Que viene el lobo
Emerald Fennell desarrolló una historia de venganza basada en una suerte de caperucita que identificaba y humillaba depredadores sexuales. Una joven prometedora (Promising Young Woman, 2020) seguía el camino de Cassandra (Carey Mulligan [1]) en su cruzada para vengar la violación y desgracia sufrida por una amiga, abusada durante una borrachera. Haciéndose pasar por una joven inocente, aparentemente intoxicada, Cassandra se deja llevar por sus presuntos violadores hasta que evidencia su sobriedad, pasa de víctima a juez y verdugo y les somete a castigo ejemplar. Fennell desarrollaba posteriormente el juego del gato y el ratón entre Cassandra y el culpable directo del destino de su amiga en una película que oscila entre la comedia negra y el thriller.
Saltburn llega con notoriedad, por sus escenas de sexo escabroso, algunas de las cuales se anuncian como improvisadas por su actor protagonista, un Barry Keoghan que desarrolla todo el rencor y la maldad que podían acumularse en él tras sus interpretaciones de personajes torturados o directamente perversos (Almas en pena en Inisherin, El caballero verde, Dunkerque o El sacrificio de un ciervo sagrado, cinta a la que parece aludir un disfraz que su personaje lleva en una fiesta). La nueva propuesta de Fennell (también guionista y productora de la cinta, con la coproducción de Margot Robbie) se basa en una variante sobre el argumento de Una joven prometedora, tanto por la estrategia de ocultación de personalidad del protagonista como por el plan que traza, aunque en esta ocasión parece que es la ovejita indefensa quien se metamorfosea en lobo. Sin desvelar demasiado el argumento, deberíamos decir que Oliver Quick (Keoghan) es un estudiante solitario que traba amistad en Oxford con Félix Catton (un prometedor Jacob Elordi), un joven millonario, el cual, conocedor de los antecedentes familiares de Oliver (familia de drogadictos, madre alcohólica [2]), le invita a pasar el verano en su mansión de Saltburn con su familia extremadamente elitista. La actitud de Oliver pasará de la vergüenza y el retraimiento a una actitud desenvuelta (explicitada con el cambio de vestuario progresivo) e implicada hasta la infiltración en la vida íntima de todos y cada uno de los dueños del castillo, desde el propio Félix a su hermana Venetia, a sus padres o a su primo Farleigh, otro vividor que habita en el lujo del castillo.
Fennell se emplea a fondo y desarrolla la cinta moviendo todos los hilos, recurriendo no sólo a buenas interpretaciones sino a una sofisticada fotografía de formato 1.37:1 y cromatismo extremo que le permite destacar los claroscuros de la inmensa mansión, la luminosidad exterior frente a las sombras ocultas en pasillos y salones, reflejo de la turbidez de los personajes que allí habitan. Es muy acertado el desarrollo de la primera parte de la cinta en la que se presenta a Oliver como un desclasado que accede a Oxford mediante una beca, su “adopción” por parte de Félix, el más encantador de los pijos ricos, y su desubicación a la llegada a Saltburn. El uso de los travelling encadenados por las estancias palaciegas, guiado por Félix, el picado sobre el laberinto y la amenazante presencia del mayordomo representan a la perfección el vértigo que Oliver siente ante la magnificencia y el lujo familiar.
Sin embargo, desde el momento en que Oliver cambia bruscamente de actitud (algo que se antoja absolutamente incoherente con el personaje desarrollado argumentalmente hasta ese instante, y sólo explicado al final de la cinta) y trasciende de la sumisión a la seducción, Fennell pierde el control de la cinta, con una serie de decisiones por parte de ella y de su propio personaje que resultan totalmente arbitrarias para el espectador [3]. No es preciso enumerar las incontables obras sobre infiltrados tóxicos o vengativos que desequilibran y pulverizan una pareja o una familia, pero es un esquema que se ha desarrollado en bastantes ocasiones. Da la impresión que Fennell, consciente de tantos referentes previos, opta por cargar las tintas en el ámbito sexual para buscar un punto diferencial y llamar la atención. Sin embargo, ni las contradictorias actitudes de Oliver hacia Félix (hablando, hasta el mismo final de la cinta, de modo alternativo y aparentemente gratuito, tanto de amor como de odio) ni los asaltos sexuales y masturbaciones varias que Oliver ejerce sobre los distintos miembros de la familia (¡tanto vivos como muertos!) aportan otra cosa excepto una exagerada representación de la falta de escrúpulos de Oliver. La hiperbólica consecución de la trama, aun presentada con acierto (la exhibición de las piedras mortuorias recuperadas como trofeo propio, el baile triunfal en los pasillos), no salvan un guion que trata, precisamente, de ganar con notoriedad aquello que pierde en coherencia. El destino de Cassandra, la caperucita prometedora, y el final agridulce de aquella cinta encajaban mucho mejor que las pretendidamente inquietantes imágenes del lobo de Saltburn.
[1] Emerald Fennell reserva aquí un pequeño papel a Mulligan, la “pobre querida Pamela”, que permite dejar claro la hipocresía y cinismo de la familia Catton.
[2] Es posible que sea debido a mi puro desconocimiento anterior, pero me llama la atención la coincidencia entre la aparición del personaje de Oliver, que habla sobre su origen en una familia disfuncional con padres adictos, a la publicación de la vida privada de Barry Keoghan en la que se explicita su origen en una familia similar, con madre adicta, vida en hogares de acogida múltiples y adolescencia difícil. La historia de Oliver tiene, como se verá durante la película, numerosos claroscuros. Me pregunto hasta qué punto es cierta la historia de superación que, camino del estrellato, luce ahora el joven autor o es otro producto reelaborado por marketing.
[3] No deja de ser relevante que Keoghan precisara estructurar su personaje en tres distintas personalidades para desarrollar la interpretación en cada contexto argumental.