Reposo absoluto, de Lori Evans Taylor

Reposo absolutoLos embarazos anormales son ya un clásico en el cine de terror. Uno de los referentes más emblemáticos (y más inspiradores) es, sin duda, el bebé de Rosemary en La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968); pero no hace falta saltar muy atrás en el tiempo, pues el cine de género contemporáneo nos ha brindado historias terroríficas sobre la maternidad que han quedado grabadas a fuego en el ideario colectivo. A l’intérieur, ópera prima de Alexandre Bustillo y Julien Maury presentada en Sitges en 2007, supuso un hito del gore minimalista con altas dosis de violencia y sadismo, coprotagonizada por la icónica Béatrice Dalle, actriz recurrente en la filmografía del tándem francés. Más recientemente, también en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña, asistíamos al estreno de Huesera (2022), debut en el largometraje de la mexicana Michelle Garza. En este caso, el terror sobrenatural servía de excusa para presentar varias de las preocupaciones de las guionistas, Abia Castillo y la misma Garza, como el concepto de identidad, el feminismo o el cuestionamiento de la familia nuclear más tradicional.

Reposo absoluto

Hoy en día, sorprender con una película de terror es tarea difícil. La sensación de haberlo visto todo, o de que las producciones son solo variaciones de lo que ya se ha hecho antes, suele sumirnos en una profunda falta de expectativas. Las ideas repetidas hasta la saciedad obligan al amante del género a tragarse infinidad de propuestas poco interesantes para encontrar, de vez en cuando, alguna joya a reivindicar. No es el caso de Reposo Absoluto, de la productora y guionista neoyorquina Lori Evans Taylor, que debuta aquí como directora. De entrada, nos encontramos con un inicio para nada innovador: la pareja joven que se muda a una antigua casa con la intención de formar una familia. Como no podía ser de otra manera, el motivo del traslado es el ascenso profesional de Daniel, el marido, y por supuesto, el “nuevo” hogar guarda un pasado escalofriante. Hasta aquí nada es novedoso; ni siquiera la puesta en escena es capaz de ofrecer alguna señal de voluntad creativa. El resto de metraje sigue en la misma línea: un par de jumpscares poco efectivos, un guion plano e insulso que no acaba de arrancar en ningún momento y un intento de plot twist final que, además de previsible, queda diluido en el poco atrevimiento de la trama. 

Los temas que se plantean, de cierta recurrencia en el terror actual, son aparentemente interesantes, aunque en esta ocasión no se aporta nada nuevo en su tratamiento. La maternidad ocupa el espacio central, y cómo el embarazo trastoca a las mujeres gestantes antes y después del parto. Julie está embarazada de 32 semanas, y debido a un desprendimiento parcial de la placenta, se verá obligada a permanecer en cama 24 horas al día hasta salir de cuentas. Este “reposo absoluto” sirve a la protagonista para acrecentar sus males: aparecen el insomnio, el estrés, las visiones y la paranoia, y es que la salud mental es otro de los tópicos aquí tratados. El mal, encarnado por los fantasmas que habitan la casa, está también representado por Daniel, que lejos de acompañar a Julie desde la empatía y la comprensión, la juzga, infantilizándola continuamente e intentando anularla a través de la medicación. Para ello cuenta, además, con la complicidad del resto de personajes: Delmy, doula que “vigila” a su mujer noche y día, y los doctores. Aquí nadie escucha a Julie, que se encuentra sola ante el vértigo que supone estar a punto de dar a luz, viviendo en una inseguridad constante y con la incapacidad de moverse. La distinción entre cómo vive ella el duelo por la muerte de su primogénito, Andrew, que falleció al nacer cinco años antes, y la distancia e invalidación de él, representa una idea más que trillada sobre el sufrimiento materno, siempre profundo y perturbador, llegando al desequilibrio mental. Daniel, un personaje simple y bastante memo, es incapaz de aceptar que existen otras maneras de superar el trauma, y con su comportamiento acaba dejando a su mujer, literalmente, sola ante el peligro.

Reposo absoluto

La parte más disfrutable de la última propuesta de los productores de Scream es precisamente Melissa Barrera, presente en las dos últimas entregas de la más famosa saga de slasher adolescente actual. Su excelente interpretación, lejos de salvar una película abocada al olvido, es una muestra incontestable de las magníficas capacidades de la actriz para representar la montaña rusa de estados emocionales por los que pasa Julie a lo largo del film.

En definitiva, Reposo Absoluto no deja de ser otra producción más de terror mainstream para gente que va al cine a comer palomitas sin más voluntad que pasar el rato. Para aquellos que buscan una vuelta de tuerca en el uso del lenguaje cinematográfico dentro del género, una apuesta arriesgada en cuanto a forma o contenido, o la intención (aunque solo sea eso, la intención) de explicar algo nuevo, me temo que habrá que seguir esperando.

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