Recuerdo de David Lynch (1946-2025)

El amigo que nos regalaba pesadillas

Nos sorprende la muerte de David Lynch, un autor mayúsculo al que hemos seguido, con entusiasmo, durante décadas. Una suerte de compañero de ruta a quien admirar, con quien disfrutar. Me permito unos breves apuntes sobre su carrera, escritos apresuradamente.

Se nos dijo era un nuevo autor, muy original, y se quedaron cortos. No tengo claro si Cabeza borradoraEraserhead (1977)— llegó a ser una peli de culto por estas latitudes pero los que la vimos de estreno en el también difunto cine Casablanca de Barcelona salimos en shock. No sabíamos de sus cortos precedentes y… ¿cómo olvidar aquella experiencia? Una película de terror sin argumento claro, una banda sonora construido con ruidos industriales y unos off más terroríficos que la presencia del monstruo en pantalla. Era como si el Buñuel más surrealista se hubiera dedicado al cine de terror. A partir de entonces, conservamos y honoramos el nombre de David Lynch, con la pretensión de hacerle homenaje en rincones en penumbra, ofreciéndole sacrificios de muñecas y pollos descabezados.

Eraserhead (David Lynch, 1977)

Luego cambió de tercio y obsequió para el gran público una cinta de qualitè que, yendo de la mano de La parada de los monstruos (Freaks, Tod Browning, 1932), provocaba olas de empatía por el desafortunado y deforme John Merrick, El hombre elefante (1980). Cambia de tercio de nuevo y salta al espacio exterior, a Dune (1984), en una versión mucho menos despreciable de lo que es considerada. Frente a los gusanos de arena conoceremos al alter ego de Lynch, un Kyle McLachlan que a la sazón tenía unos 25 añitos.  

Recuperado de la mala experiencia en el espacio y de la relación con De Laurentiis, nos pasea por una estampitas dignas de Norman Rockwell con colores chillones y americanos sonrientes y, súbitamente, se inicia una espiral de terror. Una espiral que arranca con un ictus cerebral y una familia desorientada ante la posible pérdida del padre. Pero a continuación vendrán una oreja solitaria, una femme fatale que canta Blue Velvet y a quién le va el sado maso (una turbadora Isabella Rossellini), un coming of age trufado de perversiones y un terrorífico ogro de la mano de Dennis Hopper. Terciopelo azul (1986) representa para mi buena parte de los motivos por los que amar el cine. No sólo te envuelve con las imágenes, sino que consigue a la vez que personajes como Dorothy nos hagan desear salir de la zona de confort para encontrarnos con ella.

Blue Velvet (David Lynch, 1986)

Y en 1989 salta a primera página. Entre cortos, video clips y Corazón salvaje, su peculiar versión de El mago de Oz (que incluye más ogros que hadas y a Nicolas Cage cantando a Elvis), prepara su obra magna, Twin Peaks. Toma las soap operas y las teen movies y nos ofrece el lado oscuro en las dos temporadas de una serie que se alargó hasta 1991. Shelley, Audrey, Donna, James, Bobby… las chicas monas y los tíos buenos de la high school vistos tantas veces lloran la muerte de su amada Laura. Sin embargo, de modo tan rocambolesco como efectivo, el pacífico pueblito empezará a mostrar recovecos en los que habitan violadores, padres incestuosos, pederastas, contrabandistas, seguidores de ovnis y espíritus malignos. Recordemos que estábamos entrando en los 90, no había muchos canales de tv y todos nos pusimos a grabar los episodios con casette o, los más modernos, con videocasete, para escuchar la música de Badalamenti y evocar los bosques misteriosos más allá del Hotel de la Cascada o para ver de nuevo al agente especial Dale Cooper. ¡Ah, Dale Cooper!, el imperturbable nuevo Sherlock Holmes (qué bien se aprovechó la inexpresividad de McLachlan) cuyas insólitas deducciones le llevaron más allá de la tarta de cereza, hasta un mundo de monstruos dónde Lynch le abandona una vez se ha descubierto la trama.

Insisto, vivíamos de los videocasetes en aquel entonces. Ni redes, ni descargas. Y una mala distribución. Lynch cerró, por el momento, la saga de Twin Peaks con una precuela, Fuego camina conmigo (1992), dónde veíamos las travesuras de Laura Palmer que la llevaron por el peor camino posible… Recuerdo comprar el vídeo en versión original en Lisboa, imposible conseguirlo de otro modo, y esforzarme por entender trama e imágenes oscuras en una mala copia. Tuvimos que esperar una década para ver una copia decente en pantalla grande, que creó más desazón, comprendiendo que el agente especial fuera víctima, como Laura, del malvado Bob.

