Cómo (no) follar
Me preguntaba si yo era el indicado para comentar esta película. Por viejuno. Y, también, por snob. Porque ya en mi (lejana) juventud tendía a aislarme de discotecas y esconderme en salas oscuras en las que contemplar obras de arte y ensayo, en una actitud diametralmente opuesta a la que buena parte de la juventud de aquella época y de la actual pueden tener, disfrutando a tope … How to Have Sex es una obra sobre tres jóvenes que van a unas pequeñas vacaciones para disfrutar a tope, beber, reír y follar todo lo posible. Y, sin embargo…
Molly Manning Walker nos presenta a Tara, Skye y Em a su llegada nocturna a Heraklion. No hay tiempo que perder, hay que vivir intensamente los días de asueto, antes de recibir las notas que permitirán o impedirán el ingreso en la universidad, y, nada más aterrizar, se zambullen en el mar dónde verán la salida del sol. Esto es vida, esto es felicidad. Poco después, bromean en la recepción del hotel para conseguir una habitación con balcón a la piscina y, sin más, empiezan la juerga. Em, más relajada, con posibilidades de alcanzar los estudios de veterinaria. Skye, marrullera, desmadrada, viene dispuesta a darlo todo, aunque no parece tener prisa. La pequeña Tara, con pocas perspectivas de ascender socialmente, quiere perder la virginidad y gozar de unas vacaciones de órdago.
Walker domina la escena de modo que sumerge, casi documentalmente, al espectador en el frenesí juvenil. Estamos en Creta, pero podría ser Magaluf, Salou o Lloret. Las hormonas burbujean desbocadas y van de la mano de cerveza y alcohol barato, en calles que trepidan de noche y se vacían por la mañana, en piscinas abarrotadas dónde se celebran cutres juergas eróticas y en pequeñas habitaciones de hotel dónde cuerpos yacen derrotados tras las fiestas nocturnas. La cámara capta este ritmo de la noche, este ambiente, con gran fidelidad. No obstante, la historia va centrándose progresivamente, una noche tras otra, en los avatares de Tara que, irremediablemente, topa con otra cara de la realidad. Tras una primera noche de amigas en la que acaban bastante perjudicadas, optan en su segunda correría por compartirla con los vecinos de hotel, una pareja de jóvenes del norte de Londres, a los que Tara mantiene como objetivo. Tras la toma de contacto de la primera noche compartida (que acaba con el simpático Badger junto a la taza del wáter de modo patético), la siguiente noche hay nuevo intento de triunfar pero el azar y los giros de las juergas en las piscina llevaran a Tara hacia Paddy, alguien que va por faena sin lucir demasiados escrúpulos.
Walker elabora una elipsis en la narración con intención de introducir cierto suspense, tal vez innecesaria, puesto que posteriormente se explicita lo sucedido. Es, a partir de este punto, dónde Tara toma consciencia de los peligros del desmadre, de su inocencia y de la indefensión en la que alcohol y hormonas la sitúan frente a un depredador común. La directora asume entonces el drama con delicadeza y sigue a la protagonista en su dolorosa situación. Mientras las amigas la felicitan por su pérdida de virginidad, ella silencia el abuso que ha sufrido. Molly Manning Walker evita, sin embargo, tanto el melodrama como el moralismo y explicita la dolida toma de consciencia con una honestidad para con todos los personajes, evitando blancos y negros y orientándose a una conclusión coherente con el tono de la película. Es, gracias a esta sensibilidad en la dirección, en el contraste sin solución de continuidad entre la pena y la alegría, que How to Have Sex viene a ser una película para todas las edades puesto que nos sitúa ante episodios que pueden darse en nuestro alrededor o que recuperamos de nuestro pasado. El dolor queda como un aviso para futuras situaciones de riesgo, pero los instantes de felicidad permanecen para disfrutar a lo largo de la vida. Y todos, en algún momento, hemos vivido o viviremos sucesos parecidos. El solidario acompañamiento a un nuevo amigo que, lejos de ser el partner que pretendías, queda borracho y dormido en el wáter dónde ha vaciado el estómago, la fiesta con un grupo de desconocidos que te acogen fraternalmente cuando te sientes más perdida que nunca o el reconocimiento por parte de tu amiga del dolor que disimulabas son momentos que se viven, de una u otra manera en todas las vidas. Son memorias que reaparecen de entre nuestros recuerdos para reconfortarnos cuando más los necesitamos. Todos somos la pequeña Tara.