El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro concluye con un capítulo que, como ocurría en el episodio que inauguraba la serie, adapta un relato escrito por el anfitrión de esta, por lo general, estupenda antología de historias de terror. Lamentablemente, a mi parecer, El murmullo supone un cierre de temporada insatisfactorio que se aleja del espíritu marcadamente pulp y lovecraftiano del resto de la serie para adentrarse en un territorio más bien soso donde se plantea una historia de fantasmas clásica plagada de clichés genéricos. En primer lugar, he de reconocer que no comparto para nada la fascinación generada en torno a la cineasta australiana Jennifer Kent, en mi opinión se trata una autora muy sobrevalorada que siempre me ha parecido demasiado preocupada por buscar una coartada adulta para justificar la utilización de elementos terroríficos en sus películas. Por otra parte, el cuento de Guillermo del Toro que sirve como base literaria para este episodio plantea una insípida historia de casas encantadas que me genera una irremediable sensación de déjà vu.
Una pareja de ornitólogos desestabilizada por la prematura pérdida de su hija pequeña se instala en una vieja casona situada en una isla retirada del resto del mundo para observar las aves, realizar registros sonoros y filmar las pautas de movimiento de las bandadas de estorninos. (Ya sabéis, ¡cosas de ornitólogos!) La cuestión es que, una vez allí, la esposa comienza a percibir la presencia de los espectros de los anteriores habitantes de la casa, una madre y un hijo que como podéis imaginar no terminaron nada bien, iniciándose un proceso de autodescubrimiento que finalmente la llevará a profundizar en su herida para poder afrontar así, de manera directa, el proceso de duelo por la muerte de su bebé. El principal problema de El murmullo es que es una obra demasiado referencial que tiende a subrayar en exceso los modelos en que se inspira (desde Los pájaros (The Birds, Alfred Hitchcock, 1962) a Al final de la escalera (The Changeling, Peter Medak, 1980), pasando por toda la tradición literaria del American Gothic que va desde Henry James a Shirley Jackson). Este carácter autoconsciente me produce una tremenda desafección como espectador, incapacitándome para adentrarme en el viaje emocional de los personajes debido a que no me resulta nada fácil abstraerme del artificio y sumergirme en un relato al que se le ven demasiado las costuras. Asimismo, percibo en este episodio final de la directora de Babadook (The Babadook, 2014) una acomplejada obsesión por elevar el género intentando así trascender el componente de terror puro del resto de la serie para desvincularse por todos los medios de esa visión creepy y juguetona de este asombroso gabinete de los horrores.