Trazando senderos para inquietudes delineadas
En nuestra propia vida, el tedio y la repetición de la cotidianidad puede mostrar como imperceptibles cambios de hábito o de opinión que han ido forjando nuestra personalidad; revelándose apreciables al observar períodos temporales más amplios. De manera análoga, al reflexionar sobre la obra de Hong Sang-soo, un cineasta tan marcado por la exploración de pequeñas variaciones sobre una serie de personajes y temáticas recurrentes, resulta especialmente tentador asomarnos a su ópera prima para descubrir qué elementos estuvieron allí desde el inicio y qué otros se fueron definiendo con el paso del tiempo.
En esta línea, The Day a Pig Fell Into the Well (Hong Sang-soo, 1996) establece una decidida declaración de intenciones por parte de su director ya desde el propio título de la cinta; siendo éste una referencia al relato corto homónimo de John Cheever (escritor conocido por su habilidad para captar las complejidades de las relaciones interpersonales a partir de circunstancias en apariencia triviales de la vida rutinaria). En la primera película de Hong Sang-soo ya está presente su visión de la naturaleza humana y las principales ideas de cómo captarla con la cámara. Ahí encontramos al protagonista autorreferencial inmerso en un mundo de personajes patéticos, las conversaciones alrededor de una mesa llena de botellas de soju, las escenas de sexo incómodas y agresivas y en definitiva, la descripción de ésa angustia tan contemporánea sobre la imposibilidad de construir una vida laboral y emocional plena y estable.
Por contra, se nota la falta de experiencia del realizador a la hora de pulir su propuesta, echándose en falta una mayor rotundidad a la hora de definir un lenguaje propio aún por consolidar. Es cierto que los primeros intentos de algunas de sus marcas más identificativas ya están ahí, como la sobriedad y ambigüedad de las escenas oníricas, pero se echa en falta claramente el rigor estilístico con el que plantearía sus obras más destacadas algunos años más tarde. La mayoría de las escenas se abordan con una cierta arbitrariedad compositiva, mucho más heterogénea que en el resto de su cine, además de con una mayor presencia de la acción y una menor importancia y acierto en los diálogos.
Esta zozobra en lo formal así mismo contagia a lo puramente narrativo. La trama de The Day a Pig Fell Into the Well deambula a través de la vida de cuatro personajes (un novelista fracasado, su novia, su amante y el marido de esta última) entrelazados en un tejido de amor, infidelidad y desesperanza. En conjunto, el desarrollo de esta historia se despliega con una fragmentación y complejidad excesiva, con dificultad en demasiados momentos para que el espectador sea capaz de comprender lo que está sucediendo en pantalla. Aun así, es posible vislumbrar algunas briznas de agudeza visual y humor ácido tan característicos del autor coreano. A modo de ejemplo, aquí aparece la única escena de sexo que recuerdo dentro de su filmografía donde la mujer se sitúa encima del hombre, teniendo el origen de esta inversión de los roles de dominación el hecho de que la mujer se trate de una prostituta. Otro detalle recurrente que se rescataría para futuras películas son los personajes que se ven obligados a pedir dinero casi de manera infantil, como un niño le pide a su madre su asignación semanal. Este acto de apariencia fútil, incide en su imposibilidad para madurar y se enmarca (aquí sí satisfactoriamente) dentro del errabundismo que intenta transmitir el metraje.
A pesar de ello, la prominencia de situaciones exageradas y un tono más oscuro y menos naturalista que sus posteriores trabajos empañan las virtudes de su cine, ya presentes desde un inicio, como apuntábamos anteriormente, pero sin duda más escondidas (quizás demasiado para un espectador que decida comenzar su andadura por la obra de Hong Sang-soo por este punto).