No te preocupes querida, de Olivia Wilde

Cómo escapar del paraíso

No te preocupes queridaNo te preocupes querida, una de las películas con más polémica de los últimos años, se estrenaba fuera de concurso en la sección oficial del festival de Venecia, capeando la tormenta mediática. No solo ha sobrevivido a un rodaje en plena pandemia, cambios de reparto accidentados y un sonado romance, sino que ha de hacer frente al sinfín de rumores sobre la mala relación entre la directora y su actriz principal. A pesar de ello, el filme es mucho más que la fábrica de rumores de internet.

Olivia Wilde estrena su segundo trabajo después de ganar el Independent Spirit con Superempollonas (2019), película con la que dio el salto de la interpretación a la dirección. La realizadora da un giro desde su debut con una afinadísima y fresca comedia adolescente, hacia un género mucho más oscuro como es el thriller psicológico. Con No te preocupes querida la directora propone de nuevo una crítica al patriarcado desde una temática más adulta.

Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles) son un joven matrimonio que vive una vida de ensueño en el Proyecto Victoria durante la década de 1950. Una idílica urbanización situada en medio del desierto, donde los hombres se encargan de llevar a cabo un misterioso proyecto, mientras sus mujeres cuidan amorosamente del hogar. Pronto Alice descubrirá brechas en este lugar aparentemente perfecto y empezará a plantearse algunas preguntas.

La cabeza al frente del Proyecto Victoria es Frank (Chris Pine), el enigmático jefe de Jack, un carismático hombre de negocios que más bien podría parecer el líder de una secta. Según Frank el gran enemigo del progreso es el caos, por lo que la urbanización se convierte en una coreografía perfecta, donde todos se mueven como uno solo. El montaje evoca constantemente este concepto de repetición y orden: los huevos con bacon para el desayuno, las mujeres que despiden a sus maridos y los hombres arrancando sus coches para dirigirse al trabajo, exactamente a la misma hora. Esta danza meticulosamente medida no se puede ver modificada y mucho menos cuestionada. Pero Alice empieza a experimentar algunos cambios, recuerdos fugaces pegados a la retina, una canción pegadiza que no puede borrar de su mente y sobre todo una sensación de opresión constante. Alice empieza a sospechar que el Proyecto Victoria esconde algo y se plantea si está dispuesta a abandonar sus sospechas por esa vida perfecta que Jack le ha prometido.

El germen de la película, según la directora, fue la idea: “¿quién estaría dispuesto a sacrificar todo un sistema por hacer lo correcto?”. En aquel momento Donald Trump llegaba a la Casa Blanca gracias al reclamo Make America Great Again, una nostálgica llamada al pasado que puede resultar aterradora. Esta distopía feminista nos presenta un mundo que ya conocemos gracias a la iconografía de aquella época dorada, previa a la revolución sexual de los años 60 y el movimiento feminista de los 70. La familia media estadounidense de aquella época representa en el imaginario colectivo confort, glamour y prosperidad, pero al mismo tiempo a una sociedad conservadora aferrada a los privilegios de unos pocos. A pesar de que otras ficciones nos presenten un futuro imaginario a la hora de plantear un entorno sociopolítico hostil para las mujeres, buen ejemplo de ello es El cuento de la criada, solo hace falta retroceder ligeramente en la historia para encontrar esos terroríficos escenarios.

No te preocupes querida

La película critica la idea de masculinidad tóxica y nos advierte de los falsos aliados, mientras profundiza en este dilema entre control y emancipación. No todo el mundo está dispuesto a salir del sistema y renunciar a una existencia más cómoda. Estos matices hacen que No te preocupes querida sea mucho más interesante que una simple guerra de géneros, a pesar de que algunas de estas ideas no gozan del espacio suficiente para desarrollar sus complejidades a lo largo de la trama. El filme nos plantea una interesante tesis central y consigue engancharnos con una puesta en escena visualmente deslumbrante. Un impecable diseño de producción que rescata la arquitectura de mediados de siglo y le da un gran peso a la moda de la época, regalándonos una inmersión, totalmente embriagadora, en este suburbio americano en la década de los 50. Se genera en todo momento un sentimiento de tensión e intriga gracias a la idea de opresión constantemente representada, como la ventana que aplasta a la protagonista, un nítido techo de cristal. Pero a pesar de generar una buena pieza de entretenimiento, la película no acierta a la hora de resolver el misterio. El tramo final flaquea debido a una lógica interna mal definida y una mala gestión del tiempo.

Nos vienen a la cabeza claros referentes al ver la película, puede que el más evidente sea la novela The Stepford Wives de Ira Levin, que tuvo una primera adaptación al cine en 1975 y otra en 2004. Precisamente al hacer esta comparativa la narrativa no resulta especialmente sorprendente. Lo que sí puede resultar diferenciador a la hora de comparar esta obra con su predecesora, es el concepto de tecnología como herramienta de alienación. Hoy en día las realidades alternativas van mucho más allá de estos referentes cinematográficos y al mismo tiempo se convierte en algo absolutamente cotidiano, en la palma de nuestra mano. Desde las redes sociales, pasando por un mundo meta, son muchas las opciones para huir y evadirse del mundo real. Un lugar en el que todos podríamos tener la tentación de adentrarnos, en el que todo parece absolutamente perfecto, una fantasía. Pero como la protagonista deberíamos preguntarnos: ¿de quién es esta fantasía?

Crímenes del futuro, de David Cronenberg