AGGRO DR1FT, de Harmony Korine

Aggro Dr1ftInsólita e inclasificable; la apocalíptica AGGRO DR1FT (2023) convierte Miami en un purgatorio radial desde una apuesta estética deslumbrante. A través de cámaras de visión térmica, el espectador atestigua el relato espiritual de un sicario (Jordi Mollà) envuelto en la pesadilla lisérgica de una ciudad sin ley. Pistolas, balaclavas y descapotables: Harmony Korine —director de la decisiva Spring Breakers (2012)— vuelve a contemplar la violencia desde la animadversión del raciocinio, celebrando una fiesta aterradora de demonios y neón que revela un mundo superficial y carente de sentido como el nuestro.

Próximo a la banalidad y el artificio, este retratista de la decadencia posmoderna ofrece un análisis crudo y grotesco desde su propio envoltorio. Todavía hoy, resulta difícil defender (y más, recomendar) una película como Trash Humpers (2009), pero en su concepción elemental es posible identificar la esencia de esa visión terrible que orbita el resto de su obra. Aquel pintoresco y tétrico grupo de ancianos enmascarados que mantenían relaciones sexuales con contenedores y todo tipo de elementos urbanos podía verse como reducto de un ejercicio experimental meramente provocativo, pero en su soporte digital habitaba la idea de una aproximación cercana a su realidad. Situando la película en el tiempo, la propuesta entroncaba con la aparición de los primeros vídeos virales caseros surgidos de internet, aquellos que, en muchos casos, venían envueltos del misterio de su procedencia y motivación. En ese aspecto, la anomalía que presentaba Korine respondía a esa misma incertidumbre, camuflándose entre estos para descubrirse desde un sincero hermetismo, sin juicios ni concesiones dramáticas más allá de su incómodo y afinado sentido del ridículo. Ahí, en la frontera limítrofe entre un cine desposeído y la observación poética de la realidad inmediata, encuentra su lugar, quince años después, AGGRO DR1FT, recurriendo a una imagen sumergida en su pesadez sumada al feísmo procedural de la estética IA.

Aggro Dr1ft

A través de los pensamientos de su protagonista, la historia avanza con un ritmo febril y tortuoso. Sin un rumbo claro, la imagen se encarga de descubrir el paisaje en ebullición de una ciudad infestada de la violencia que existe de forma subyacente en su tratamiento formal. En ese registro amorfo y bombeante, los colores que emplea la película recuerdan a ciertas obras que remiten al retrofuturismo y el cyberpunk, donde el gore, el símbolo religioso y la propia ciudad cobran una importancia capital —presentes aquí también—. En ese hervidero, Korine se recrea mediante el uso de imágenes desprendidas y evocadoras que se mueven con la cadencia cinemática de un videojuego, siguiendo un montaje intuitivo al servicio del movimiento y su mutación.

Pese a reconocerse en sus referentes, la apuesta radical de AGGRO DR1FT es tal que se reinventa fijándose en los nuevos lenguajes modernos. Más allá de la primera impresión de su fachada, la obra hace voluntaria su conexión con esa imagen estéril del cine de contenidos y plataformas, exorcizando la misma para dotarla de un nuevo valor, surgiendo casi como su reverso tenebroso. De esta forma, existe una reivindicación de carácter contracultural, algo que es posible identificar en su trabajo paralelo en videoclips, donde parece surfear conscientemente unas directrices impuestas para subvertir su definición —véase el caso de Gucci Mane y Travis Scott (quien, por cierto, aparece en la película) o recientemente Bladee y Yung Lean—. En ese sentido, resulta notorio el compromiso del director con las nuevas voces y miradas, recurriendo a su estudio para ofrecer su mejor versión de un mundo condenado e inerte.

Aggro Dr1ft

En la suma de todo ello, resulta AGGRO DR1FT; una apuesta donde su autoría rezuma desde el exceso, logrando concebir un fascinante trip psicodélico absolutamente rompedor. Harmony Korine dispone una mirada a la imagen terrible del presente, compartiendo el sentido incisivo de lo último de Radu Jude desde su propia concepción visual, apropiándose de esa visión decadente para ofrecer un ligero encanto infernal a esta realidad deprimente. Porque no merecemos otra cosa.

The Beach Bum, de Harmony Korine

Spring Breakers