Los realizadores Kristina Buožyté y Bruno Samper, de origen lituano y francés, respectivamente, unieron sus caminos en 2004 al coincidir en un taller de narrativa interactiva en la ciudad de Praga. Desde ese momento configuraron un tándem creativo que les ha llevado a trabajar juntos en el guion de los films The Collectress en 2008 y The Vanishing Waves en 2012, ambos con Buožyté en la dirección. Por el segundo obtuvieron el premio Méliès D´Or en la edición de ese año del Festival de Sitges y en el propio film se intuía ya un gusto por la creación de atmósferas envolventes que combinan sonido e imagen. En su último trabajo, Vesper (2022), los dos toman ya el control tanto del guion como de la dirección para presentar una fábula sobre un futuro postapocalíptico en el que el ecosistema de la Tierra ha colapsado. La experimentación masiva en biología sintética ha derivado en una expansión descontrolada de organismos potencialmente dañinos para el hombre que son expulsados al medio natural como si de un gran vertedero se tratase. En este contexto, la joven que da nombre al film, interpretada por Raffiella Chapman, lucha junto a su padre gravemente enfermo (Richard Brake) por sobrevivir en un entorno tan hostil y peligroso como abrumador en todo su esplendor salvaje. La contrapartida a la vida en este hábitat de fabulosas plantas mutantes, donde prácticamente toda la fauna ha desaparecido, son las llamadas “ciudadelas”, modernas metrópolis que actúan como torres de marfil donde se confinan las clases privilegiadas y que la protagonista identifica como la salida a su vida en el ostracismo. La aparición de Camille (Rosy McEwen), venida de una de esas ciudadelas, sembrará la semilla de la esperanza para Vesper.
La principal virtud de la película radica en su cuidado diseño de producción y en sus efectos visuales y de sonido. Rodada en parajes naturales de Lituania, sorprende que su ajustado presupuesto no reste verosimilitud en la creación de un universo propio y una particular atmósfera de cuento de hadas en la línea de títulos como Irati (2022) de Paul Urkijo. El vestuario y la ambientación retrofuturista, que coquetea con la estética steampunk, configuran una realidad atemporal e hipnótica. Son especialmente bellas las escenas en la que la protagonista explora el terreno acompañada por un destartalado dron que sirve como medio de comunicación entre ella y su padre. Una banda sonora envolvente, quizá por momentos enfatizada en exceso, acompaña a las imágenes durante la mayor parte del metraje.
Pese a que en lo estético la película gana sin duda la partida, su desarrollo dramático resulta algo más convencional. La relación entre Vesper y su padre, por ende el motor de la historia, se explica desde el clásico conflicto entre los deseos personales versus las expectativas familiares. Cabe decir también que el film resuelve correctamente las tramas que despliega y apunta hacia algunas ideas interesantes. La aparición de nuevas formas de esclavitud con la creación de humanoides que combinan ADN y tecnología, los llamados Jug, de bajo coeficiente intelectual y utilizados como peones de las élites de la ciudadela, sirve para plantear el debate sobre los derechos que pueden tener seres que han surgido de un laboratorio, hechos con una finalidad instrumental, pero que también son capaces de experimentar dolor. Otra idea que subyace en la película, de manera más o menos sutil, es la del abuso y la explotación sexual hacia las mujeres, ya sean éstas humanas o Jugs, acentuando todavía más la idea de una sociedad desigual, amoral y perversa.
En el reparto destaca Eddie Marsan que interpreta a Jonás, el tío de Vesper, como un perfecto villano sin fisuras. Por otro lado, la propia Raffiella Chapman, en su papel de amazona de expresividad melancólica, resulta creíble como la paria que ha decidido no conformarse con la vida que le ha tocado llevar. El vínculo creado entre ella y Camille hace que florezca todo su potencial a la vez que ayuda a descongestionar un entorno de predominante testosterona. A destacar, la escena en la que Camille muestra a Vesper cómo son los sonidos de los animales que la joven nunca ha conocido, y que acaba derivando en una imitación enloquecida del aullido del lobo, actúa como una feliz catarsis inesperada en un mundo de emociones contenidas.