Descubrimientos 2024

Menos descubrimientos que nunca, la colección de los primeros visionados que más me han seducido en este año recién terminado constituye una sucesión de nombres consagrados bajo el dominio en esta ocasión del eje franco-soviético. Viene además a paliar una triste temporada de estrenos en la cartelera española, que los azares de la distribución ha dejado huérfana de mis títulos favoritos de entre los producidos en 2023 y 2024. En todo caso, el universo cinematográfico es casi inabarcable y ofrece refugio acogedor a poco que se busque con algún detenimiento en su ya no tan breve historia. Sin ir más lejos, el listado viene encabezado por un título centenario que empujaba al medio fílmico a una vigorosa madurez.

1. La Roue (Abel Gance, 1923)

La obra maestra de Gance, en mi opinión por encima de Napoleón (1927) a falta de ver la nueva y más completa restauración, es este melodrama épico de siete horas de duración centrado en tres personajes cuyo encuentro provoca que se desate la fatalidad, como un mecanismo activado por esa figurada rueda a la que hace referencia su título, y que también apela a la profesión de ferroviario del protagonista. Este maquinista encuentra en un accidente de tren a una niña pequeña a la que decide acoger para que oficie de hermana de su hijo. Cuando crecen, los sentimientos familiares pronto son sobrepasados por los románticos, de manera consciente o inconsciente, por deseos incestuosos e inconfesados que en el caso del padre se muestran casi incontenibles. Si el discurso de los personajes masculinos, y el aparente de la película, es que la presencia de ella es el motor de la fatalidad, como si se tratase de una femme fatale, en realidad son los comportamientos y las decisiones de ellos, las del padre especialmente, las que provocan la desintegración de esta peculiar familia. Así podemos entender el desarrollo de su argumento como una tensión permanente entre el determinismo y la acción/responsabilidad individual. El film es un festín visual de encuadres, iluminación, movimiento y montaje. Planos detalle muy significativos, retratos llenos de fuerza y relieve, bellos paisajes ferroviarios brumosos, el gusto por recortar los planos o los ocasionales efectos visuales para superponer imágenes, resulta admirable la consistencia de la película en el cuidado de la imagen a lo largo de un metraje tan extenso. Igualmente, la narración se acelera y detiene con sorprendente facilidad y siempre con sentido. El minutaje acumulado a lo largo del prólogo y los cuatro episodios resulta de lo más efectivo para que ese fabuloso último capítulo, donde a nivel argumental pasan tan pocas cosas, resumibles en una frase, y que se deleita en detalles cocidos a fuego lento, destile tanta emoción ante el peso trágico que hemos vivido con tanta intensidad.

La roue

2. The Garden of Desires (Ali Khamraev, 1987)

Tres chicas adolescentes pasan el verano en casa de los abuelos. Están en el campo, en pleno despertar amoroso y sexual, todo es descubrimiento, deseo y excitación. Es un paraíso consciente de alguna vaga manera de su finitud, no sólo estacional, sino que los chicos del pueblo están a punto de ser llamados a filas. Estamos en los prolegómenos de la Gran Guerra Patriótica y con el trasfondo del estalinismo, que se irá haciendo más visible según avance el metraje. La poética visual de Khamraev, que ya había tenido ocasión de disfrutar en la no menos seductora The Man Who Loves the Birds (1975), nos ofrece un film misterioso, bucólico e impresionista, un retrato de inocencia en un marco de claroscuros donde el peligro acecha de múltiples maneras. Sus imágenes están llenas de brillos, de penumbras, de dorados, un fulgor de pertinente belleza visual y excelente montaje, un poco más clásico en escenas como la del baile, pero también con alguna audacia como en el acto sexual de una de las chicas, resuelto a base de sobreimpresiones en las que básicamente solo la vemos a ella, reforzando el punto de vista subjetivo y sensorial que toma el film.

