La hojarasca supone el debut en el largometraje de la directora canaria Macu Machín, licenciada en Comunicación Audiovisual, diplomada en dirección de cine en Madrid, en guion por la EICTV de San Antonio de los Baños (Cuba) y con un Máster en cine documental por la Universidad del Cine en Buenos Aires. Concebida libremente como un híbrido entre documental y ficción, retrata el reencuentro entre tres hermanas en medio de una naturaleza atrapante donde las fuerzas telúricas son tan protagonistas como la propia historia. Un relato sobre el oficio en el campo y el valor de las tradiciones así como las vivencias pasadas que salpican el presente. Con un fuerte componente personal —las intérpretes, Carmen Machín, Maura Pérez y Elsa Machín, son dos tías y la madre de la propia autora— la obra está envuelta en una atmósfera de misterio y cierta melancolía a la que contribuye la depuración de sus diálogos. Tras su paso por el Festival de Málaga en la sección Zonazine, donde fue premiada con la Biznaga de Plata a Mejor Película y Mejor Dirección, se podrá ver también en el Festival de Cinema D’Autor de Barcelona, que tiene lugar estos días. El Festival de Cine de Berlín acogió la premiere mundial del filme en su sección Forum y fue allí precisamente donde tuvimos oportunidad de charlar con la directora sobre cómo fue el desarrollo así como sobre sus próximos proyectos. A continuación, la entrevista completa.
Para empezar, quisiera preguntarte por la construcción del guion. La historia está ubicada en una zona rural, las protagonistas son tres hermanas que a su vez lo son en la vida real y que tienen un parentesco directo contigo. A la hora de escribir el guion, ¿cómo lo enfocaste? ¿qué parte hay de ficción y qué parte de biografía personal?
Todo es biográfico, en realidad. Nosotras vivimos en Gran Canaria y hubo un proceso de escritura de guion en el que me fui con mi madre a La Palma, con mi camarita y con una grabadora, para capturar sus anécdotas de la infancia: ver cómo tuestan los cereales para el gofio, la vendimia o el vareo de las almendras. Estuve durante un año yendo en los cambios de estación para ver qué sucedía en torno a cada proceso climático y de la tierra. El reencuentro entre las hermanas se estaba produciendo mientras se desarrollaba el proyecto con ellas. Durante el proceso estaba teniendo lugar ese vínculo, esas ganas de jugar y ese deseo de volver a verse. De ahí saqué muchas ideas para el guion, de transcripciones, de conversaciones, de observarlas… pero sabía que todo eso no podía trasladarlo a escena y ficcionarlo porque no son actrices y no quería que pareciese algo de cartón piedra ni quería que fuese forzado. Yo las conocía bien, había ido muchas veces a La Palma y desde la infancia sabía que se creaban dinámicas especiales siempre que íbamos allí. Quería retratar la dinámica que se produce entre las hermanas cuando están juntas. Claro que también había un proceso de fabulación por mi parte, pensaba ojalá sucediera esto… y sinceramente al final sí sucedieron esas cosas. No todo al pie de la letra pero sí la esencia de las escenas. Justo antes de rodar les daba algunas ideas y empezábamos a ensayar con la cámara hasta que empezaban a suceder cosas de manera natural, espontánea. Eso era lo que me apetecía encontrar, lo verdadero, lo auténtico, los gestos, los silencios, esa manera de hablar tan especial que tienen ellas.
Tu película se ha clasificado como ‘documental’ dentro de la Berlinale. ¿Estás de acuerdo?. ¿Crees que se ajusta a tu trabajo?
