Aprovechando el estreno en Netflix de La matanza de Texas (David Blue García, 2022), nueva aportación a una franquicia que partió de un título fundacional para ir dando un nuevo bandazo cada dos entregas aproximadamente, repasamos las nueve películas que la componen hasta la fecha, incluyendo esta última.
La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1974)
Tobe Hopper consagró su vida al terror, desde su debut con Eggshells (1969) hasta su última obra, la ya lejana Djinn (2013), pero a pesar de notables ejercicios de género que como poco consiguieron removernos un poquito por dentro como Combustión espontánea (1990) o La masacre de Toolbox (2004), y algún hit como Poltergeist (1982) o que se convirtieron en uno con el paso del tiempo como El misterio de Salem’s Lot (1979), si hay una película que haya conseguido que le reservemos un lugar especial en nuestros altares, en nuestros particulares olimpos de lo tenebroso, esa no es otra que La matanza de Texas. Casi cincuenta años después sigue siendo tan malrollera y provocadora como el primer día, desde ese comienzo con el cadáver desenterrado pudriéndose al sol que más calienta, el tejano, mientras la radio narra el incidente, del que luego descubriremos que es culpable la siniestra familia con la que se topan los protagonistas. La primera aparición de Leatherface seguirá siendo un hito del cine de terror de todos los tiempos, y es ejemplar cómo sin efectismos ni ninguna música adicional consigue transportarnos en un instante al epicentro del mal, con ese inesperado y brutal martillazo que nos deja tan en el sitio como al pobre Kirk. La escena que sigue no es menos espeluznante: la cámara a ras de suelo sigue a Pam, desde debajo del columpio en que esperaba, mientras esta camina hacia la casa, pero en determinado punto, aunque la joven sigue avanzando, la cámara se detiene, como si no se atreviese a avanzar más, aguardando desde lejos de la puerta, como si supiese lo que espera dentro a la muchacha. Y precisamente eso, lo que le espera, será difícil también de olvidar. Ese incómodo momento en que Leatherface la atrapa en la puerta y se la lleva al interior para colgarla en un gancho de carnicero, desde donde ella observará como va despedazando a su compañero. Si La matanza de Texas aventaja en su aproximación al verdadero terror a la mayoría de sus míticas sucesoras como cánones del género en el imaginario popular, ya sean Halloween, Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street es porque precisamente Leatherface y su familia no son de esos que atacan en sueños ni regresan de los muertos, no tienen ningún aura sobrenatural que les aleje de nuestra realidad, más bien lo contrario, parecen demasiado reales, algo alimentado además por la narración introductoria que induce a creer que la historia que nos cuentan ha sucedido de verdad, aunque el guion estaba inspirado en detalles puntuales de los crímenes de Ed Gein y poco más. Incluso, en oposición a esos otros films y a casi cualquier otra muestra representativa del género, la mayor parte de la historia transcurre a plena luz del día. La matanza de Texas es un terror que se siente cercano y está plagado de imágenes para el recuerdo (unas y otras repetidas hasta la saciedad en los films posteriores), algunas de menor impacto como el cadáver del armadillo en la carretera o la veleta en el exterior de la granja, y otras creadas para poblar pesadillas, como el martillo y el gancho de carnicero ya citados o la sierra mecánica del título original, coprotagonista de ese tramo final que es también historia del cine, aún escalofriante a día de hoy, sin importar cuántas veces lo hayamos visto antes o que ya sepamos de antemano lo que va a ocurrir, pues la tensión y el suspense permanecen con nosotros hasta el último plano.
La matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2, Tobe Hooper, 1986)
Una de las principales virtudes de esta secuela dirigida por el propio Hooper es que no se limitó a emular a la película original, lo que habría delatado la misma falta de originalidad que afecta desde siempre a otras sagas del género. Sí recrea la escena de la cena, con la víctima presidiendo, pero sin ese montaje nervioso y perturbador con los planos casi pornográficos de su rostro (y del ojo), otra de las partes memorables de la obra del 74, y en su lugar se impone un pequeño plano secuencia que va y vuelve un par de veces a lo largo de la mesa. Cuando se corta el plano, en todos los subsiguientes la cámara consigue apañárselas para colocarse exactamente dónde debería estar, incluyendo esos tan desagradables como pertinentes primeros planos del abuelo. Más allá de este guiño que a su vez tiene su originalidad, y mención aparte del diseño del escenario verdaderamente espectacular, la película tiene bastantes méritos propios. Como por ejemplo su apertura en esa carretera de Texas, paraíso de las armas, con unos tarados disparando a los letreros que no tardarán en ser «ajusticiados» por Leatherface como parecen pedir a gritos en una secuencia brutal y vibrante que pone muy alto el listón, y sin embargo la película es capaz de mantener el nivel sin apenas más muertes, sustituyéndolas por el deambular de una protagonista que se come la pantalla, una scream queen a la altura de las circunstancias que eclipsa totalmente a un Dennis Hopper cuyo personaje busca venganza. Caroline Williams estuvo varias décadas alejada del género, pero tras ser recuperada en Halloween II por Rob Zombie (cuya familia Firefly es infinitamente deudora de los personajes creados por Hooper y Henkel, del mismo modo que La casa de los mil cadáveres sería impensable sin estos dos primeros films de la saga, a los que saquea sin piedad y con cierto gusto, del mismo modo que también toma prestado de aquí en su magistral Lords of Salem), ha vuelto para quedarse y ahora no rueda otra cosa que cine de terror. Aquí mantiene una especie de romance con el monstruo en pos de la supervivencia, donde la sierra mecánica se convierte en un fetiche sexual, aunque haya que rezar para que el pequeño de los Sawyer no pueda arrancarla. Leatherface sigue haciendo apariciones totalmente inesperadas, gracias a la eliminación de cualquier sonido o música anticipatorios tan habituales en el género, y Bill Moseley en su segunda película consiguió el papel que le encasillaría para siempre, demos gracias, y como tal también fue rescatado por Zombie como miembro de la familia Firefly.
La matanza de Texas III (Leatherface: Texas Chainsaw Massacre III, Jeff Burr, 1990)
Toda la originalidad y frescura que atesoraba la secuela del propio Hooper se convierte aquí en algo convencional y rutinario, pero lo peor es que La matanza de Texas III es una película muy aburrida. Desde un principio se abre el abanico de posibles víctimas en potencia que luego se transformarán en acto, pero todo contado con una desgana y una falta de visión para el terror que da casi náuseas. Que sí, que muy bonito el lema ya mencionado en la película anterior, ese que popularizó Siniestro Total: «La sierra es la familia«, inscrito en la hoja de la sierra mecánica, pero luego apenas se saca partido al mortífero elemento. Y una familia que ha aumentado misteriosamente (y que cuenta con un joven Viggo Mortensen en uno de sus primeros papeles) pero que no parece alcanzar los niveles de insania que sus antecesores en las primeras dos películas, se ha perdido por el camino ese carisma que tenían los personajes en los trabajos de Hooper, y toda la esencia que las hacía películas especiales. Si somos sinceros con nosotros mismos y con el género y la saga, esta tercera parte ni siquiera debería existir, aunque quizá su mayor problema sea precisamente las expectativas generadas por los dos trabajos previos por un lado, y la abismal separación con el tratamiento de ambas, a pesar de contar con un universo en común.
La matanza de Texas: La nueva generación (The Return of the Texas Chainsaw Massacre, Kim Henkel, 1994)
Como el film anterior, no deja claro si es una secuela de la primera película o de la segunda, o si lo es de la tercera, sea como fuere habría algunas incoherencias narrativas respecto a la continuidad en cualquiera de los casos, pero entendemos que eso no era lo importante. Tal vez si se obviase la narración introductoria marca de la casa, que no es el caso, podríamos pensar en un reboot o en un remake. Es curioso el fenómeno de las interpretaciones en la saga, ya que hasta este cuarto film solo Jim Siedow participó con el mismo papel en la primera y segunda parte. Los demás personajes eran reinvenciones con actores diferentes o incluso nuevos personajes. Veinte años después del film original, Kim Henkel, coguionista de aquella junto a Hooper escribe este despropósito que gana puntos si se toma a risa, y motivos hay para ello (diré en su descargo que el título original ya parecía apuntar que la cosa no iba muy en serio). Quizá lo más destacable sean las interpretaciones de unos casi debutantes Renée Zellweger y Matthew McConaughey (que no habían hecho gran cosa hasta entonces aparte de coincidir en Movida del 76 de Linklater), como víctima (que empieza de mosquita muerta y acaba ganando puntos) y verdugo (su Vilmer es un papel totalmente desquiciado y desquiciante). La familia de asesinos (el apellido Sawyer aquí ni aparece) se completa con la novia de Vilmer (imaginemos que la razón de que haya pizzas en la mesa) un hermano cultureta (pero igual de redneck que el resto) que cita a Shakespeare y Voltaire y un Leatherface que se traviste mientras escucha viejas glorias en vinilo, desmitificando así del todo al personaje si no lo había logrado ya el film anterior. Al final, cena en familia, por supuesto, y al ver el maquillaje del abuelo (y que este se levante como si tal cosa) parece que los veinte años respecto al primer film hayan sido hacia el pasado. Habrá hueco para un giro inverosímil anticipatorio de películas como Hostel, aunque sin profundizar demasiado en los personajes pertenecientes a esas altas esferas que supuestamente pagan a los miserables caníbales para hacerles el trabajo sucio y un desenlace que intenta citar al primer film, y cuando se intenta evocar algo como eso hay que estar muy seguro. Aquí lo que se consigue es la comedia involuntaria (aunque como indicaba al principio es difícil pensar que no sea intencionada) con un Leatherface moviendo la sierra al compás de Blue Moon at Dawn que solo puede hacernos reír por no llorar.
