Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar no muy lejano, tuve la intención de escribir un relato sobre un personaje que volvía, un año tras otro, al hotel en el que había perdido a su amada, como si la pudiera reencontrar. Abandoné el proyecto, en buena parte por mi escasa capacidad literaria, en parte por tener la sinuosa sensación de que aquella historia era el argumento de El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1960). No era capaz de recordar completamente la historia de la película, pero algo me decía que mis líneas estaban plagiando a Alain Robbe-Grillet, el escritor mutado a guionista, y a Alain Resnais. Durante años, me hice el firme propósito de revisar la obra, pero, a pesar de ello, han pasado décadas hasta que este libro del amigo Hilario J. Rodríguez me ha azuzado a hacerlo… Y la sorpresa ha sido mayúscula al comprender que nunca antes había visto El año pasado en Marienbad, sino que la había soñado.
Y no es de extrañar. A bien seguro, muchos cinéfilos, habiéndola contemplado, habiendo oído hablar de ella o, como era mi caso, sin visionado alguno, hemos soñado sus imágenes, los travellings y los movimientos de grúa a lo largo de interminables pasadizos del balneario, las molduras y muebles barrocos, esos jardines que, vistos desde los balcones, parecen un trampantojo o aquellos salones habitados por personajes deshumanizados. El año pasado en Marienbad no es sólo una experiencia cinematográfica, es también una experiencia hipnótica que capta la mirada y el espíritu. Y, si bien el autor del libro recupera muchas más referencias, un primer visionado me ha otorgado la fascinación mezclada que pudieran otorgarme Vértigo (Alfred Hitchcock, 1950), El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), Stalker (Andrei Tarkovski, 1979) Mulholland Drive (David Lynch, 2001) o Mad God (Phil Tippet, 2021), todas ellas a la vez.
Hilario J. Rodríguez, humanista y renacentista, escritor de cine, cinéfilo veterano y viajero inveterado, sobrevuela la que para él es la obra magna de Resnais y, aun consciente del ingente volumen de textos ya escritos sobre la película, se sumerge en ella sin temor alguno. Si la obra en cuestión, en su aparente ascetismo, no cesa de producir posibles hilos argumentales en cada visionado, Rodríguez asume la misma estructura y desgrana múltiples propuestas que dan lugar a tantas explicaciones como a nuevos interrogantes, sugiere y teoriza sobre los porqué de los autores y de sus criaturas y, en cierto modo, reta al espectador a verificarlos en nuevos visionados. De modo consecutivo, Hilario escuadriña los hilos (y las fugas) argumentales de la película, las incontables influencias que Robbe-Grillet, guionista, y Resnais, director y coguionista, tenían en mente, y también aquellas que Rodríguez considera podían tener. Hay revisión de influencias filosóficas, estéticas, sociales, de historia del cine y del contexto que llevaron a Marienbad y, modestamente, introduce su propio punto de vista.
No deja de ser curiosa la construcción del ensayo, que se estructura en siete capítulos, que ocupan casi un centenar de páginas, y una serie de notas que abarcan otras tantas. Aquí se incluye una rica variedad de comentarios de los autores y otros implicados en la obra, referencias bibliográficas o detalles objetivables que no sólo complementan sino que, en ocasiones, se enfrentan a lo comentado en los capítulos anteriores. A pesar de la relativa molestia de saltar de un bloque a otro, la arquitectura del libro permite a su autor preservar en la primera parte el misterio de Marienbad, su razón de ser, y, simultáneamente (pese a la luz que la segunda mitad proyecta esforzadamente), mantener el secreto oculto en los pliegues argumentales, las imágenes ambiguas y en la trabajada edición y puesta en escena, que se analizan rigurosamente. Hilario J. Rodríguez nos facilita así perdernos en las imágenes, a la vez que nos ilustra y sorprende hablando de El último año en Marienbad como de un centauro cultural, una heteropía o una deriva de La invención de Morel, pero también de George Clooney o de Perdidos.
En un peculiar salto al vacío, el último capítulo constituye la base para una leyenda en torno a la película. Se desgrana el destino de los creadores de La última noche en Marienbad, un destino menos glorioso en algunos casos y aciago en algunos , y se pone en evidencia que ese misterioso alojamiento, como el Overlook, retiene las almas de aquellos que con él se vinculan, sean sus autores, sean sus espectadores, obligados a volver a él, una y otra vez. Tal vez, ahora, obligados también a releer las atractivas páginas de este ensayo de Hilario J. Rodríguez.