(Suspira) Yo misma me lo planteo muchas veces. Para mí es como una ficción de John Ford, un western. Si le he dado el visto bueno es porque, para mí, todo lo que está sucediendo ahí las representa, de A a la Z. Es verdad que uno propicia situaciones al margen de la realidad, por ejemplo, ellas antes de rodar la película ya se habían repartido la herencia. En la película se recrea eso pero se trata de un elemento de ficción que da pie a que sucedan muchas cosas de verdad. El hecho de volver a poner en escena el tema de la herencia, de jugar sobre ello de distintas maneras, de hablar sobre ello en distintas situaciones, fue sorprendente porque provocó que sucedieran cosas de verdad. No sé si he contestado a tu pregunta… ¡Ah! me preguntabas por el documental. Me parece que eso es algo complejo. El cine que me interesa es ese cine que juega en los márgenes y con libertad, de manera que cuando uno le pone la etiqueta es como que encapsula, que limita las cosas. Me resulta más cómodo el género de no ficción, que es otra etiqueta que también encapsula las cosas, pero digamos que es un término más híbrido porque sí que hay parte documental. Me sorprendió cuando se clasificó como documental porque yo las he forzado a reunirse en La Palma y a representar el reparto de las tierras, sin embargo, por otro lado, está sucediendo todo de verdad. Todo lo que he seleccionado son partes que las definen muy bien. Muchas de ellas son puramente observacionales, momentos de antes o después de rodar la escena que iba a ser más ficcionada. Al final me he quedado en gran parte con todos esos momentos más frágiles, más porosos. Hay otras partes en las que sí hemos trabajado más a fondo, como aquellas escenas en las que discuten o los momentos de clímax. Cuando les indicaba que tenían que discutir quería que entendieran que todo relato necesita un conflicto. Lo planteaba como un juego y no se lo cuestionaban porque lo importante era que confiaban en mí. Se dieron cuenta de que yo no iba a tener ningún posicionamiento, que no las iba a juzgar ni iba a hablar de malos y buenos. Necesitaba que comprendieran eso desde el inicio porque yo también estoy atravesada por el propio conflicto. Quería que entendieran que las iba a observar y que no iba a ser solo yo si no que también se iba a incorporar a todo un equipo. El primer rodaje fue el más numeroso, éramos unas diez personas, había un director de fotografía, otro de sonido… Para mí el objetivo era convertirlo en una gran familia y se consiguió el primer día. En la misma mesa donde estábamos rodando comíamos todos del mismo queso que salía en el plano, bebíamos todos del mismo vino… Hubo una inmersión rápida y me parece que eso facilitó mucho la tarea para ellas, que no se dedican al cine. Enseguida se sintieron cómodas, se comportaban de manera natural e incorporaron al equipo a Jamie, al que llamaban “Jimmy” [la realizadora se refiere a Jamie Weiss, uno de los productores de la película] como a un hijo o a un sobrino, como a alguien más de la familia. Lo hicieron todo super rápido y eso facilitó que todos participasemos de una manera muy horizontal, que era algo que yo tenía muy claro. Para mí, mi sueño como directora es borrarme.
Poder abstraerte, de alguna manera.
Ser un médium, propiciar un encuentro y hacer que fluya, pero claro, eso es difícil porque tienes que forzarlo, tienes que repetir y repetir, pero para mí ese es el concepto. Lograr mover la primera piecita del dominó, que a partir de ahí vayan sucediendo cosas y que no sean exactamente las que yo quiero que sucedan. Ir descubriendo en cada escena cuál es la esencia y cuál es la película.
Me da la sensación de que apuestas por transmitir emociones a través de los gestos, las miradas, el silencio, por encima de los diálogos. ¿Estás de acuerdo con esta idea?
Sí, y de hecho uno de los retos fundamentales en el montaje, que fue un proceso largo, fue el de quitar ‘la hojarasca’, porque había mucho diálogo, hablaban mucho. Jamás pensé que iba a ser una película con tanto diálogo. Podía haber sido perfectamente una comedia desopilante porque sucedían muchas cosas muy divertidas en medio del rodaje. Se trataba de ver cómo mostrar todo eso pero sin necesidad de que lo dijeran todo, lograrlo a través de sus pieles, del cuerpo, de sus gestos y miradas. El juego en el montaje fue el de quedarnos con los mínimos elementos indispensables en la película para que se pudiera sentir toda esa carga de muchos años, de cuerpos que llevan cargando cosas en silencio.
