¿Te gusta John Wick?
El actor Dev Patel es, sobre todo, conocido por el papel que le lanzó al estrellato, el joven Malik en Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008). Además ha interpretado a una gran variedad de personajes en múltiples películas, como el matemático Srinivasa Ramanujan en El Hombre que Conocía el Infinito (Matt Brown, 2015), o a Sir Gawain en El Caballero Verde (2021), la adaptación de manos de David Lowery del clásico poema. Ahora, Patel se coloca tras la cámara (y, en realidad, delante también) para dirigir Monkey Man, de la que también es coescritor y protagonista, contando con la producción de Jordan Peele (aunque este se incorporó con la película ya finalizada).
Uno de los personajes le pregunta al protagonista “¿Te gusta John Wick?”. Es fácil ver los semblantes entre Monkey Man y la saga de películas sobre el sicario que sale a vengar a su perro, sin embargo Patel consigue desmarcarse y crear una obra con personalidad propia. Eso sí, el filme no está exento de clichés y estructuras narrativas prefabricadas, recursos manidos que pueden provocar un cierto letargo en algunas ocasiones y un desarrollo irregular del metraje. La intencionalidad de denuncia está presente desde el minuto uno, y quizás sea esta una de las razones que llamó la atención de Peele por el proyecto. Monkey Man muestra y centra su argumento en la pobreza de la india, creando un retrato sórdido que señala sin pudor las injusticias de las diferencias de clase, la corrupción y la prisión social en la que se encuentran los grupos más desfavorecidos. En ese contexto, la película cuenta la historia de Kid, el protagonista interpretado por Patel, que se gana la vida a base de dejarse ganar en peleas amañadas, cobrando dinero por, literalmente, sangrar. Envuelto de criminalidad y decadencia, Kid emprende un viaje para vengar a su madre, víctima de un ataque policial cuya única justificación es el interés de fuerzas superiores. Los engaños y trampas para intentar beneficiarse de un sistema completamente corrompido son las herramientas principales del protagonista para poder sobrevivir y seguir adelante en su plan, contando con la única ayuda de las complicidades que se generan con otras personas que, como él, son vapuleadas por el sistema. En su camino, Kid debe hacer la vista gorda ante la injusticia y sufre en silencio mientras es testigo de los abusos de poder a los que se ven sometidos tanto él como gente de su entorno. Sin embargo, ese dolor y frustración acaban siendo el combustible definitivo para la voluntad de Kid y el incentivo para que nada se interponga entre él y su objetivo.
En cuanto a estilo, Monkey Man resulta verdaderamente desbordante. Patel no duda ni un momento en poner cualquier elemento al servicio de la estética, dotando a todos y cada uno de los planos de algún que otro recurso estilístico, por momentos llegando incluso al exceso. Peleas a contra luz, miradas a través de cristaleras o reflejos en espejos colgantes, cualquier elemento disponible del lenguaje cinematográfico se combina con el diseño artístico de los escenarios apostando por una puesta en escena rebuscada y dinámica. Frecuentan los planos muy cerrados que elevan la parte emocional de los personajes y se centran en los gestos de su relación, ya sean afectuosas o agresivas. A las recargadas imágenes las acompaña una muy presente banda sonora musical, un elemento muy destacable del filme y que siempre le da un pequeño plus a las escenas, ya sea como ambientación en una discoteca o como añadido rítmico para la caótica acción.
El debut de Patel en la dirección no es perfecto pero supone una obra realmente interesante, una aportación más que respetable al género de la acción. En busca de algo más que peleas bajo luces de neón, Monkey Man dispone de alma propia y se sirve de los códigos habituales de las películas de las que bebe para mostrar las inquietudes de Patel, para introducir una crítica social entre coreografías y acrobacias.