Microscopía de la sociedad china contemporánea
En Saltburn (Emerald Fennell, 2023), un joven misterioso se introducía gracias a su inteligencia y magnetismo en el seno de una familia aristocrática, alterando su equilibrio interno e intentando ocupar un lugar que no le correspondía por cuna. Esta idea, que a su vez germina del Teorema (1968) de Pasolini, es recuperada y trasladada a la China contemporánea por Jianjie Lin en su primer largometraje Breve Historia de una familia (2024). El buen momento por el que atraviesa el gigante asiático en cuanto a la expansión europea de su cinematografía se materializa con el estreno de dos notables producciones en la misma semana, siendo Black Dog (Guan Huy, 2024), premio a Mejor Película en Un Certain Regard de Cannes, la segunda de ellas.
Esta revisitación del tropo del desconocido que se infiltra en un entorno ajeno cual enzima se adhiere a una célula vista bajo el microscopio —metáfora que el director inserta hábilmente en el filme aprovechando el trabajo como profesor de biología del padre de familia—, destaca no tanto por la originalidad de su planteamiento sino por la estilización de la puesta en escena, el manejo de los recursos técnicos y las sutiles pinceladas críticas que despliega en torno a la constitución de la sociedad china actual, descubriéndonos a un cineasta con proyección de futuro. Lin construye con precisión milimétrica un thriller envolvente con pocos elementos. El encuentro aparentemente azaroso entre dos jóvenes estudiantes tras un incidente que tiene lugar en el patio del instituto deriva en una curiosa relación entre ambos, más próxima a la colaboración que a la amistad. Wei es el hijo único de una familia acomodada, mientras que Shuo, también hijo único, procede de una familia desestructurada. El primero es un chico disperso y estudiante mediocre al que solo interesan los videojuegos y la esgrima; el segundo es un joven taciturno pero sagaz y aplicado en el estudio. El momento en que Wei presenta a Shuo a su familia, este queda admirado por los privilegios de una forma de vida que se sitúa en la antítesis de la suya, hecho que queda representado en escenas como la de la primera cena juntos, donde el joven pide un poco de soja a la madre de Wei y esta le pregunta si la quiere clara, oscura, suave o picante, a lo que él, aturdido ante la posibilidad de poder escoger, responde: la que usted quiera. Con un tono gélido y un ritmo pausado, que acompaña a todo el metraje, el joven es presentado como un hábil observador de la realidad, capaz de captar las sutilezas psicológicas y necesidades de cada miembro de la familia por separado para, una vez integrado todo ese conocimiento, compensar él mismo dichas carencias, ganándose poco a poco el afecto de los padres de su compañero y desplazando consecuentemente el espacio para el hijo biológico. No obstante, el director crea ciertas ambigüedades con respecto a las verdaderas intenciones del muchacho. No se aprecia claramente una estrategia de usurpación desarrollada de antemano, como en el caso de Oliver Quick (Barry Keoghan) en Saltburn, sino más bien una relación de beneficio mutuo entre las partes que en cierto punto se desajusta.
En una obra que se distingue por depuración formal y la contención interpretativa, la banda sonora compuesta por Toke Brorson Odin irrumpe como un elemento disonante que desestabiliza la sobriedad del conjunto mediante sonidos metálicos y lacerantes, intensificando el suspense y acentuando la tensión frente a una resolución incierta. La música se combina en ciertas ocasiones con las imágenes de un paisaje urbano compuesto por altos edificios, grises y cuadriculados, que remite tanto al progreso de las grandes ciudades como a la opresión generada por ese crecimiento desmesurado. De alguna manera este concepto se traslada también a la historia, la cual muestra las dificultades para el desarrollo de la identidad personal dentro de una sociedad tremendamente exigente, marcada por la política del hijo único y la desigualdad de clases. Wei contraviene las expectativas paternas al no querer estudiar en el extranjero, eludiendo así el camino trazado para él en base a su posición social. Por el contrario, Shuo anhela acceder a ese futuro, pero sus orígenes humildes lo condenan a la exclusión. Los padres de Wei cargan con el peso de un trauma colectivo, el de no haber podido tener más hijos por un imperativo legal y encuentran en Shuo una suerte de segunda oportunidad. El filme apunta, sin llegar a desarrollarlo en profundidad —quizá para evitar la censura del país— las consecuencias de la vida dentro de la sociedad china contemporánea, dominada por estructuras rígidas que imponen sus normas y limitan la libertad personal.
La película tuvo su presentación europea en la sección Panorama de la Berlinale 2024.