La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Marcus Nispel, 2003)
Afortunadamente terminaron los noventa y para la franquicia iniciada por Tobe Hooper se acabaron (al menos de momento) las secuelas arbitrarias y olvidables, y bajo la producción de Michael Bay se eligió a Marcus Nispel, realizador de videoclips para Cher, Gloria Stefan o Elton John entre otros (también uno para Paradise Lost), para recuperar la dignidad de la serie con un remake más que decente, que comienza con una introducción sobre la investigación policial para regresar al principio, a esa furgoneta y a ese infausto 18 de agosto de 1973. Descubriremos rápidamente que aunque el realizador de origen alemán (que también realizó un remake de Viernes 13 bastante potente unos años más tarde) copie un par de planos de aquí y allá, no trata de recuperar el espíritu del film original ni abusar de esto en su planteamiento y lo haremos ya desde el principio, pues, igual que en el film de Hooper, hay una secuencia con alguien a quien recogen haciendo auto-stop que también se vuelve tensa y con una conclusión que es una declaración de intenciones, uno de esos planos «imposibles» que atraviesa una cabeza y la luna de la furgoneta, probablemente el momento más memorable de la cinta que es recordado por su originalidad, pero también principalmente porque trata de distanciarnos de la situación de los protagonistas, buscando aparentemente lo contrario que en la película de la que es heredera, donde el espectador se iba introduciendo cada vez más en un mundo de pesadilla en continuo crescendo, donde la identificación con los protagonistas y su terror era total, y también nos avisa de que en esta ocasión habrá algo más de sangre. Esa secuencia por si sola ya contiene más cine que las dos películas anteriores juntas, y sobre todo algo de lo que ambas carecían, personalidad. También se agradece la presencia del director de fotografía Daniel Pearl, que repetía como en la película de 1974, de modo que visualmente sí nos acerca a aquella y contribuye a la creación de una atmósfera bastante siniestra. También el uso de contrapicados a la hora de representar de forma mucho más amenazadora al sheriff o a un Leatherface mucho menos caricaturesco y más cercano al del primer film. Con el cambio de siglo también cambia el perfil de la víctima, siendo la final girl una Jessica Biel que no se limita a huir sino que también se defenderá. Un notable ejercicio de reinvención que se ve ligeramente lastrado por un par de trampas bastante zafias e innecesarias en el tramo final, achacables también a las nuevas convenciones de un género que había ido evolucionando en los casi treinta años que separaban el film de Nispel del realizado por Hooper en 1974, pero que aún así deja un buen sabor de boca.
