Un cabo suelto

Entrevista Daniel Hendler

Daniel Hendler, el actor, director, guionista y productor uruguayo presentaba en Venecia la película Un cabo suelto, su tercer largometraje como director. La película presenta a Santiago (Sergio Prina), un policía argentino que huye de sus perseguidores, también policías, en busca de una nueva vida. Para ello, Un cabo suelto sigue el viaje físico y vital de Santiago hasta Uruguay, donde las diferencias culturales y las complicidades construyen una historia entrañable y cargada de humor, siempre manteniendo el suspense de quien se oculta a simple vista. Tras su paso por la sección Spotlight en el festival de Venecia, donde tuvimos ocasión de hablar con el director, Un cabo suelto también se proyectó en Horizontes Latinos de San Sebastián y se estrena este viernes 17 de octubre en nuestras salas, mientras que en Netflix, desde ese mismo día podrá verse 27 noches, también dirigida por Hendler.

¿De dónde surge la idea para contar esta historia?

No sé muy bien de donde surge, pero probablemente haya algo de mi propia condición de migrante por elección, un migrante sin grandes sobresaltos más allá de pequeños cambios culturales. He cruzado innumerables veces la frontera entre Uruguay y Argentina, y en cada trayecto siempre había algo que me llamaba la atención sobre el efecto que causaba sobre mí ese cruce, uno arbitrario y burocrático pero que provocaba algo más, como siempre cuando vas de viaje y aparece un vértigo. Una ilusión y un temor al mismo tiempo. Son momentos de introspección. Mirar un amanecer o cruzar una frontera, hay algo ahí que nos genera preguntas existenciales sobre el lugar, sobre el tiempo. Quise transitar a Santiago, el protagonista, que se encuentra en ese no-lugar y no-tiempo, suspendido en un momento de puros interrogantes, con la necesidad de sobrevivir y al mismo tiempo la posibilidad de una segunda oportunidad. Eso también es un temor que se da a veces. ¿Qué pasa si sucede algo que te obliga a un cambio? ¿Habrá una segunda oportunidad? Uno se agarra de su estabilidad para saber que está más o menos contenido en un mundo muy incierto, una estabilidad construida por uno mismo. Como puedes ver, la idea surgió de un sitio pero después se fueron sumando cosas a la historia de Santiago.

Los cambios culturales que mencionas aparecen sutilmente en el viaje de Santiago, formando una parte importante del argumento.

Es un personaje que se está camuflando, y justamente lo que le delata de manera un poco absurda son estos detalles. Él pregunta si se le nota el acento, en la panadería le preguntan si no es de acá… al personaje camuflado se le escapan ciertas cosas que no controla, y son esas cosas que en la cultura generan orgullo o celo. Aquí es donde aparecen entre Uruguay y Argentina esas grandes similitudes y también grandes diferencias. Por ejemplo el mate, ya que son de los pocos lugares en el mundo donde se toma mate y, al mismo tiempo, la forma de prepararlo marca una diferencia. Nos une y nos separa, quizás de un modo un poco tonto, y es lo que acaba delatando al personaje.

En base a tu experiencia en ambos países, ¿crees que hay diferencias entre el cine Uruguayo y el cine Argentino?

Es difícil reducirlo a solo dos grupos. Dentro de Uruguay y Argentina también existen distintas ciudades con sus características. Yo podría pensar que el cine Uruguayo, que es principalmente montevideano, tiene más que ver con el cine que se podría hacer en algunas provincias de Argentina, algo mucho más aldeano, que con el cina de la gran ciudad. Pero es difícil enmarcar esas cinematografías. Quizás haya cierta melancolía que atraviese al uruguayo y la uruguaya, y puede que haya cierta austeridad característica de los uruguayos, pero no sé si hay mucho más que eso. Cuando se piensa en las películas más emblemáticas de cada lugar, quizás se puedan ver algunas características. Pero por ejemplo, a mí me parece que el cine tucumano y el cine montevideano, siendo un sitio de Argentina y el otro de Uruguay, pueden tener más semejanzas que películas uruguayas entre sí o películas argentinas entre sí.

¿Cómo influye tu experiencia como actor a la hora de dirigir?

