Todo a la vez en todas partes, de Dan Kwan y Daniel Scheinert

Como la vida misma, aquí, en todas partes

Todo a la vez en todas partesNos hemos pasado cerca de dos años aislados, confinados, para acabar, en el mejor de los casos, con una sensación de incertidumbre, de provisionalidad en el día a día. Algunos de los afectados por la enfermedad siguen sufriendo astenia. A nivel global, la política se muestra despiadada, con una invasión injustificada, una guerra y una inminente crisis alimentaria, por no hablar de la crisis económica. A nuestro alrededor, la irritabilidad, la agresividad incluso, están a la orden del día, como si la pandemia nos hubiera arrebatado la empatía más elemental… ¿No nos gustaría volver atrás, a como todo era antes de la pandemia?… Algo así comenta Evelyn Wang. Evelyn, la mujer que soluciona todos los problemas. Evelyn, la hija de un padre irascible que antaño la dejó marchar a otro país con más rabia que preocupación y que, entrada la vejez, se exilia en el domicilio de su hija. Evelyn, la madre de una hija a la que ama pero no entiende. Evelyn, la mujer de un marido bueno para nada. Evelyn, cantante de karaoke, profesora de yoga, escritora, cocinera, esposa en un matrimonio en crisis y dueña de una lavandería con muchas deudas. Evelyn, acusada de no haber triunfado nunca en nada.

Conocemos a Evelyn poco antes de su visita a Hacienda, dónde debe justificar unos gastos que ha pretendido desgravar de manera irracional, especialmente un equipo de karaoke para la lavandería. Pero, en el ascensor hacia la oficina de la temible Deirdre, la inspectora de hacienda,  su marido Waymond presenta una suerte de doble personalidad y le da una serie de extrañas instrucciones. Poco después la vida de Evelyn se transforma en un auténtico torbellino. El mundo está a punto de ser destruido y sólo ella puede preservarlo de Jobu Tupaki, un personaje maligno de nombre impronunciable (y que Evelyn pronuncia erróneamente una y otra vez) y oculta identidad que atraviesa universos con afán aniquilador.

Conocimos a los Daniels gracias a Swiss Army Man (2016), una comedia bizarra sobre un suicida (Paul Dano) que salva la vida al encontrar un cadáver (Daniel Radcliffe) con múltiples aplicaciones (todas ellas tan absurdas como hilarantes, aunque ser usado como barca con motor a propulsión de los gases que el cuerpo expele es la más disparatada). Swiss Army Man tenía no sólo una coherencia interna en la hilazón de situaciones inverosímiles (imposibles, realmente), sino que las conseguía validar a nivel exterior permitiendo interpretar las situaciones que se van dando a lo largo del metraje considerando el estado mental del protagonista… y dando la opción a la imaginación para todo aquel que quisiera gozarla. Sin ser un sleeper, la película tuvo un hype considerable y un gran número de fan que la defendieron a capa y espada (un servidor entre ellos) frente a aquellos que la consideraron una bizarrada fuera de lugar.

Todo a la vez en todas partes

Tras un par de experiencias de cada uno de ellos en solitario, los Daniels se han unido de nuevo, with a Little help of some friends, para llevar a cabo una nueva bizarrada. Y, aunque no sea lo más destacable, hay que considerar que su salto del indie al cine comercial es meritorio dado que nos llevan de un universo a otro fabricando ellos mismos con un grupo de colegas los efectos especiales de modo artesanal. La película tiene un presupuesto aproximado de 25 millones de dólares, frente a los 200 que ha precisado Marvel para el Dr. Strange en el multiverso de la locura (Doctor Strange in the Multiverse of Madness, Sam Raimi, 2022). Pero, más allá de su eficiencia, merece la pena considerar el resultado.

…Un resultado que es, sencillamente, brillante. Todo a la vez en todas partes se desarrolla con el mismo tono absurdo que la película anterior pero consigue convencer (al igual que a Evelyn) al espectador de que hay que salvar el mundo, aunque las instrucciones sean realmente disparatadas. Los Daniels trabajan la reiteración en el gag y para ello establecen, en primer lugar, que todo salto de universo (o importación de poderes de un universo a otro, de modo semejante a la absorción de conocimiento y habilidades de Matrix) precisa previamente un acto completamente estúpido, como comerse un bálsamo de labios, cambiar los zapatos de pie, lamer una puerta, saltar a la comba, encularse con un trofeo en forma de consolador anal o declarar tu amor al atacante que está a punto de asesinarte. Para cuando el espectador ya está desorientado, entre carcajada y carcajada, los Daniel depositan de nuevo a los personajes en el mundo real, dónde han causado un desbarajuste completo… Y así continuamente, en una pugna entre Evelyn y los poderes que va adquiriendo y los secuaces mandados por Jobu Topaki.