3. Reminiscences of a Journey to Lithuania (Jonas Mekas, 1972)

25 años después de haber abandonado su país, Jonas Mekas regresaba junto a su hermano Adolphas de visita a la tierra natal, para trazar una reflexión y evocación del espacio y del paso del tiempo, del sentimiento de pertenencia. El film se abre con imágenes del Brooklyn de los años 50 en blanco y negro, antes de embarcarnos en la aventura lituana, entiendo que al objeto de contrastar épocas y las transformaciones que entre ellas acontecen, de manera que la visita al hogar materno también representa de alguna forma un viaje en el tiempo, a un pasado que se manifiesta de variadas maneras, pero que también se niega de otras. La casa familiar, poco más que una cabaña, costumbres como la de cocinar al aire libre que tanto gusta a la madre, los campos o las canciones, parecen retrotraernos a otra era, pero la presencia de las máquinas o de ese compañero de clase ahora adulto lo contradicen. El relato progresivamente desvelado de la odisea que sufrieron Jonas y Adolphas tratando de escapar de la persecución nazi y que dio con sus huesos en un campo de trabajo encuentra el matiz más amargo de su ejercicio de memoria en la escena de unos niños que juegan despreocupados en los aledaños de lo que era su centro de internamiento, expresando quizás la inconsecuencia de todo ese sufrimiento. En todo caso, su paso por Viena nos sugiere que el verdadero ámbito de pertenencia de Mekas no es nacional sino cultural y artístico. Y todo ello conforma una obra frágil, hermosa y emocionante en no pocas ocasiones.

Reminiscences of a Journey to Lithuania

4. L’argent (Marcel L’Herbier, 1928)

Si algo me ha dejado claro este año de visionados fílmicos es que Marcel L’Herbier es una de las principales figuras del cine de los años 20, entregando una extraordinaria sucesión de obras que empieza por L’homme du large (1920), muy adelantada a su tiempo, y culmina en este L’Argent que supone quizás la más acabada manifestación de su arte. Adaptación de la novela homónima de Zola, describe las maniobras de un banquero que trata de recuperar su poder y fortuna después de que la caída de una de sus empresas le haya dejado al borde de la bancarrota. En su camino se cruza un matrimonio, el aventurero aviador que ha descubierto unos yacimientos petrolíferos en Surinam, ella una hermosa mujer que deja fascinado al financiero. La relación de cada uno de ellos con el dinero viene a ser la clave del discurso del film: el protagonista, con su vocación de poder y manipulación, es en realidad esclavo del mismo; la esposa lo desea desde un prisma bastante inocente pero igualmente peligroso para su integridad moral; su marido parecería el menos interesado en el dinero, pero así todo lo necesita para sus desafíos aviadores. Quizás su discurso no es el más sutil, pero el film estalla por la creatividad de su escenografía, siempre una preocupación principal de L’Herbier, y por la fuerza y modernidad de su puesta en escena, recurriendo a la cámara en mano, a travellings o a panorámicas, a un variado abanico de recursos de lenguaje visual que aplica en escenas de exteriores y también en interiores, donde tantas veces el cine mudo se mostró más encorsetado, y siempre con intención expresiva para hacer de la película un festival narrativo.

L'argent

5. Storm over Asia (Vsevolod Pudovkin, 1928)

Pudovkin nos sitúa en vísperas de la Revolución mongola de 1921, la «tormenta sobre Asia» a la que alude el título, cuando los rusos blancos intentaban hacerse con el control del país mientras elementos partisanos les combatían. El argumento fantasea con un protagonista hijo de unos pastores nómadas que tras enfrentarse a un comerciante de pieles blanco que le quiere timar, es perseguido, se une a los partisanos, termina capturado y, tras descubrirse un documento donde se declara su parentesco con Gengis Kan, tratan de convertirle en un líder pelele de los rusos blancos antes de estallar en rebelión ante el racismo y la brutalidad de éstos (en realidad hubo una figura que lideró al país tras su primera independencia de China y que más tarde fue capaz de mantenerse en un puesto de gobernante títere tanto de los blancos como de los rojos). Argumento por supuesto propagandístico para una obra de excelente narrativa a través de su extraordinario montaje visual. La sucesión de imágenes y su timing es perfecto, y algunas escenas resultan especialmente brillantes, como la colección de rostros y gestos que propicia el descubrimiento por parte del protagonista de que el partisano que le ha llevado a caballo es una mujer cuando ésta se dispone a dar el pecho a su hijo, o la presentación del lama bebé a las autoridades militares blancas. Como también llama la atención el montaje de planos detalle en la preparación de estas autoridades precisamente para dicho evento. Y cómo no, el clímax final, no sólo el simbólico vendaval, sino muy en particular las rapidísimas ráfagas del mismo intertítulo alternado sucesivamente con la imagen del Khan rebelándose, de una fuerza inusitada.

