Festival DA2022. Decepciones y alegrías

No todo son satisfacciones. Algunas obras desconciertan o decepcionan. Otras quedaron ignoradas en sus pases. En cualquier caso no son películas a ignorar y aquí van los comentarios sobre todas ellas para reivindicar algunas o para que quien lo considere pueda rebatirme o lanzarme improperios por no defender otras.

Eles transportan a morte (Helena Girón, Samuel M. Delgado, 2021) es un proyecto excesivamente pretencioso, con dos historias que son forzadas a vincularse. La fuga de unos marinos con la vela de la Santa Maria, evitando un viaje forzado a las Indias, arranca con fuerza, aprovechando la dureza de la costa, las olas y las rocas erosionadas en las que se esconden los fugitivos. Desafortunadamente, la prolongación de tal situación y su mezcla con la historia de una adolescente suicida (la pareja embarazada de uno de los fugados) en los bosques gallegos, la referencia a la brujería y al machismo imperante son traídas a la pantalla con más voluntad que acierto. Tampoco me enganché a Los caballos mueren al amanecer (Ione Atenea, 2022), una obra en la estela de Muchos hijos, un mono y un castillo (Gustavo Salmerón, 2017), pero careciendo de la investigación de personajes que merecía. En esta ocasión la directora se vincula, al instalarse en una casa barcelonesa, cerrada durante casi una década hasta su llegada, con los tres hermanos que la habitaron. Un trío fenomenal que conviviera en el mismo domicilio y que se dedicaron a elaborar, textos y fotografías mediante, una suerte de fotonovelas de consumo casero. La directora sigue la pista del hermano mayor, dibujante de éxito que no sólo trabajara en la época de mayor gloria de la Editorial Bruguera sino que desarrollara carrera internacional, y de la hermana, cantante de ópera cuya carrera nunca despegó. Con tan fascinantes personajes se podría haber construido un gran largometraje pero falta desarrollo biográfico, fuera real o imaginado. Hay cierta premura y/o falta de presupuesto que afecta al resultado final, pese a la simpatía innegable que genera la propuesta.

Benediction

Benediction (Terence Davies)

Tampoco me resultaron completamente satisfactorias dos obras que llegaban con ecos de grandeza. En Benediction (2021) Terence Davies se pasa a los protagonistas masculinos, centrándose en la figura de un poeta de entre guerras, Siegfried Sassoon. El desarrollo de la primera mitad está entre lo mejor de su autor, en una brillante mezcla de denuncia antibelicista, descripción de un mundo reservado (la alta burguesía inglesa que buscaba nuevos valores culturales) y la asunción de la homosexualidad, del amor y el sexo. No obstante, una vez la guerra queda atrás y la obra se centra en los avatares amorosos del personaje, la crónica deviene un biopic televisivo de interés muy limitado. Las secuencias de Sassoon en el hospital militar, su equilibrio entre la denuncia constante y la creación artística o las fascinación que producen las reuniones aristocráticas se devalúan en la segunda mitad de la obra en  una serie de encuentros y desencuentros amorosos.

A France (Bruno Dumont, 2021) le sucede algo similar. Arranca y mantiene durante buena parte del metraje el torno de farsa propio de su autor. Vemos, en esta ocasión, una periodista y su entorno formado por un conjunto de personajes grotescos que pugnan por medrar, a cuesta de utilizar al prójimo, con el afán del máximo nivel de popularidad posible. Sin embargo, cuando la France protagonista, ídolo del país (y, en cierto modo, trasunto del conjunto de la sociedad) sufre una crisis de identidad, la farsa se arrincona por una simulación de melodrama. Dumont se ha esforzado en conseguir el feísmo de sus imágenes y no es menos en esta ocasión, culminando en la escena del accidente automovilístico, con primeros planos de los personajes dentro de un coche que vuelca, se arrastra, les hiere con las piezas que se fragmentan, cae por un acantilado y, finalmente (cómo no), estalla en llamas. Podría ser la secuencia cumbre de la farsa, pero el tono que le imprime el director no consigue nuestras risas como tampoco lo harán las sucesivas idas y venidas de la protagonista, embarcada (literalmente) en el Mediterráneo para seguir con cámara y sonidista, un grupo de emigrantes a bordo de una lancha. Parece que France funcionó para muchos espectadores pero personalmente me dio la impresión de que su director padeció la misma crisis creativa y personal que su protagonista.

Rhino

Rhino (Nosorih, Oleh Sentsov, 2021)

Hubo cintas que desconcertaron por estar en el Festival equivocado. Rhino (Nosorih, Oleh Sentsov, 2021) parecía una obra recuperada sólo por su nacionalidad ucraniana. Arranca con un admirable encadenado de imágenes en el domicilio del protagonista que va desde su infancia hasta la edad adulta, combinando barridos de una a otra habitación, mostrando su entorno familiar y situando  al protagonista frente a su destino. Un brillantísimo inicio, semejante al de Up!, que no se corresponde en absoluta con el resto de la película, una violenta historia de gangsters de medio pelo, realizada con piloto automático.