Twin Peaks (David Lynch, Mark Frost, 1990-1991)

Nos quedamos pensando en los enanos, los seres malignos y las cortinas de terciopelo mientras Lynch dejó a un lado la producción y dirección de largometrajes para dedicarse a realizar videoclips, pintar y, posiblemente, descansar tras un proyecto tan intenso como fuera la serie televisiva. Regresó con Carretera perdida (Lost Highway, 1997) una suerte de variante de Terciopelo azul, de nuevo con mujer fatal, gánsteres, perversiones y travellings por pasillos siniestros. Sin embargo, esta versión no tiene reverso amable, ni personajes inocentes, ni destino final. La cinta se cierra con un vertiginoso travelling en la oscuridad de la carretera perdida y la sensación de que los personajes que hemos visto estaban muertos hacía mucho tiempo. Tal vez para recuperarse de tanta maldad, nos regala la que posiblemente es su obra más insólita, una historia lenta, rural, llena de paz y amor: The Straight Story. Una historia verdadera va a ritmo de cortacésped, literalmente, y sus personajes son dos abuelitos que se encuentran para abrazarse, tal vez por última vez. Una bella película ante la cual alguna fan muy estricta arruga la nariz por demasiado dulce.

Un proyecto fallido para la televisión de ese mismo año es reciclado en 2001 para constituir una de sus mejores obras (y qué difícil es escoger una), Mulholland Drive. Si bien entender el argumento es tan difícil como comprender el final de 2001 (tal vez por la coincidencia en la fecha de rodaje, vete a saber) o la trama de El sueño eterno, esta película contiene la esencia de Lynch: mujeres atractivas en situaciones peligrosas, un no lugar como Hollywood, una caja que no debería abrirse (tan inquietante como ocultarse en el armario de Dorothy o una llamada al interfono), más sombras que luces y, sobre todo, una banda sonora con música y canciones tan sensuales como emotivas.

Mulholland Dr. (David Lynch, 2001)

Durante cinco años jugará con cortometrajes, animación y muñecos, así como con los siniestros conejos de Rabbits, que nos llevarán a algunas secuencias de Inland Empire (2006), la película más larga (tres horas) y más difícil de seguir de su autor. Aquí puso toda la carne en el asador para jugar a cine dentro del cine, para representar el medio como una suerte de pesadilla siniestra que absorbe y deforma la vida de actores y autores. Una retorcida trama que, como siempre, oscila entre el drama, el culebrón, el policíaco y el fantástico. Puertas que se abren a otra dimensión, avisos personalizados desde la pantalla del televisor y una agonía interminable de Laura Dern (que empezó a llorar en Terciopelo azul, continuó en Corazón salvaje y ofrece aquí todo un recital) completan la película más ignorada del autor.

Y después pareció retirarse. En vano deseamos un nuevo largometraje, pero Lynch se dedicó a videoclips, a experimentación con la música y a sus cortometrajes, realizados más para su propio entretenimiento que otra cosa. Realiza una suerte de director’s cut de Fuego, camina conmigo (Twin Peaks, las piezas perdidas, 2014) y, finalmente, en 2017, nos regaló la pieza que faltaba. En un homenaje que tenía mucho amor, reunió a los actores y personajes de la serie televisiva de los 90 y a actores presentes en algunos largometrajes y nos hizo el mejor regalo que podía ser. Dieciocho episodios nuevos recuperando a Dale Cooper. Dieciocho episodios absolutamente surrealistas, libres, disparatados, inquietantes y divertidos. Twin Peaks (2017) son dieciocho episodios dignos de la mejor Twilight Zone y hacen justicia a sus personajes, a su cine y a sí mismo.

Twin Peaks (David Lynch, 2017)

Después… no fue el silencio. A pesar de su enfisema, Lynch ha seguido jugando online, con cortometrajes varios y sus inefables crónicas del tiempo que pueden verse en internet. No ha llegado el nuevo largo que habríamos querido ni la serie que estaba produciendo, pero deja no sólo un puñado de obras de culto sino, sobre todo, muy buenos recuerdos. Entre ellos, sus entrañables apariciones en Twin Peaks, como Gordon Cole, el jefe sordo de Cooper, Howard, el amigo de Harry Dean Stanton en Lucky, o como otro icono, John Ford, en Los Fabelman. Y sus personajes, y las cortinas, y los enanos bailando, y Dale Cooper y… tantas cosas que hay que volver a ver en pantalla grande. Su peculiar humor también nos acompañará junto a las imágenes, un humor que llega a las frases de despedida que su familia ha entregado a la prensa. Mantén la vista en el dónut y no en el agujero. Hace un día precioso, con un sol dorado y cielos azules por todas partes. Lynch forever.

Top 2017 – 5. Twin Peaks: The Return

Inland Empire

Mulholland Dr.