En 2010 Hong Sang-soo estrenó Hahaha, ganadora del premio a Mejor Película en la sección Un Certain Regard de Cannes, y Oki’s Movie, dividida en cuatro capítulos que muestran los conflictos de los mismos personajes en distintos momentos de sus vidas. El cineasta empezaba esta tetralogía con un episodio ubicado en el presente, frente a tres piezas posteriores que indagaban en el pasado de Oki, Song y Jingu, el triángulo amoroso que ocupa el punto central del argumento. En la primera parte del film, que sirve como presentación de los personajes, conocemos a un profesor de universidad que, en la proyección de uno de sus cortos, es cancelado públicamente por una chica del público. La muchacha, durante el coloquio posterior al visionado, le pregunta sobre una joven a la que le rompió el corazón, dando a entender al resto de asistentes que mantuvo una relación extramatrimonial con alguien supuestamente más joven que él. El docente enseguida escurre el bulto, dejando claro que abandona el mundo del cine, como si esto cancelara lo ocurrido en el pasado o le restara importancia al hecho de que ha estado usando su posición de poder para seducir a estudiantes.
Sang-soo recupera el personaje y la historia de Jingu tres años después en Nobody’s Daughter Haewon, presentada en la Berlinale de 2013. Incluso cambiándole el nombre (en lugar de Jingu aquí el protagonista se llama Seongjun), es imposible no recordar el desenlace de esa primera parte de Oki’s Movie en el momento que Haewon nos presenta a su novio: un hombre casado que, como descubriremos más adelante, trabaja en la universidad donde ella estudia interpretación. El actor surcoreano Lee Sun-kyun, desaparecido en 2023 con tan solo 48 años y que participó en cinco películas de Sang-soo, así como en obras de reconocimiento internacional como Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), interpretó ambos papeles, evidenciando todavía más la conexión entre dos personajes masculinos que representan al hombre que se acomoda con habilidad en una posición de privilegio, incapaz de abandonar ninguna de sus luchas. Seongjun lo quiere todo: mantener su noviazgo con Haewon sin que esto repercuta demasiado en su matrimonio ni en su estatus social (para ello insistirá en mentir cuando la pareja es descubierta por otros estudiantes), y también perseverar en su carrera como cineasta. Al final de la película reconocemos a un hombre indefenso y empequeñecido ante la inminente ruptura con la que él asegura que es la mujer de su vida, pero a quien no ha cuidado en ningún momento. Esto nos lleva de nuevo a Jingu —irremediablemente la otra cara de la misma moneda—, quien se obsesionaba con Oki hasta llegar a acosarla, desvelando la verdadera naturaleza de un personaje caprichoso e inmaduro al que las mujeres de las que dice enamorarse, lo abandonan cuando se percatan de lo que hay detrás de la aparente seguridad y experiencia que las atrae en un primer momento.
Frente a la figura del cuarentón infeliz que pretende achispar su existencia a costa de aventuras amorosas con jovenzuelas, nos encontramos a Haewon, amante y alumna de Seongjun. La película se abre con un conjunto de secuencias en las que la chica pasea con su madre por la ciudad a modo de despedida. El director aprovecha los espacios abiertos para acercarse a ellas mediante el teleobjetivo, dejando la libertad de movimiento necesaria para que ocurra la imperfecta magia del cine, aquello que surge cuando en algún momento alguien se olvida de que hay una cámara grabando. En un intercambio drástico de papeles, la hija siente una profunda pena por la marcha de su madre a Canadá. Juntas parecen redescubrir la ciudad en la que han vivido durante años, a medida que asistimos a la eclosión de un sentimiento de abandono que invade a la protagonista, hecho que podría explicar la forma en que posteriormente se relaciona tanto con su pareja, el profesor casado, como con sus compañeros de facultad, quienes no tienen una opinión demasiado amable de la joven. De nuevo asoma el tema de las apariencias, también presente en Oki’s Movie a través del personaje de Song, y que aquí queda representado por la protagonista y la desconfianza que despierta en la gente de su entorno. El juego eterno de la multiplicidad del individuo: ¿Somos quien creemos ser, o quien el resto cree que somos?