Pues claro que tiene sentido escribir de cine y hacerlo sin cobrar, queridos Sergio, Antoni y JD [1]. Aún más,viendo el mostrenco nivel crítico y estilístico de la aplastante mayoría de quienes lo hacen cobrando. Excluyo de este estado de ruina intelectual y léxica a dos revistas como Caimán y Dirigido por. Cada una con su línea, mantienen el respeto al lector y a sí mismos.
Por lo demás, casi todo lo que en cuanto a críticas se lee en diarios o se escucha en las ondas principales es bazofia, cuando no mercadeo de propaganda. E ignorancia efervescente.
Existe incluso algún caso de crítico de periódico que cada semana descubre dos o hasta tres obras maestras o germinales que van a cambiar el rumbo de la Historia del cine. Qué suerte la suya. Crítico multiorgásmico, aunque de aspecto sereno.
También hay que anotar algún curioso caso de crítica trepadora (rambling rose) que no sabe conjugar un verbo o hilvanar una frase pero se erige en oportunista adalid de causas generales contra festivales para ella machistas, o se autoelogia en las redes donde se dice a sí misma: «Oye, cada día escribo mejor. ¡Y esto debo decirlo!»
Viva la idea de crítica outsider, no pagada. En buena parte de ella reside lo mejor de lo que fue un oficio. un estilo, un género periodístico en sí mismo. Ya no más.
Me centro en mi lista sobre la cosecha del 2024. Descubro una vez más que desde que se pone en marcha el reloj universal del estreno en sociedad de las películas en festivales internacionales hasta que llegan —cuando no se pierden por el camino— a las salas comerciales suele haber un periodo de entre siete y diez meses. Con lo que de mis películas favoritas anotadas, la mitad las descubrí en el 2023. En el caso de la magnífica Tótem, de la mexicana Lila Avilés, han pasado casi dos años desde que se reveló como lo mejor —y no premiado— de la penúltima Berlinale de Carlo Chatrian.
Otra condición que se repite. De las diez películas de mi selección ninguna de ellas la descubrí en una sala comercial. Esto intensifica la realidad de que el cine esencial de cada temporada pasa de modo irremisible por alguno de los cuatro o cinco festivales internacionales más relevantes.
Alguna curiosidad de mis favoritas de este 2024. Veo la manera casi clandestina en que se ha estrenado una de las mejores películas de la temporada, The Apprentice. A su elevación como cine político revelador sutil del huevo de la serpiente habría que añadir como reclamo su perturbadora actualidad. Pues bien, suma con dificultad una recaudación de poco más de 40.000 euros. Esto es, no la ha visto ni El Tato. La distribuidora Vértigo lo ha vuelto a hacer. Debería ser culturalmente ilegalizada por el daño insondable que hace a cuánta película acaba en sus manos parasitarias de la casa de ventas internacional Wild Bunch. Fíjense en Rapito (El rapto), otra obra capital de esta senectud de oro de Marco Bellocchio, también distribuida por Vértigo. En este caso, retrasaron su estreno 8 meses desde su estreno en Cannes. Y de nuevo la lanzaron como a la cabra que otros tiraban desde un campanario. Vértigo no estrena películas. Las tira como a cabras del medievo. Consecuencia: otra película imprescindible que nadie ve. Otros cuarenta mil euros de recaudación. Y la rogatoria a la justicia poética para que Vértigo caiga como la Casa Usher. O como aquel restaurante de Jesús Gil en los Ángeles de San Rafael. Eso sí, que en su hundimiento tan necesario esta vez no mate a ningún inocente.
Me gustaría reseñar que son muchas las películas vistas en 2024 que estarían entre lo que considero el gotha del cine de este año. Pero todavía no han llegado a las salas, aunque lo harán muy pronto. Son los casos de Grand Tour (Miguel Gomes), de Tardes de soledad ( Albert Serra), de The Brutalist (Brady Corbet), de April ( Dea Kulumbegashvili) o de María, de Pablo Larraín.
Peor es la suerte que parece que aguarda a Henry Fonda for President, de Alexander Horwath, ensayo fílmico vibrante como elegía por la democracia a punto de desvanecerse en los Estados Unidos. No tiene comprador conocido y solo resta la esperanza de que Filmin la recupere. Debería el Ministerio de Cultura importarla y pasarla en las aulas de institutos y universidades y en las plazas de los pueblos en programa doble con The Apprentice, una vez ésta sea convenientemente expropiada a los cuatreros culturales de Vértigo.
Un último apunte final. Hay una película de este 2024 que estimo de manera singular. Es Marcello Mio, de Christophe Honoré. En su disculpable irregularidad, creo que posee la mejor secuencia de arranque de todo el cine de este año. Sitúa a Chiara Mastroianni como emuladora de Anita Ekberg bajo una fontana que aún no es la de Trevi, mientras escuchamos esa balada del imprescindible Luigi Tenco, Io sonno inamorato di te. Un tema que parece envolver como ningún otro esa evocación melancólica del actor. He visto la taquilla que ha hecho el filme de Honoré: cinco mil euros. El cine en salas é morto. Como el Verdi de Novecento.
[1] Nota de los editores: En el correo en el que pedíamos las listas a los colaboradores, les pedíamos también, «opcionalmente, un texto libre donde podéis hablar de lo que os apetezca, relacionado con el audiovisual de este año que termina, por ejemplo para (…) reflexionar sobre el sentido de seguir manteniendo una web de cine que no genera ingresos y en la que la gente escribe gratis en un mundo donde casi nadie lee de cine (o donde casi nadie lee, tanto da)»