Para el montaje contaste con nombres muy reconocidos dentro del cine español. [Nos referimos a Manuel Muñoz Rivas, editor habitual de los trabajos de El Viaje Films, Ariadna Ribas (Pacifiction, Creatura) y Emma Tusell (Magical Girl, Mantícora)]
Me siento super agradecida. Ha sido un regalazo. Todo el equipo ha sido maravilloso.
¿Cómo surgió esta colaboración?
Con Manuel Muñoz Rivas fue un proceso natural por el hecho de que forma parte de la familia de El Viaje Films y monta buena parte de sus películas. Ellos confiaban en él y a mí me había gustado mucho El mar nos mira de lejos, película que dirigió y que estuvo también en la sección Forum. Fue un proceso muy bonito, como la escritura de un guion, porque apenas había material rodado cuando empecé con él. Fue un work in progress, fuimos rodando y encontrando la película poquito a poco. Con él hubo mucha conversación, mucho diálogo, mucho debate y mucha terapia compartida. ¡Y luego explotó el volcán! Vimos los materiales, hicimos un montaje con un storyboard con imágenes y con eso fui al último rodaje, el definitivo, que fue como llegar al hueso, a la esencia. En aquel momento teníamos un equipo de rodaje mucho más pequeño para así llegar al fondo de las emociones y hacer algo mucho más intimista. Cuando ya estaba todo el material rodado entró Ariadna Ribas. Ella hizo el trabajo de encontrar una estructura, estuvimos dos meses dándole forma a ese material, fue bonito pero se nos acabó el tiempo y tuvimos que buscar a alguien más que nos acompañara en el final del viaje. En ese momento pensé en Emma Tusell, que vive en el pueblo de mi familia, en Puntagorda, con lo cual fue precioso poder cerrar el círculo del proceso de producción allí, entre almendros. Ella entendía muy bien esa naturaleza aunque le sorprendió el paisaje de la película, no lo reconocía, decía que era muy de Tarkovski. En La hojarasca el paisaje se ve desde otro lugar, en medio de esta niebla y de esta cosa rocosa, árida…
En tu película el paisaje es agreste, casi amenazante, y el sonido de la naturaleza es como un personaje más. El viento, la propia hojarasca que le da título. ¿Por qué este énfasis en el sonido y cómo fue el proceso?
Es algo que tenía ya desde el guion, desde el título de proyecto en desarrollo. Lo hablé con José A. Alayón, productor y codirector de fotografía y con Joaquín Pachón, que hizo el sonido directo. ‘Hojarasca’ son muchas cosas metafóricas: los ciclos de la vida, lo que tapa, lo oculto… La hojarasca es también para mí el ruido de fondo mientras que la esencia está por debajo. Yo quería llegar a todo eso pero también hay algo muy sonoro en el propio crujido. Lo fundamental de la película estaba ahí, en la parte metafórica, el subtexto, el sonido, los colores y las grietas. Todo era muy visual ya en el título. Joaquín se sorprendió al leer el guion porque el sonido estaba muy detallado. Para mí era importante porque pienso que es lo que marca el tono y el tempo. Ha sido un trabajo precioso desde todos los ángulos, de sonido y de imagen, obviamente. Trabajar el sonido te permite trabajar sobre lo que no se puede ver, lo que no se puede decir, además de con el fuera de campo, que era algo que me apetecía mucho. Cuando explota el volcán tenemos la imagen pero el sonido te pone la piel de gallina. Ya había un trabajo previo que se estaba gestando desde lo sonoro y lo visual pero la erupción del volcán fue el elemento de la naturaleza que faltaba. Parecía que dijese: aquí estoy yo, también soy importante. Ha sido un trabajo muy orgánico, de ir encontrando la película a través de las imágenes y los sonidos.
El volcán [nos referimos a las imágenes reales que aparecen en la película de la erupción del volcán de Cumbre Vieja, que tuvo lugar en la isla de La Palma en septiembre de 2021] está sorprendentemente cerca de las protagonistas, ¿cómo se rodó?
