gran medida de sus habilidades personales. En el caso de Cookie, las botas, por ejemplo, son fundamentales para pescar truchas en el cauce del río. Concretamente hay un plano en el que caza una que sigue el curso de la corriente, de pie en la orilla. El personaje, pero también el actor, no hay trampa ni cartón. Reichardt obligó a los actores a vivir en las condiciones reales de los personajes, a aprender a hacer fuego sin cerillas, etc. Incluso el pastel de arándanos, protagonista indiscutible de una importante escena, lo cocinó el propio Magaro (con utensilios de la época).

First Cow

First Cow es un western atípico donde la camaradería podría llegar a ocultar algo más, pero nunca se llegará allí, por temor o por falta de valor, o por un exceso de imaginación por mi parte que no se traduce en el guion, seguramente más realista, como en tantos westerns y noirs pretéritos. Rondan también por allí la forja del capitalismo en una microsociedad claramente estratificada en clases (siempre las hubo), la brecha de género (aunque consista precisamente en la casi inexistencia de personajes femeninos, motivo por el que gente como Cookie se dedique a cocinar u otras faenas que en la época no estaban tan igualmente distribuidas por sexos como en la actualidad), y la persecución del sueño americano, encabezada por un inmigrante chino con cabeza para los negocios, que suele ir emparejada con una ambición desmedida (el cuento de la lechera viene aquí muy bien traído), y eso, que no es una excepción en este caso, les llevará por mal camino. Ah, sí, y una vaca, que en la novela de la que parte Reichardt, The Half-Life (Jon Raymond, 2004), no aparece, pero desde luego en la película merece todo el protagonismo del mundo.

Top 2021 – 2. El contador de cartas, de Paul Schrader

Top 2021 – 4. Titane, de Julia Ducournau

Top 2021. Votaciones individuales