Todo a la vez en todas partes

El mérito de Todo a la vez en todas partes radica tanto en la efectividad de los efectos (fulgurantes saltos de universo mediante montaje acelerado de fotografías, con efectos cómicos por deformación de los personajes, semejantes a los de Doctor Strange o a los cambios mentales de Inside out), a la agilidad de la trama y, muy especialmente, a la construcción del personaje de Evelyn, una Michelle Yeoh a la que se rinde homenaje. Esta sacrificada hija-madre-esposa se ve ayudada por diversas Evelyn de sendos universos (alguna poco útil, como la del universo con dedos como salchichas flácidas) pero simultáneamente se ve comparada con la Evelyn que no dejó su hogar para casarse con un fracasado o con la Evelyn actriz, triunfadora y admirada, que aparece en una secuencia homenajeando a Deseando amar (In the Mood for Love, Wong Kar Wai, 2001) [1].

El defecto de Todo a la vez en todas partes radica, quizás, en el propio entusiasmo de los Daniels quienes alargan el enfrentamiento entre Evelyn y Jobu, tanto en la primera mitad (Everything) cuándo descubre quién es su adversario [2], como en la segunda parte (Everywhere), cuando Evelyn no sólo debe vencer la contienda sino que tiene que superar sus problemas domésticos y familiares. Si hacia el final de Swiss Army Man se nos permitía una explicación lógica de los hechos, aquí se integra hacia la mitad de la trama, permitiendo al espectador especular con que todo sea un delirio de una mujer desbordada por su situación o una gran metáfora de la misma, involucrándola a ella y a su familia. Sin embargo, los excesos del absurdo y la insistencia en prolongar las luchas distorsiona la parte más íntima de la historia, provocando cierta sorpresa en el espectador que se siente algo abandonado a su suerte en el salto a la dura realidad contable de la lavandería. La película precisa múltiples visionados para captar detalles pero puede precisar al menos una segunda ocasión, conocida la trama, para que la emoción supere la acción y alcance al espectador, que entonces puede percatarse del impacto emocional. Una concepción excesivamente desmesurada, no modulada en el montaje, que a algunos espectadores, vinculados a la vertiente argumental de ciencia ficción, puede resultarles fuera de lugar.  

Pero, si dejamos de lado tal falta, Todo a la vez en todas partes funciona impecablemente, yendo más allá de las comedias de Marvel (Guardianes de la Galaxia, Ant-man o Deadpool, claramente inclinadas hacia este género) por, insisto, la construcción de personajes y su aproximación a la realidad, por extraño que esto parezca tras haber redactado líneas sobre tantas absurdidades anteriormente. Evelyn Wang tiene posibilidades de éxito no sólo por las habilidades especiales adquiridas en uno u otro universo sino, sobre todo, por su humanidad, su capacidad de empatía y por, finalmente, reconocer y aceptar los valores de los integrantes de su familia y amigos. Será Waymond quien le llame la atención sobre la necesidad de ver y reivindicar bondad y la malvada Deirdre (antológica encarnación de Jaime Lee Curtis) evolucionará (en un universo paralelo con salchichas en los dedos y en la realidad) en este sentido para ayudarla. El reto final, su personal duelo materno filial con Joy, representa tanto aceptar la independencia de su hija como aceptar que el deseo de Joy es el mismo que ella tuviera tres décadas atrás y que tal decisión no conlleva necesariamente una pérdida para una o una derrota para otra puesto que hay tantos universos como decisiones posibles en el itinerario vital de todo individuo.

Tal vez no sea como la vida misma, pero el triunfo de Evelyn y su retorno a “cómo todo era antes de cambiar” nos puede llegar también a nosotros con un poco más de empatía. Y vayan a saber si, alguna mañana, algún familiar nos arrastra a un mundo paralelo. Tal vez lo agradeceríamos.

[1] Ke Huy Quan, que interpreta a Waymond Wang, no fue sólo el Short round de Indiana Jones y el Templo maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom. Steven Spielberg, 1984) o el Data de Los Goonies (The Goonies, Richard Donner, 1985) sino que fue asistente de dirección de Kar Wai en 2046 (íd., Wong Kar Wai, 2004). Por otra parte, la cinta de los Daniels contiene incontables referencias a numerosas obras, desde las más evidentes a las más ocultas: 2001, una odisea espacial (2001, a Space Odyssey, Stanley Kubrick, 1968), Kill Bill vol. 2 (id, Quentin Tarantino, 2004),  Tigre y Dragón (Crouching Tiger, Hidden Dragon, Ang Lee, 2000) y diversos wuxia, Ratatouille (íd., Brad Bird, Jan Pinkava, 2007), Crazy Rich Asians (íd., Jon M. Chu, 2018), Transformers (Michael Bay, 2007) o Persépolis (Vincent Paronnaud, Marjane Satrapi, 2007).

[2] Un enemigo con una aparición estelar muy propia del Joker.

Top Gun: Maverick, de Joseph Kosinski