Storm Over Asia

6. Batalion (Premysl Prazsky, 1927)

Quizás el único descubrimiento verdadero de toda la lista que pueda justificar el título de este texto, en tanto en cuanto nunca había oído hablar de esta película checoslovaca ni de su director, es esta historia de la caída en desgracia de un respetado abogado después de descubrir que su mujer le ha engañado, para darse seguidamente a la bebida. Es el principal hilo conductor de un film que tiene el alcoholismo como tema de fondo. Su título se refiere al tugurio donde se reúnen numerosos borrachos, cuyas historias completan un tétrico cuadro de marginalidad que afecta muy especialmente a sus allegados. El film se construye a pedazos, a retazos de los diferentes personajes, pero es un prodigio de expresividad, desde los expresionistas claroscuros que dominan la acción en dicho local y en general en las escenas nocturnas, muy abundantes, hasta los intensos montajes en varias escenas o los muy logrados efectos visuales que consiguen las superposiciones de imágenes asociadas siempre al alcohol, incluso la brillante luz que saca de la oscuridad a los participantes en el cortejo de un funeral. Ya la primera secuencia, en la que el protagonista descubre el adulterio, destaca por su singular montaje, que juega con la cronología lógica de la acción y contiene proyecciones mentales de este hombre que ya nos sugiere su trayecto hacia el desquiciamiento.

7. The Step (Aleksandre Rekhviashvili, 1985)

Uno de los solo cuatro largometrajes de ficción que realizó este director georgiano, segundo que veo tras The 19th Century Georgian Chronicle e igualmente destacable. Nos presenta la figura de un joven, aparentemente brillante, con estudios de botánica y que quiere escapar de la tutela y comodidades familiares, y para ello entra a vivir en un estrecho, abigarrado y decadente departamento por el cual pasan conocidos y extraños como Pedro por su casa. En realidad la mayoría de estancias que muestra este film, realizado en interiores salvo su secuencia final, son estrechas y un tanto decrépitas, excepto aquellas que podemos sospechar pertenecen a una élite quizás corrupta. La ambientación de época de su primer largo se traslada aquí al presente, igual que su espíritu crítico, aunque lógicamente mucho más matizado. Persiste la querencia de Rekhviashvili por una fascinante narrativa discontinuada donde así todo se respeta el orden cronológico. Con una cierta tendencia al frontalismo visual, el film cambia de escenario y de escena de manera inopinada, de hecho con cambios de plano que las más de las veces parecen pertenecer a la misma escena. Incluso cuando nos encontramos dentro de la misma escena, la continuidad se extraña con pequeños detalles que rompen el realismo escénico. Las situaciones y los diálogos tienden a retornar y repetirse, los personajes dan vueltas sin avanzar, en una realidad que parece cronificada en ese mundo, en esos espacios decadentes por los que se mueven. Algunos de estos caracteres lucen un vestuario anacrónico y la casera llega a mostrar el frasco de un perfume, vacío desde hace un siglo, que según ella conservaría el olor del mismo, toda una metáfora de la película. Entiendo el título, The Step, como el gesto necesario para salir de ese círculo vicioso, del aire viciado de las estancias cerradas correspondientes a un régimen soviético poco dado a las expansiones, pero la pregunta repetida que hace el protagonista en la última secuencia no augura que las cosas vayan a cambiar en su nuevo destino.