Zeria (Harry Cleven, 2021) es una tristísima fábula, tan bella como amarga, en la que un anciano, último habitante de la Tierra, escribe a su nieto que vive en Marte. Gran obra de animación concentrada en poco más de una hora la película (más propia del Festival de Sitges que del D’A) presenta las ruinas de la civilización, posiblemente debidas a las miserias que cuenta. Elaborada con sumo cuidado, utilizando decorados y marionetas de modo eficiente, acompañada de una muy efectiva (a ratos inquietante, en otros atractiva) banda sonora, Zeria pasó demasiado desapercibida.

Desconozco si el presupuesto justifica el resultado pero Atlantide (Yuri Ancarani, 2021) consigue parecer muy grande con muy poco. Me explico. La ganadora del premio de la crítica nos muestra, someramente, la actividad de grupos de jóvenes en la laguna veneciana, dedicándose a carreras con lanchas tuneadas que se alternan con momentos de dolce far niente, entre bebidas, sexo y drogas. Uno de los jóvenes, que se nos presenta con escasos recursos económicos trabajando en el campo, pugna por que su tuneado le permita ganar una carrera y figurar como otros competidores con lanchas más potentes. Yuri Ancarani, artista multimedia, se las arregla para mantenernos enganchados a la pantalla con unas imágenes atractivas, un excelente uso de luces y filtros y el uso del paisaje. El paso de las lanchas rápidas por unas aguas aparentemente inmutables o las secuencias en tierra, bañadas de iluminación extrema, confieren a Atlantide el tono de un Rebelde sin causa acuático dirigido por Winding Refn.

Il buco

Il buco (Michelangelo Frammartino, 2021)

Il buco (Michelangelo Frammartino, 2021), digámoslo ya, no es para todos los públicos. Como no lo era aquella maravilla que fue Le quattro volte (2010), una historia sin historia de un pastor en un remoto pueblo italiano. En esta ocasión, se marca un reto notable y plenamente conseguido. En los sesenta un grupo espeleológico del norte de Italia descendió a una sima de casi 700 metros de profundidad en Calabria. Frammartino revive la expedición con un nuevo grupo que desciende sin gran tecnología hasta lo más profundo de la cueva. En paralelo, alternando con la oscuridad del descenso, muestra imágenes del exterior, un valle lleno de verdes prados sobre el que discurren las nubes permitiendo intermitentemente la entrada de potentes rayos de luz. La cámara del veterano Renato Berta (colaborador de Godard, Malle, Tanner, Rohmer, Resnais…) recoge a sus 76 años la grandiosidad del mundo, alternando luces y sombras. Al llegar al final de la cueva, no habrá sorpresas, ni ríos ni tesoros ni grandes cavernas. Es la epopeya humana por llegar dónde antes nadie había llegado. En el exterior, el viejo pastor se funde con el paisaje, los bosques, las praderas, las cumbres, con el viento y la luz. Frammartino reproduce la hazaña del descenso y la compagina con la grandiosidad de la Naturaleza, haciéndolas patentes para todo el mundo.

Y acabamos con La fuga del capitán Volkonogov (Kapitan Volkonogov bezhal, Alexeï Tchopov, Natalya Merkulova, 2021) una de las más potentes cintas del festival y de las más ignoradas, podría haber sido un excelente thriller. Sin embargo la búsqueda de redención de este personaje resulta un drama salpimentado de cinismo y humor negro. Conocemos la historia de las purgas estalinistas que muchos negaban. Pero desconocíamos, al igual que el capitán Volkonogov, que éstas podían alcanzar un equipo de torturadores. Casi al inicio de la cinta, el protagonista de la misma, ve como el comandante del equipo de élite al que pertenece se suicida. Poco después, uno a uno, sus compañeros son llamados para una evaluación. Ninguno vuelve. Volkonogov inicia la fuga. En un producto más comercial veríamos cómo el capitán se enfrenta a sus enemigos o como trata de cruzar las líneas. Sin embargo, Natasha Merkulova y Alexei Xupov le enfrentan a sí mismo. Nunca sabremos por qué quieren acabar con el mejor equipo en su “especialidad” pero, flashback mediante, veremos algunas de sus “proezas”. Volkonogov, tras un episodio a la par chocante y onírico, comprende su destino y trata, in extremis, de obtener la absolución de los familiares de sus víctimas anteriores. Desesperadamente, mientras se esconde de sus antiguos compañeros, informa a una serie de personajes represaliados (una doctora condenada a vivir en la morgue, una viuda desolada, un padre rabioso, un esposo esperanzado, un niño solitario) del destino de su familiar desaparecido para pedirles perdón y, así, obtener una redención. El macabro itinerario mantiene no sólo la agilidad narrativa sino que permite una denuncia de los hechos a la par que evidencia el cinismo de un sistema político y social que basaba su terror en la complicidad de unos personajes que pretendían ignorar sus actos. Una obra a reivindicar de la que esperamos un estreno comercial.

Festival DA2022. Metacine