Me gusta Hong Sang-soo

—Pues yo lo tengo bien claro. A mí me gusta el cine de Hong Sang-Soo (el HSS). ¿Qué todas sus películas se parecen, dices? Déjame pensar… Bueno, tenemos, así a bote pronto, una historia de crisis de pareja, otra en la que una mujer con enfermedad terminal vuelve tras sus pasos y, en cierto modo, revive su pasado, aquella en la que un joven director se replantea toda una jornada para borrar un incidente que desluce la satisfacción del día, otra en la que un hombre imagina tres destinos que se representan en cada uno de los tres pisos de un edificio, o aquella dónde una extranjera se deja perder cerca de la playa, la del poeta que siente cercana la muerte o la otra dónde unas historias aparentemente intrascendentes dejan entrever dramas y tragedias de diversas mujeres, o incluso la película que permite confrontar planteamientos estéticos entre personajes de diversos ámbitos artísticos…

—…

—Bueno, tal vez si se parecen en algo. Pero ¿no está ello vinculado al concepto de autoría?…

—…

—Si, cierto, hay autores cuyas películas no se parecen tanto entre sí. Pero, por no mencionar a Ozu (vaya, ya lo dije), tenemos a Allen, los westerns de Ford, las comedias de Lubitsch, los policíacos de Kitano o To, las comedias de Wes Anderson, los melodramas de Almodóvar… Cuando llevas unos años sin verlas, ¿eres capaz de distinguir, así de repente, una de otra de entre la filmografía de estos directores?

—…

Hong Sang-soo - Tale of Cinema

—¿Que tú puedes? Vale, será que tienes una memoria excepcional o la mía está de capa caída, pero me gustaría que me digas qué pasa detalladamente al menos en seis películas de Ozu, venga.

—…

—¡Que no puedes mirar el móvil!

—…

—¿Ves? Ya decía yo… Por otro lado, HSS no sólo está maldecido por cierta crítica por repetir temáticas, sino por su estilo, entre descuidado y feísta…

—…

—Bueno, más difícil de defender frente a las puestas en escena planificadas, geométricas o hiperesteticistas de algunos, sean Ozu o Anderson (toma, sólo por relacionarlos a algún otro le va a dar un síncope) … Pero él se plantea una suerte de intrascendencia de la vida cotidiana que se corresponde con la puesta en escena. Nunca puedes planificarlo todo al detalle, siempre hay algo que tuerce los planes, aunque seas tu mismo. Ahora tienes un objetivo y, al momento, te olvidas de él. Así somos, así es la vida. Y, por ello, no se molesta en organizar aquello que aparece frente a la cámara. O, mejor dicho, se niega a enfatizarlo. El cine de HSS plasma la vida tal cual, pone en escena lo imprescindible y sólo lo embellece puntualmente con toques sutiles. Quizás sea eso lo que más me gusta de él, su capacidad de trascender un maniqueísmo y sacar a relucir pequeñas miserias de algunos, rencores o egoísmos, que contrastará luego con detalles de auténtico cariño de un personaje hacia otro.

—…

—Vale, si, son orientales y el cariño no se muestra, así como así. Pero, en cuanto has visto algunas obras coreanas o japonesas acabas percibiendo ese amor o esa pasión bajo un rostro impasible o una imagen de calma absoluta.

—…

—¿Qué cual es el interés de películas dónde casi no pasa nada y sólo vemos a gente bebiendo hasta la intoxicación? Pues bueno, por que alguna vez disfruto ver personas que se lo pasan bien argumentando, discutiendo, halagando o criticando, presumiendo tal vez, pero siempre disfrutando de la vida, ni que sea unos instantes, una sobremesa o un día, cómo el poeta aquel que sube a la azotea, se fuma un cigarro y se sirve un whisky, satisfecho, ignorando su enfermedad… Así es la vida, con limitaciones, pero con posibilidades que no se agotan con los años… y con muchos momentos, pequeños momentos, por disfrutar.

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—Qué sí, que hay ratos para todo. Para la épica de Frodo y Aragorn o para las patatas de Bela Tarr, para las burlas de Herzog o el cariño hacia sus personajes de Sean Baker. Pero también para una buena birra (de no tener soju ni sake) y una charla con los coleguis… y, antes o después de eso, para una peli dónde, aunque sea con rasgos orientales, nos veamos reflejados…

Hong Sang-soo - In Water

Me trajeron otro cóctel. Me había pedido un gimlet con base de vodka y tenía buen aspecto y mejor sabor. Y, además, mis compañeros se daban cuenta de que estaba escuchando una conversación ajena (o parte de ella) más que la nuestra propia. Dejé de seguir el diálogo telefónico (o la parte que me llegaba) de la mesa vecina. Pasé a disfrutar de mi tercera bebida y de la animada conversación con mis amigos. Hablábamos de nosotros. Y de cine oriental, quién lo iba a decir.

The Day a Pig Fell Into the Well (Daijiga umule pajinnal, Hong Sang-soo, 1996)