Godzilla Minus One, de Takashi Yamazaki

Go ahead and destroy the financial district Godzilla. Make the people happy.

Godzilla Minus OneLa destrucción de las ciudades y la alteración del orden civil es, en esencia, un elemento indispensable que comparten todas las películas englobadas en el kaiju-eiga. Esta poética sobre el desastre a gran escala viene ligada originalmente a la artesanía de maquetas y escenarios, representando la propia ciudad como un patio de recreo para los monstruos gigantes. Barriendo para casa, en el cortometraje Maquetas (2009), Carlos Vermut ironizaba —con su particular visión de la incomodidad frente al dolor— sobre las consecuencias en las vidas humanas de estas representaciones. Ahí, al ser revelado el artificio llega el alivio, sin embargo, en la apreciación y la trampa de Vermut comprobamos que todo depende de cómo la ficción es presentada, empleando otros códigos de lectura frente a unas mismas imágenes.

En la reciente Godzilla Minus One (2023), la pulsión dramática dialoga en su vocación formal y sociopolítica con la primera película del monstruo japonés de 1954. En primera instancia, la idea de volver al Japón de posguerra reincide en la condición simbólica de la criatura, una de la que nunca se ha desprendido, pero que existe como un subtexto en la mayoría de entregas posteriores. Durante su primera etapa, conocida como la era showa (54-75), un cambio de tónica en la identidad del personaje convirtió al amenazante lagarto en blanco y negro en un colorido aliado de la humanidad, encargándose de preservar el orden medioambiental y detener las amenazas corporativas y extraterrestres. Estas dos caras del monstruo conviven en su imaginario y son parte esencial de su definición, alternándose según la ocasión a lo largo de los años. Sin embargo, su faceta original resulta más incisiva, y por eso, este reencuentro con la naturaleza desposeída y animal es tan cautivador y terrorífico. En esta nueva entrega, Takashi Yamazaki recupera la huella atómica y el trauma de la derrota del país nipón en un actualizado alegato sorprendentemente vitalista y esperanzador. A diferencia del Shin Godzilla (2016) de Hideaki Anno, donde la amenaza era contemplada desde la gestión de las élites políticas y militares, en Minus One la acción se acerca al drama humano y la catástrofe, mirando al monstruo desde abajo. La historia sigue a Koichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki), un piloto kamikaze que no consigue cumplir su cometido. La deshonra de haber sobrevivido a la guerra lleva al protagonista a buscar una respuesta a su frustración, encarnando esa redención en la figura de Godzilla, que supone un nuevo golpe al Japón en reconstrucción. La crudeza del relato acerca esta realidad desde distintos puntos de vista, perfilando una serie de personajes condicionados por la influencia del monstruo. A diferencia de lo que cabría esperar de un blockbuster de esta índole, la película es capaz de sostener la acción con dignidad, presentando un retrato sobre las consecuencias de la devastación. Para ello, el dispositivo formal que aplica Yamazaki traduce la espectacularidad desde la cotidianidad, situando la acción a pie de calle. O lo que es lo mismo; las consecuencias de aquellas maquetas que explotaban sin aparente trascendencia aquí sí son expuestas, haciendo tangible el horror.

Godzilla Minus One

Minus One ofrece una relectura sobre la figura de Godzilla y un nuevo acercamiento a su percepción. Aquí, el monstruo disfrazado es revertido por el apabullante despliegue digital, sin embargo, su concepción es la misma precisamente por su definición previa. Si uno lee todo el cine de Godzilla desde su base, hallará en su vocación un componente humanista, tanto en su valor emocional como en su facturación. En esta película, este valor sigue implícito en su definición dramática, en la propia representación del monstruo y en su mirada a la destrucción de la ciudad. Una mirada que —paradójicamente— podemos aplicar a las anteriores películas con esta nueva versión, haciendo del artificio la posibilidad de su representación. Es decir, aunque la exposición sea evidentemente distinta, en su esencia, Godzilla Minus One es una impresionante película de cartón y maquetas.

Una noche con Adela, de Hugo Ruiz