Hay películas, buenas, películas malas, películas interesantes y está también la categoría de películas simpáticas. Bookworm es una de ellas. Una película familiar, sin complicaciones, que no cae en el recurso fácil lacrimógeno, mantiene un ritmo y entretiene. Elijah Wood (que colaboró con el director, Ant Timpson, en su anterior Come to Daddy, una comedia muy negra) interpreta aquí a un padre que debe conocer a la hija que tuvo once años atrás en una expedición en busca de una pantera. A pesar de la insufrible niña protagonista (que amarga la existencia de su padre), la cinta se disfruta con agrado.
Schirkoa, in Lies we Trust… la sorpresa. Si la jornada anterior nos deparó un par de decepciones, la cinta de Ishan Shukla es una espléndida sorpresa. Vimos el año anterior La otra forma, una animación sobre una sociedad distópica dónde todos debían deformarse la cabeza para una integración social definitiva. En este caso, los habitantes de Schirkoa cubren su cabeza con una bolsa para conseguir una sociedad teóricamente igualitaria. Esta versión de 1984 tiene como protagonista a un alto funcionario que duda de la política del país y de la necesidad de iniciar una guerra con el país vecino. Trabajada en rotoscopia y digital, recurriendo a imágenes similares a las de videojuegos, Shukla lleva a su personaje por un vericueto de dudas sociales y morales que incluyen planes para el mejor suicidio, fugas al barrio “azul”, una pequeña revuelta y, finalmente, la marcha al país vecino. Es allí dónde el director se luce más con unos dibjujos exuberantes en los que construcciones, calles, adornos o templos indios apoyan una historia de auto conocimiento y esoterismo en un mundo olvidado por dios. Una cinta a disfrutar y a revisar.
Este año hay hasta tres cintas con la palabra Escape en el título. Escape from 21st Century debe ser la más apoteósica de las tres. Hablaba a propósito de Megalópolis que su estructura dispersa, aunque tal vez excesivamente lenta, era digerible para los consumidores de Tik Tok. La película de Yang Li aporta la velocidad que los usuarios más jóvenes pueden requerir, con un plano por segundo. Esta frenética comedia incluye, de hecho, en sus cerca de dos horas de metraje, suficiente trama y bastantes imágenes como para crear toda una serie televisiva. A la historia inicial de una suerte de Goonies gamberros (asian style) lanzados veinte años a su futuro, le sigue una trama policíaca que les implica a los tres en roles distintos, hasta culminar en una triste asunción de que su futuro no tendrá nada de prometedor ni glamoroso, arrastrándoles a un enfrentamiento y un final aparentemente triste. No obstante, Li, recicla la historia en la última media hora y modifica la trayectoria vital de los personajes hasta alcanzar un clímax final tan hilarante como espectacular. Escape from 21st Century es agotadora por el torrente de imágenes, reales o animadas, que salen de la pantalla y está claramente orientada a un público acostumbrado a ello. No obstante, la trama integra perfectamente la visión de una juventud con poco futuro, los gags visuales, la acción trepidante y la trama de espionaje. La lucha de bandas inicial, el salto por la ventana sujetos al cableado informático (y la sucesiva lluvia de ordenadores) o la carrera final entre un apocalipsis urbano para cambiar (de modo tan ingenioso como divertido) el destino son alguna guindas de esta arrolladora película.
Los festivales también traen alguna decepción. Confession, de Nobuhiro Yamashita, es una de ellas. Tras un inicio interesante, con dos personajes enfrentados en un espacio cerrado, que nos hace pensar en Hitchcock o en Polanski, el director se dedica a retratar una larga persecución de gato y ratón que acaba por agotar al espectador, pese a una notable aplicación en la puesta en escena y el montaje. El giro final, tan viejo como el cine, acaba de echar por tierra las esperanzas iniciales. Tampoco fue mucho mejor Timestalker, de Alice Lowe. Disfrutamos en un Sitges ya lejano de Sightseers dónde participara como actriz y coguionista y luego vimos su debut como directora en la modesta Prevenge. Su nueva comedia, sobre una mujer obsesionada con el amor de un joven que no la corresponde (o la ignora o la menosprecia, según el caso) arranca con el tono propio de la serie Black Adder y la comedia bufa británica. Lamentablemente pierde fuelle y acaba perdiendo interés en una propuesta excesivamente larga para su poco contenido.