La matanza de Texas: El origen (The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning, Jonathan Liebesman, 2006)
Con Michael Bay nuevamente como productor principal, y también Hooper y Henkel con el cazo preparado confiando en que la cosa funcionase, La matanza de Texas: El origen, como su título indica, es una precuela, y junto con el film previo de Marcus Nispel llegaba destinada a crear una nueva línea temporal sobre la que desarrollar la saga. Nuevo director y nuevo guionista, pero por una vez con los mismos personajes y los mismos actores y un sentido general de la continuidad. El prólogo se desarrolla en 1939, en una carnicería donde vemos el sórdido e inverosímil alumbramiento de Thomas Hewitt (aka Leatherface). Su madre muere a manos del capataz de la carnicería (que la mata en defensa propia pues estaba siendo atacado por ella según daba a luz), y es recogido de un cubo de basura por la matriarca del clan Hewitt. En lugar de optar por mostrarnos la infancia del asesino (y verle acosado por los chicos del colegio como le recuerda el tío Charlie, ya convertido en el sheriff Hoyt que conocemos del film anterior), algo que ya intentaría Rob Zombie en su bastante más interesante Halloween (2007), aquí nos saltamos treinta años plantándonos en unos EE.UU. inmersos en plena guerra de Vietnam. Dos hermanos (uno flipado que quiere volver al frente y el pequeño, que aún tiene dos dedos de frente y que no quiere acompañarle, aunque el primero aún no lo sepa) y sus novias serán los incautos que se toparán con la familia Hewitt. Y sí, el título no engaña, quizá Thomas fue un niño algo raro, después un tímido adolescente y ahora, ya adulto, un tipo un tanto huraño, pero hasta ese verano del 69 del que nos cantaba Bryan Adams en principio no había matado a nadie. Aquí veremos cómo Charlie se convierte en el sheriff Hoyt, cómo Thomas se enamora de la sierra mecánica y empieza a hacer sus pinitos con ella, y por supuesto como se hace con su primera máscara de piel humana, así pues, orígenes hay. Como en el film anterior, nos olvidamos de empatizar demasiado con el desfile de víctimas y nos adentramos en el terreno del slasher, con muertes no especialmente ocurrentes pero siempre truculentas. Aunque Jonathan Liebesman no tiene el pulso narrativo de Marcus Nispel consiguió facturar un producto al menos entretenido, y a pesar de que los actores destinados a hacer de carnaza no tenían el carisma, o lo que sea que tuviera Jessica Biel, como en el film anterior, Lee Hermey (el sargento Hartman de La chaqueta metálica) logra salvar la función. Se agradece también un final original, no en sentido global, pero sí al menos dentro de la saga y a la vista de los antecedentes.
La matanza de Texas 3D (Texas Chainsaw 3D, John Luessenhop, 2013)
Aunque tras el anterior film, la precuela del notable remake/reboot dirigido por Marcus Nispel, todo parecía apuntar a una continuación del universo iniciado en aquella, no se llegó a un acuerdo y finalmente la franquicia volvió a cambiar de manos. En esta ocasión se optó por continuar la historia justo donde terminaba la película original dirigida por Tobe Hooper. Por supuesto, el hecho de que fuese una secuela directa de aquella no dejaba de ser un truco para ofrecer un slasher contemporáneo donde un grupo de jóvenes mononeuronales y polihormonados serían asediados por el monstruo de turno. Tras una secuencia introductoria donde se ve como una masa enfurecida ajusticia a los Sawyer tras los hechos acaecidos aquel 18 de agosto de 1973, saltamos a la actualidad de 2012. Todo parece indicar que aquello de «la sierra es la familia» ya pertenece al pasado: La familia se perdió y solo queda la sierra (mecánica) y su portador, un Leatherface septuagenario, que llevaba casi cuatro décadas encerrado en el sótano de su abuela (y protegido por ella), pero sorprendentemente la película termina llevándonos de la mano por otro camino a través de un giro, que pese a ser previsible, es el soplo de aire fresco que le da a la saga el cambio de aires que estaba pidiendo a gritos. Se puede comparar con alguna de las últimas entregas de Halloween, donde también han transcurrido décadas y se deja notar el peso del pasado y de la familia, pero además, aquí podemos decir que por primera vez empatizamos con el malo de la película, algo que en esta saga no había sucedido ni por asomo, y a este nivel ni siquiera en la citada Halloween, ni en Viernes 13 o Pesadilla en Elm Street (más allá de los clásicos chistes de Freddy o el disfrute ocasional de algún asesinato ocurrente de Michael o Jason), y pasamos a paladear la venganza de los últimos Sawyer con cierto regocijo, en parte gracias al notable aumento de la parte gore. Así es más fácil excusar alguna que otra tontería del guion (Alexandra D’Addario colgándose de la noria ni siquiera es lo más extravagante, y ya tiene lo suyo) o el trazo grueso de los personajes, esos malos malísimos que hacen que nos pongamos del lado de un caníbal asesino que lleva máscaras hechas con la piel de sus víctimas, pero al fin y al cabo no es cine de arte y ensayo, es una película en 3D de un zumbado con una sierra mecánica y como tal cumple su objetivo. John Luessenhop deja respirar a los personajes (al menos hasta que dejan de hacerlo sierra mecánica mediante), aprovechando la profundidad de campo y el 3D más allá de los típicos momentos específicamente preparados para ello, tan gratuitos y a la vez tan necesarios para justificar el uso de las gafas tridimensionales como cuando Leatherface lanza su mortífera herramienta directamente al espectador. Quizá sea debido la carencia de expectativas previa pero esta Matanza de Texas 3D me resultó entretenida y disfrutable. Y que nadie se olvide de aguantar hasta la pequeña y divertida escena post-créditos.