Eso es un elemento de ficción. El volcán no estaba en la ventana (Ríe). Cuando explotó, Zhana Yordanova, que hacía el sonido, mi madre, mi padre y yo nos metimos en un coche a rodar sin saber muy bien cómo hacerlo. No me podía llevar a mi tía Maura, la hermana pequeña que tiene complejidades para moverse, a ese paisaje apocalíptico. Había urgencia, aquello era tremendo, era muy doloroso y no podía ponerme a rodar una película, no me parecía ético. Estuvimos allí una semana viviendo esas impresiones muy a flor de piel. Mi tía Carmen estaba muy desanimada y yo me sentía con mucho dolor también porque este suceso afectó a mi familia directamente ya que la casa de mi primo fue sepultada por el volcán. Todo eso nos marcó. No pude volver a rodar con los tres personajes hasta que el volcán se detuvo. Ahí entra el elemento de ficción porque parece que las hermanas estén haciendo cosas y teniendo conversaciones íntimas mientras vemos un volcán de fondo.
¿La idea de incluir el volcán surgió a posteriori?
No, surgió en medio. Empezamos rodando tres semanas pero tuvimos que cortar el rodaje por problemas familiares de salud. Luego costó mucho reenganchar. Volvimos a hacerlo en octubre del 2020 y pensamos que en febrero del 2021 terminaríamos la película, pero sucedieron muchos impedimentos de todo tipo, de salud, de agenda… Todo se fue posponiendo, llegó septiembre del 2021 y entonces explotó el volcán y decidimos ir a La Palma para ver cómo lo integrábamos. Fue una semana de rodaje de guerrilla. Luego tuvimos que esperar a que el volcán se sofocara porque no podíamos continuar rodando con el equipo y con mi familia. Esperamos a diciembre del 2021, tres meses, en febrero del 2022 regresamos y todo se calmó. El reencuentro fue terapéutico para mi familia en todos los aspectos. A mi tía le sirvió para olvidarse un poco de su tragedia porque estaba muy absorbida por ese dolor, el de ver sufrir a mi primo. Volver a jugar a hacer una película y a hablar de huertas le ayudó mucho.
¿Qué representa para ti debutar en la Berlinale?
Es un regalo, un cierre muy poético de un ciclo vivido con mi familia. Y es una maravillosa ironía del destino. Los alemanes hace tiempo que descubrieron Puntagorda y se mudaron a vivir allí hace 30 años. Ahora yo vengo con mi familia desde ese pueblo a Berlín para mostrar un trocito de ese tipo de vida aquí, en la metrópoli. Me parece bellísimo. Además, es una ciudad que me encanta.
¿Nos podrías contar algo sobre tus próximos proyectos?
Sí, estoy escribiendo un nuevo proyecto: Las porteadoras. No sé si se titulará finalmente así pero me gusta y quiero desarrollarlo en las huertas de mi familia. Esta vez no será con ellos pero me encantaría seguir filmando y que toda mi carrera se desarrollara en torno a esas huertas porque siento que tienen historia. No hay placas explicativas como en las esquinas de Berlín pero sí que existe la tensión de una historia. Recuerdo que cuando estaba investigando descubrí que en el monte donde está la casa de mi familia se ocultaron los republicanos. En Canarias no hubo guerra civil porque obviamente de ahí partió Franco y Canarias quedó directamente absorbida por el bando nacional. Como no hubo tiempo tampoco hubo oportunidad de defenderse. Aquellos que huyeron eran republicanos o bien se sospechaba que lo eran. Desde el bando falangista empezaron las rencillas y las venganzas en todos los barrios. Los maquis, aunque allí no se les llamaba así, huyeron a esa otra zona de la isla, a ese monte, porque era uno de los lugares más recónditos y de difícil acceso. A mí me ponía la piel de gallina saber que tantas personas se habían ocultado allí, en aquellos pinos donde yo había jugado y donde habían jugado mi madre y mis tías mucho antes, desconociendo todo el dolor y toda esa tensión que pudo haber ahí. Los republicanos fueron torturados y fusilados y aunque no se han encontrado los cuerpos se sabe que mucha gente murió allí. La historia se hizo presente en estos lugares rurales, pobres, pero que no tienen placas de ningún tipo. Quiero seguir trabajando sobre esas huertas, sobre lo ocurrido allí en los años 30 del siglo XX.