Suzume, de Makoto Shinkai

(Mucho) más de lo mismo, afortunadamente

SuzumeUn mundo de los muertos que pugna por surgir al exterior, en forma de catástrofe, terremoto o volcán. Una joven que, inesperadamente, tiene consciencia de ello y lucha por impedirlo frente a la incomprensión de su entorno y a la oposición de una peculiar divinidad que se esfuerza, aparentemente, en ponérselo difícil. Un amor adolescente entre una inocente y un misterioso personaje cuyos poderes son limitados por un encantamiento que le transforma en una pequeña silla de madera… ciertamente, el argumento de Suzume no se aleja demasiado de aquel de El tiempo contigo (2019), con un adolescente pugnando por aclarar el misterio de las tormentas que anegan Japón y la presencia de una joven de poderes misteriosos. Ciencia-ficción, magia y comedia adolescente parecen ser una fórmula mágica que el autor de El lugar que nos prometimos (2004) domina y con la que disfruta creando historias. Para los seguidores de Makoto Shinkai la trama puede resultar excesivamente similar y sería ésta la mayor insuficiencia de Suzume. No obstante, el director de Your Name (2016) utiliza en su nueva obra algunas bazas nada menores que elevan la película a gran nivel.

Hay, tal vez, mayores puntos de comedia respecto a la obra previa que equilibran un potencial exceso de severidad. El Japón está a punto de colapsar (aun con el desconocimiento de los cientos de millones de habitantes) pero los héroes son presentados en tono de comedia, con una divinidad juguetona y fugitiva en forma de gato y otra cuya forma humana ha sido saboteada por el primero, mutándole en una silla. Las diversas escenas del gato perseguido por la pieza de madera, reproducidas en internet y su seguimiento a través de las apariciones en Tik Tok o Facebook (exhibición pública que permite seguirles la pista) que puntúan la primera mitad de la película tienen correspondencia con la relación que establecen Suzumi y Tamaki con Serizawa en la última persecución, a bordo del descapotable (aligerada por una divertida banda sonora con una selección de pop japonés) que acabará peor de lo que empieza.

Suzume

A nivel argumental, se puede ver como Shinkai ha ido desarrollando un conjunto de personajes adultos que no sólo acompañaban a los protagonistas, niños o adolescentes, en sus vicisitudes, sino que sirven para evidenciar determinadas actitudes o lacras de la sociedad japonesa. Si en El tiempo contigo se ponía el dedo en el abuso y la prostitución, en Suzume hay no pocas referencias al machismo nipón. No sólo Tamaki no ha podido desarrollar una carrera profesional por asumir la tutoría de Suzume, sino que recibe alternativamente acusaciones e insinuaciones de Serizawa, que se plantea como el típico macho japonés, despreciativo y chulesco, hacia los personajes femeninos. No es, sin embargo, la única figura negativa puesto que en el episodio del bar ambas empleadas deben esforzarse por servir a clientes borrachos manifestando su simpatía a la par que sortean abusos o maltratos. Frente a ellos, los teóricos malvados, fuerzas del inframundo desbordadas en forma de fuego y lava, no son sino obstáculos de carácter neutro que brotan por los portales que los protagonistas tratan de cerrar sin malicia especial.

Sin duda, no obstante, la gran apuesta de Shinkai son los diseños. Por un lado, los dinámicos enfrentamientos entre la heroína y las fuerzas del Más Allá, los brotes de lava surgiendo del suelo, las columnas de humo propagándose por el cielo, la alternancia con el mundo real ajeno a todo ello y la lluvia final, remedo de las tempestades de El tiempo contigo, o esas puertas que nos llevan con la protagonista a otros mundos, pasados o futuros, reales o imaginados, que nos permiten ver otras realidades posibles. Por otro lado, magnificando la película al contraponerlos con las visiones de lo imaginario, de lo soñado tal vez, los escenarios, paisajes rurales o urbanos del día a día, de nuestra supuesta realidad, son recogidos con certeza en las imágenes. Sean calles de Tokio o puertos pesqueros alejados, campos de cultivo o eras abandonadas, rascacielos o canales subterráneos, los dibujos pasan de ser un fondo a un auténtico protagonista en las obras de Makoto Shinkai. Aunque, una vez sumergidos en la trama, nos pueda parecer más real aquello que se desarrolla tras atravesar las puertas mágicas que las infinitas filas de transeúntes por la desmesurada megalópolis constituida por Tokio.

Air, de Ben Affleck