Leatherface (íd., Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2017)
Si La matanza de Texas: El origen era una precuela del remake/reboot La matanza de Texas (2003), este Leatherface sería su equivalente respecto a la versión de 2013. Mismos productores que aquella y nuevamente la idea de dar continuidad a una línea temporal más allá. También de nuevo nos encontramos con una película rupturista e innovadora en el ámbito de la saga que no nos presenta al típico grupo de postadolescentes que van a dar a la granja de la sádica familia Sawyer. En esta ocasión en el prólogo el sheriff interpretado por Stephen Dorff logra que a Verna (Lily Taylor), la matriarca de los Sawyer, le quiten la custodia de todos los niños del clan, tras encontrar el cadáver de su hija en la granja de estos, sin poder probar que han sido los asesinos. Diez años más tarde, Jed (que terminará convirtiéndose en Leatherface) huye del reformatorio con otros tres jóvenes y se llevan a una de las enfermeras de rehén. Una road movie gore dirigida por el dúo Julien Maury/Alexandre Bustillo debería ser un auténtico deleite para cualquier amante del género, aunque el resultado final es algo menos interesante de lo que podría parecer a priori. Hasta ahora es la única vez que han dirigido sin encargarse del guion, tratándose pues para ellos de un producto alimenticio con el que hacer caja para poder dedicarse a proyectos más personales, como lo fueron la estimable Kandisha (2020) y esa pequeña reinvención del cine de casas embrujadas que es The Deep House (La casa de las profundidades, 2021) y probablemente ese sea el motivo principal de que la película no esté a la altura de lo esperado en base al dúo realizador, si bien a nivel de puesta en escena cumplen, sin excesos, destacando principalmente los momentos más sanguinolentos y una perturbadora escena de sexo con su parte necrófila donde la chica se besa con un cadáver en estado de descomposición. Por la parte del guion de Seth M. Sherwood, una vez más se agradece la voluntad de llevar la narración a otros lugares más allá de la furgoneta con los jóvenes que van a dar en las fauces del mal. Hay un intento de sorpresa puntual algo tramposo pero que ni siquiera molesta porque también es bastante insulso y se basa principalmente en las suposiciones que se inducen en el espectador acerca de la identidad de Leatherface. El problema principal del texto es que no desarrolla especialmente los personajes, y tampoco es que esperemos una estructura de novela psicológica pero sí de alguna forma contemplar la génesis del asesino, descubrir cómo un chico que es capaz de resistirse a pesar de toda una familia presionando para que asesine a su primera víctima (en la exagerada secuencia del cumpleaños, antes de comenzar los créditos y el prólogo) pero no encontramos más que apuntes dispersos y lugares comunes, con el añadido de que ni siquiera es el protagonista de SU historia. Como curiosidad, Tobe Hooper (que figuraba como productor ejecutivo una vez más) falleció al día siguiente de la premiere en el Horror Channel FrightFest.