The Step

8. Les trottoirs de Saturne (Hugo Santiago, 1986)

Santiago retoma el universo de Invasión (1969), ahora sí explícitamente tras profundizar en sus obsesiones en las notables Les autres (1974) y Écouter voir… (1979), para realizar una obra sobre el exilio que de paso se erige en su mejor film francés. Su protagonista es un bandoneonista exiliado de la misma Aquilea que sucumbía a fuerzas represoras en su opera prima. Es un personaje desaparecido al inicio del relato, que muestra un permanente estado de inquietud, un personaje que se ha quedado sin raíces como se manifiesta declaradamente en una escena del film, que anhela recuperar su patria, o más bien su pasado, en todo caso algo que sospechamos ya no existe. Es una obra de hecho sobre fantasmas, los propios exiliados claro, pero que también se representan de manera explícita en la figura del mítico Eduardo Arolas, bandoneonista ya muerto que el protagonista homenajea en sus interpretaciones y que no deja supuestamente de encontrarse (y que se le desaparece en varias escenas). Pareciera que no hay una manera adecuada de relacionarse con la añorada patria, con los terribles sucesos que traslucen las imágenes informativas sacadas de regímenes represores de América Latina, como si cualquier estrategia, combativa o de paciente espera, estuviera condenada al fracaso o a la frustración, y por eso también es una película trágica, de perdedores aunque triunfen en su arte como el protagonista. El film tiene ese punto paranoico de sus obras, donde el peligro acecha cada vez más cercano, donde se recuperan las gabardinas de Invasión. También su característico estilo visual (de muy matizada influencia bressoniana) tan imbuido de movimiento, muy apropiado para personajes desenraizados e inquietos, sumando además fugaces insertos que añaden una cierta desorientación y falta de anclaje. Entiendo que al mismo tiempo la película no deja de ser un homenaje a la cultura argentina, a esa música en la que el protagonista trata de encontrar refugio y que podría ser trasunto del propio Hugo Santiago y de su cine, al menos en algunos sentidos (porque el realizador no llegó a Francia como exiliado).

Les trottoirs de Saturne

9. Casanova (Alexandre Volkoff, 1927)

Suntuosa versión de las aventuras de Casanova, con la estable dupla de rusos exiliados formada por Alexandre Volkoff e Ivan Mozzhukhin como principales responsables, y que ya habían entregado valiosas obras como La maison du mystère (1923) o Kean (1924). Y tiene sentido que quien era quizás la mayor superestrella en Francia en los años veinte interprete a tan carismático y seductor personaje. Dada la naturaleza del mismo y el carácter expansivo del film, se trata por supuesto de una obra más bien episódica, aunque anclada de alguna manera en la Venecia carnavalesca, a la que siempre termina regresando. Rodada en buena medida en escenarios venecianos, Volkoff consigue un film que luce espléndido sin descuidar nunca la narrativa. Su generoso pero ligero metraje nos depara numerosos regalos para los sentidos, como la fantástica escena del baile de las espadas a base de sombras chinescas, que alimenta el deseo y la lubricidad de los personajes, como el momento en que Casanova escucha los gritos de Thérèse, con una utilización espléndida del montaje y los planos detalle, como la escena nocturna en Venecia coloreada de forma tan bella y expresiva, o como el momento más dramático de la película, cuando la baronesa se siente traicionada y la imagen la captura en trance y difuminada. El propio Casanova nunca llega a alcanzar una densidad dramática significativa, ya que estamos en el terreno de la aventura cómico-romántica y no tendría demasiado sentido dado el carácter disipado del personaje, que más bien termina simbolizando el libre albedrío.

Casanova

10. Time of Maturity (Sohrab Shahid Saless, 1976) y Waiting (Amir Naderi, 1974)

Finalizo con un tópico empate de dos títulos que tienen cierta conexión más allá de ser relativamente coetáneos y venir firmados por directores que podemos considerar de la Nueva Ola Iraní (Saless ya fuera de su país de nacimiento, Naderi se acabaría marchando en la siguiente década). Y es que el trayecto físico reiterado de sus jóvenes protagonistas queda perfectamente definido por el rigor de la puesta en escena de sus respectivos directores, por su forma de capturar el espacio sin apenas hacer uso de los diálogos para armar su narrativa. Eso sí, la naturaleza de la obsesión de cada personaje es muy diferente, materialista en el caso de Time of Maturity y pasional en el de Waiting, en consonancia con el ánimo de crítica de cada director sobre el contexto social que retratan. Ambos títulos, restaurados recientemente, disfrutaron de cobertura en Miradas de Cine con motivo de su periplo festivalero durante el 2024 en la SEMINCI y Il Cinema Ritrovato, respectivamente.

Sohrab Shahid Saless. Seminci 2024

Il Cinema Ritrovato 2024. Cine liberado