Como una extraña frecuencia sin origen, Nadie te salvará (No One Will Save You, Brian Duffield, 2023) llega directamente a los televisores como una película de ciencia ficción sumamente inventiva, donde su inaudita condición desposeída de diálogos y florituras la convierten en un objeto difícil de identificar a tiempo presente.
Nada más lejos de la realidad, su vocación inicial —más ligera y contundente— apela con total devoción al imaginario de H.G. Wells y su presente influencia en la serie B de los años 50. Inevitablemente, estos últimos referentes entroncan su reconocible iconografía de un calado político rotundo, fruto del macartismo y el momento de paranoia generalizada. En la película de Duffield —guionista de las recientes Underwater (2020. William Eubank) y Love and Monsters (2020. Michael Matthews)—, este componente está inducido en el propio conflicto que enfrenta la protagonista (Kaitlyn Dever), quien padece de la ansiedad social de ser vista y vive aislada a las afueras, a causa de un pasado traumático. Esta decisión sobre su personaje casa con total integridad en la naturaleza implícita de la historia, sustituyendo el pánico frente al vecindario por la inevitable invasión alienígena.
Sobre el papel y la pantalla, su primera mitad se revela como un prodigioso ejercicio cinematográfico, trasladando sus ideas mediante el uso de encuadres precisos que enriquecen la comunicación narrativa y emocional. La disposición del hogar asaltado se nutre de la mirada que arroja la cámara hacia él, señalando la amenaza invisible ante el objeto cotidiano. En estos primeros momentos —donde aquello que se intuye se muestra por partes—, la película encuentra sus mayores aciertos, apostando por una síntesis formal que funciona a través de aprovechar su inminente reclamo. Además, se establece una continua reflexión mediante la imagen sobre la naturaleza del terror que enfrenta. Para ejemplificar esto, en una secuencia se dispone a la protagonista en el techo de una habitación, paralizada por la influencia de una misteriosa luz roja; seguidamente, aparece el marciano que la ve a ella desde abajo, invirtiendo los roles asignados para emparentar su
arriesgada conclusión final. En su segundo tramo, la película se ve ligeramente sometida ante su vocación inicial, tratando de poner la camisa de fuerza de un guion más retorcido a unas imágenes menos sugestivas. Sin embargo, su voluntad resiste cuando regresa al tiempo inmediato, con planos que dotan de movimiento las ilustraciones de Henrique Alvim Corrêa con el encanto de Spielberg en La guerra de los mundos (2005) o Shyamalan en Señales (2002).
En poco más de 90 minutos, Nadie te salvará presenta con ingenio un home-invasion de abducciones que aprovecha sus condicionantes como recursos de estilo, fortaleciendo la idea de un mundo que encierra una realidad alienada por el terror de vivir en ella.