La matanza de Texas (Texas Chainsaw Massacre, David Blue Garcia, 2022)
Para una franquicia como esta que siempre ha avanzado dando tumbos no ha supuesto ningún problema volver sobre sus pasos en numerosas ocasiones y la película de Netflix es una más, la última hasta ahora. Tras unos comienzos complicados que incluyen (pero no se limitan a) cambio en la dirección con el rodaje ya comenzado, cancelación de su estreno en salas tras algunos pases de prueba donde el público no salió muy entusiasmado y su posterior venta a Netflix, esta vez el planteamiento es muy similar al de La noche de Halloween (Halloween, 2018) de David Gordon Green: Una secuela (otra más) directa del primer film, con título idéntico a aquel, pero desarrollada en la actualidad y con una víctima y su verdugo que han sobrevivido estos cincuenta años. Leatherface parece que se calmó desde los acontecimientos de 1973 y es por eso que Sally (Olsen Fouéré), con una melena blanca totalmente Jamie Lee Curtis-2018-lookalike, no ha podido encontrarle en todo este tiempo, no por no estar alerta, desde luego. Serán unos chefs foodies hipsters youtubers gilipollers no muy diferentes de los protagonistas de Superhost (Brandon Christensen, 2021) o The Deep House (Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2021), que se acercan con una horda de influencers a intentar resucitar (y monetizar) un pueblo casi abandonado donde el monstruo sanguinario probablemente pensaba terminar sus días de forma apacible, quienes despierten la furia asesina de ese pobre (y ágil, para su presunta edad) anciano que en el fondo seguramente lo agradezca, nostálgico por no haber sacado a pasear a su vieja sierra mecánica durante tanto tiempo. Como en las últimas entregas, ya no existe un especial interés en replicar estructura o planteamiento de la película original (afortunadamente, porque a la fórmula se le exprimió todo el jugo en aquella, y como ya hemos comentado el propio Hooper se dio cuenta de ello al abordar la segunda parte) sino que la historia escrita por Chris Thomas Devlin basada en una idea de Fede Álvarez y Rodo Sayagues —responsables del execrable remake Posesión infernal (Evil Dead, 2013), pero también de la interesante dupla formada por No respires (Don’t Breathe, 2016) y su secuela— se enfoca hacia un slasher convencional sacando a relucir toda la iconografía de la saga y que comienza en carretera, de camino al lugar de los (futuros) crímenes, con el encuentro con un texano de pura cepa que perturba la tranquilidad de los protagonistas, y un sheriff que les ofrece su apoyo, lejos de parecer amistoso. Sheriff y texano en los que resuenan ecos de alguno de los títulos anteriores y que prometían quizá tramas paralelas, serán de los primeros en caer (esto no va a ser una película coral, ni con densidad argumental alguna), y alguno de los protagonistas, bueno, digamos que se escandalizan por ver una bandera confederada en pleno corazón de Texas, así que seguramente no tenían claro dónde se metían. Es fácil saber quién aguantará hasta el final y quién no, el guion tiende las líneas hacia la empatía y la antipatía de forma muy clara, y no deja muchos espacios para la sorpresa. Se tocan de pasada temas con miga o que podrían tenerla (los asesinatos en masa y el uso de las armas, la cultura de la cancelación, la gentrificación…), pero se quedarán en lo anecdótico, ochenta minutos tampoco dan para más. Con una dirección bastante neutra sin mucho que aportar, salvo alguna que otra bonita postal (entre las que destaca el campo de girasoles malickiano del que ya se había hablado al conocerse el póster, o un cadáver sin cara, al que no se le ha caído precisamente de vergüenza, estéticamente colocado en ese mismo campo) a cargo de David Blue García, solo queda disfrutar de las muertes (al fin y al cabo a lo que se viene a una película como esta), alguna probablemente de las más salvajes vistas en las nueve entregas (particularmente la primera y la del martillo están muy bien). Hay algún toque de humor que tampoco suele ser un invitado bien avenido en la saga (por ejemplo los comentarios en Instagram de director y productores en el directo donde Leatherface da buena cuenta de los pasajeros del autobús de la fiesta, y en general esa secuencia que se mofa exageradamente, o eso quiero pensar, de uno de los fenómenos inequívocos de que nuestro mundo se va a la mierda) y un desenlace bastante disfrutón, no lo voy a negar. Los créditos (que están al final) me recuerdan a los últimos trabajos de Winding Refn (música electrónica incluida), y dan paso a una de las secuencias post-créditos más sosita que puedo recordar. Pero bonita, eso sí.
Mi top:
9. La matanza de Texas III
8. La matanza de Texas: The New Generation
7. La matanza de Texas, el origen
6. Leatherface
5. La matanza de Texas (2022)
4. La matanza de Texas 3D
3. La matanza de Texas (2003)
2. La matanza de Texas 2
1. La matanza de Texas