Cobra Kai, de Josh Heald, Hayden Schlossberg y Jon Hurwitz

Cobra KaiDespués de casi siete años, Netflix ha dado por finalizada la serie Cobra Kai. Cuando se estrenó como apuesta de la, ya desaparecida, plataforma de streaming de YouTube (YouTube Red), pocos creyeron que se convertiría en un fenómeno adolescente de seis temporadas; pero aquí estamos. La serie funciona como secuela de la saga Karate Kid y, al mismo tiempo, actúa como reboot de la misma. Un modelo de subproducto que está de moda y vemos en producciones como Gladiator II (Ridley Scott, 2024): la misma trama que en la historia original, pero basada en la siguiente generación.

El punto de partida que propuso YouTube en su día es muy efectivo: treinta años después de los eventos de Karate Kid, las tornas han cambiado y Daniel Larusso (Ralph Macchio) es un exitoso hombre de cómoda vida californiana, mientras que Johnny Lawrence (William Zabka) lucha por pagar el alquiler. En este contexto, Lawrence decide revivir el dojo Cobra Kai para ayudar a su vecino Miguel (Xolo Maridueña); un joven inadaptado que, de mano de su nuevo sensei, usa el karate para encajar, como hizo Larusso tres décadas atrás.

Las dos primeras temporadas son un juego de espejos con la película de John G. Avildsen, en la que cada personaje representa un arquetipo opuesto a lo que fueron en los años ochenta. La serie hace un ejercicio de autoconsciencia al poner el karate juvenil como pilar de la sociedad y elevar las tensiones entre personajes hasta lo absurdo. El clímax se alcanza en el capítulo final de la segunda temporada (el mejor de la serie), con una pelea de veinte minutos rodada de forma sorprendentemente brillante para el tipo de producto que es Cobra Kai.

Cobra Kai

Dado el éxito relativo de las dos primeras temporadas, Netflix decidió comprar la producción y exprimirla durante cuatro temporadas más. El nivel es inferior porque la serie no para de dar vueltas sobre sí misma mientras aprovecha cada referencia posible a las tres películas de la saga original. Y aquí surge uno de los fenómenos metacinematográficos más interesantes de los últimos años: la serie no deja de estar destinada a un público adolescente que no tiene porque estar familiarizado con las películas de Avildsen, sin embargo, las referencias que no dejan de sucederse solo son capaces de contentar a verdaderos fans de la saga.

De este modo, los cameos, canciones y demás, no parecen puestas al servicio de la nostalgia, sino que se viven como un verdadero homenaje a los films que preceden la serie. De algún modo, es difícil saber a quién va destinada cuando aparecen personajes secundarios de Karate Kid II… la historia continúa (John G. Avildsen, 1986) o Karate Kid III: El desafío final (John G. Avildsen, 1989). Lo que consigue es que la generación que creció en los ochenta pueda disfrutar de la serie con sus hijos y, a la vez, descubrir a los jóvenes las películas con las que crecieron sus padres, generando una unión generacional a través del karate; uno de los temas centrales de la serie.

Cobra Kai

Más allá de lo metafílmico, la serie no es mucho más que un drama de instituto con peleas de artes marciales. Aún así, los personajes consiguen ser muy entrañables y hay un esfuerzo por hacer creíble el universo en el que el mundo se detiene por cada campeonato de karate. La nostalgia no está solo por las películas de Karate Kid, sino que es un homenaje a los ochenta y a su mística, sobre todo por parte de Johnny Lawrence, que sigue anclado en sus años de gloria. Las peleas están realmente bien realizadas, a pesar de que hay poco interés en el resto de la puesta en escena. La serie sabe en cada momento qué es y no se toma nunca demasiado en serio, lo que la convierte en un entretenimiento adictivo y muy disfrutable.
Esta última temporada se dedica a cerrar tramas abiertas y a encarrilar las vidas que los personajes han puesto patas arriba por la influencia del karate. Toda la atención se centra en el campeonato mundial y se pretende elevar la tensión poniendo mucho en juego. Al final, el espíritu de la serie de dar al espectador lo que quiere no da pie a muchas sorpresas, pero se reserva unas cuantas escenas con una buena dosis de épica. Una vez agotada la nostalgia por la trilogía de películas, la serie encuentra una baza en la nostalgia por sus primeras temporadas, buscando una especie de melancolía en su inevitable final.
Cobra Kai es un producto que no podría haber existido en ninguna otra época, pues su apuesta feroz por la nostalgia solo parece funcionar en una realidad posmoderna como la actual. Aun así, lejos de ser otro refrito sin alma, logra transmitir mucho cariño por sus personajes y rinde un homenaje muy interesante a un universo con el que mucha gente ha crecido, acercándolo, de paso, a las nuevas generaciones.