¿A quién quieres más?
El gran éxito internacional de Langosta en 2015 supuso el gran punto de inflexión en la filmografía de Yorgos Lanthimos, cuya popularidad y aceptación entre el público no ha dejado de crecer desde entonces. A partir de ese momento, todos sus films han sido grabados en inglés y han contado con grandes presupuestos y reconocidas superestrellas de Hollywood. A pesar de ello, lejos de estancarse en propuestas formulaicas, su cine ha sabido ir evolucionando, mutando y sondeando nuevos horizontes en cada nueva película. Es curioso como esta es sólo una de las muchas similitudes entre Lanthimos y Stanley Kubrick. No sólo es que la carrera de ambos directores se encuentre situada en ese resbaladizo terreno entre lo mainstream y el cine de autor (en esa mezcla de alta y baja cultura tan estimulante y propia del séptimo arte); sino que también comparten una cierta mirada sobre el género humano (distante, profundamente misántropa, pero también cargada de un ácido humor negro) así como un abordaje similar desde la reinterpretación del cine de género.
Si Langosta partía del terreno de la ciencia ficción, El sacrificio de un ciervo sagrado (2017) está más próximo al thriller psicológico, rozando en ocasiones el cine de terror. El filme arranca precisamente con una referencia directa a La naranja mecánica (1971) de Kubrick: música clásica en off hasta que aparece una perturbadora imagen de la que la cámara se aleja lentamente causando una sensación totalmente angustiante y claustrofóbica. Un tipo de travelling similar se repetirá a lo largo de la cinta, aunque esta vez acercando ligeramente la cámara para mostrar en plano general el lugar que habitan los personajes; transmitiendo así la sensación de que están siendo continuamente observados con un estilo claramente deudor del género.
Aunque más allá de este recurso, predomina una representación fría y distante sobre los personajes, con planos alejados y diálogos lánguidos, carentes de toda expresión emocional. Este enfoque les sitúa en un estado de alienación donde el director busca compartir con el espectador su visión sobre el género humano, de manera similar a un científico que intenta diseccionar a un animal para su escrutinio y examen. Destaca en ese afán de meticuloso análisis del comportamiento humano el uso puntual de un plano detalle en el que se muestra a una niña realizando ejercicios de entonación. Pese a la ternura que parece evocar la descripción de ese momento, Lanthimos logra presentarlo fuera de su contexto social y emocional, provocando desconcierto y repudio, quizás tal y como nos verían habitantes de otros mundos al descubrir nuestra especie por primera vez. Esta mirada de extrañeza quizás sería el motor del uso omnipresente con el que ha empleado el ojo de pez en sus posteriores trabajos, que aquí se utiliza de manera tímida y experimental en algunos cortos instantes.
En esta línea, el interés primordial de El sacrificio de un ciervo sagrado es el estudio pormenorizado de sus personajes planteado como una crítica hacia el paradigma de la familia norteamericana modelo: heteronormativa con dos hijos (niño y niña por supuesto) cuyos padres son ricos y guapos. A diferencia de en Langosta, aquí, la premisa no se presenta hasta pasado más de medio metraje. Lo sustancial es la constatación de lo absurdo e insustancial de ese modelo aspiracional. El padre (sobre el que recae el mayor protagonismo) ni quiere a su mujer (su filia al acostarse con ella consiste en que simule que se encuentra bajo los efectos de la anestesia, anulándola completamente), ni apenas interacciona o se preocupa por sus hijos. Esta primera parte, de relativo realismo dentro del cine de su autor, recuerda fuertemente a obras previas como Canino (2009). Cuando finalmente se destapa el giro que pone en marcha el motor narrativo, emergen elementos surrealistas con reminiscencias a obras de Buñuel como El ángel exterminador (1962). Las situaciones inexplicables que desafían la lógica se descubren ligadas a los deseos y odios más íntimos de los protagonistas, reforzando así el enfoque de cuestionamiento de las convenciones sociales y explorando las tensiones en las relaciones interpersonales.
El sacrificio de un ciervo sagrado supone un interesante ejercicio de meticuloso equilibrismo: entre la revisión de sus anteriores trabajos y la experimentación de nuevas perspectivas, entre el cine comercial y el cine de arte y ensayo, entre la frialdad de la puesta en escena y la más visceral repulsión hacia sus personajes. Un punto de paso fundamental dentro de su filmografía que difícilmente dejará indiferente a cualquier espectador.