El surrealismo de la cotidianidad
En la edición número 11 de L’Americana se proyectaba What Doesn’t Float, una película de la sección Next que empezó el rodaje en 2019 y que tuvo su estreno en Estados Unidos en 2023. Dirigida por Luca Balser, el filme cuenta con la producción y actuación de Pauline Chalamet y, entre otros, con la fotografía de Sean Price Williams, siendo este último un invitado especial en esta edición del festival y que cuenta con una retrospectiva que recupera algunas de las obras en las que ha trabajado (Good Time de los hermanos Safdie, por poner un ejemplo). También el debut como director de Williams, The Sweet East, estaba en la programación, además de Funny Pages, en la cual trabaja junto con al director de fotografía Hunter Zimmy, coincidiendo ambos también en la película que nos ocupa. Tras la proyección, Luca Balser y Hunter Zimmy estuvieron presentes para un Q&A explicando detalles del rodaje y el argumento.
Al más puro estilo de la antología argentina del 2014 Relatos Salvajes (el propio Balser mencionaba el largometraje de Damián Szifrón como inspiración en el Q&A), el filme supone una colección de siete cortometrajes que retratan a ciudadanos de Nueva York en un variado rango de situaciones. Cotidianas pero imprevisibles, grotescas a la vez que divertidas, y tan absurdas como reconocibles, las historias de What Doesn’t Float no llegan a los niveles de violencia de los relatos de Szifrón, pero no por ello dejan de sorprender. La aparente sencillez deja entrever ingeniosos detalles de guion que señalan lo contradictoria y exasperante que puede ser la sociedad actual y la condición humana. Ya sea una discusión entre dos transeúntes, una adolescente en medio de una crisis o un hombre desesperado por dormir, el registro de los cortos cambia junto con sus argumentos ofreciendo desde situaciones cómicas a momentos algo más dramáticos, aunque siempre manteniendo la mirada cínica de quien opta por apoyarse en el sentido del humor para no desesperarse ante la decepcionante realidad.
Las incongruencias de los personajes, sus dramas internos y el egocentrismo intrínseco de cada uno se dejan a la observación y se subrayan desde la puesta en escena, sin excesos de diálogos ni explicaciones, permitiendo un nivel de ambigüedad en las historia que remite a la confusión que puede generar un encuentro fortuito fuera de contexto. De este modo, la repetición de ciertas imágenes, los cerradísimos planos de rostros o detalles y el propio montaje se encargan de enfatizar lo que queda escondido a simple vista y, a su vez, de que cada cortometraje disponga de su tono particular. Ya sea sugerir un pensamiento o dejar vigente la hipocresía y el egoísmo de las personas, Balser aprovecha los pequeños detalles para mostrar y no contar. Por ejemplo, el pez atrapado en el anzuelo que observa Pauline Chalamet o cuando Larry Fassenden cruza la calle despistado con su cubo lleno de agua y se detiene en medio del trayecto de un ciclista, el cual le avisa con el timbre y se ve obligado a desviarse, para que luego el propio Fassenden le dé la bronca a una niña que se choca por accidente con su cubo y poco después pierda los papeles cuando un conductor casi atropella a esta, enzarzándose en una pelea en un acto tan contradictorio como humano.
Individualmente y en su conjunto, What Doesn’t Float crea un retrato de Nueva York esperpéntico y exasperante, pero mostrado desde una sencillez que realza la contingencia de las situaciones representadas, por sorprendentes y absurdas que puedan parecer. Porque a veces la realidad supera la ficción, y la cotidianidad urbana puede estar repleta de situaciones inverosímiles y surrealistas.