Más que cómo actor, como aprendí mucho es estando en sets. Actuar con muchos directores y directoras fue una gran oportunidad, y ver lo que pasaba en el set y los procedimientos. Al principio experimentaba haciendo cortos, pero es verdad que la posibilidad de estar en sets de largometrajes fue un privilegio. Como intérprete, supongo que hay algo de acompañar el proceso del actor que quizás ayude el hecho de transitar yo también ese rol, pero no estoy muy seguro porque he conocido muchos directores que no tienen nada que ver con la actuación, incluso de muy pocas palabras o con dificultades para expresarse, y aun así consiguen grandes cosas con sus actores. No tenemos que hablar el mismo lenguaje necesariamente, hay un dialogo que a veces es una complicidad silenciosa que también tiene que ver mucho con la elección del director de con quien quiere trabajar. He trabajado con muy buenos directores de actores que no tenía ni idea del trabajo que tiene que hacer un actor para resolver los problemas que se le plantean. Entonces, pienso que puede ser útil pero no esencial.

Las actuaciones de Un cabo suelto son contenidas y sosegadas. ¿Cómo enfocabas la dirección de actores?

Como actor, sé que cuando los actores estamos a punto de entrar en el set o a empezar a encarnar el personaje, a darle cuerpo y vida, es como un salto al vacío, aparecen temores y uno automáticamente tiende a querer agarrarse de esas barandas que conoce, de esos caminos que sabe transitar. Es ahí donde el director o la directora son quienes nos guían para nosotros confiar en ese salto. En esta película se había generado un misterio sobre el tono, un tono que puede ser contenido, ambiguo a veces, entre varios géneros, con un humor que está latente pero que quizás no muy expuesto, no explota en gags si no que son ventanas que a veces se abren o resquicios donde se cuela el humor. Más que nada era alentarlos a que trabajaran sobre la verdad del personaje, mucho más que sobre el humor. Y si algo me hacía gracia, procuraba que eso no se perciba, me reía en voz baja para no perturbar ese trabajo fino que estaban haciendo de interpretación buscando su propia verdad.

¿Cómo llegaste al tono de la película?

Tenía como una escena en la cabeza, que era un señor vestido de policía que se instalaba cerca de un puesto de queso para hacer un supuesto control bromatológico. Era como la idea de un ratón que hace su madriguera cerca de su alimento, y no sabía por qué esa idea me volvía a la cabeza. Hacer una película también va un poco de eso, de descubrir porqué algo te está llamando. Si lo hubiera sabido de antemano, no sé si hubiera hecho la película porque ya estaría resuelto. Había preguntas que me arrojaba esa imagen y solo podían ser respondidas a través de una película. Era una situación llena de velos, con muchas capas que yo quería ir quitando o agujereando de a poco para encontrar porqué se daba esa situación absurda. Entonces creo que el tono tiene que ver con que todo el tiempo se manejan ciertas capas y variables que juegan entre sí y que no se terminan de develar hasta el final. Incluso puede que haya alguna que al final no se devele. En ese juego de capas, cada línea de dialogo tiene que verificar hacia el policial, hacia la comedia romántica, hacia el western, hacia la road movie o, finalmente, a ese tono algo extraño que tiene esta comedia.

¿Por qué los quesos?

Eso no lo sé. Simplemente aparecieron. Lo que sí te puedo decir es que en algún momento empezaron a relacionarse los quesos, la luna, el zodíaco que le interesa a uno de los personajes, la vía láctea en la que está perdido el personaje y que, al mismo tiempo, tiene que ver con la industria láctea en una confusión que se genera. Se arma ahí un círculo que va de lo lácteo a lo lácteo, del queso al universo, con el que me propuse jugar. Pero, ¿por qué apareció el queso y no otro producto? Supongo que por la idea del ratón y su madriguera, que es un poco lo que le pasa a Santiago.

¿Crees que tu experiencia en el teatro ha tenido alguna influencia en tu manera de enfocar el cine?

Quizás sí. Estoy pensando en voz alta, pero creo que el teatro, para mí, el único sentido que tenía que me conmoviera era la posibilidad de generar algo allí que sea una transición de la lógica con la que llegaban los espectadores a la sala y de encontrar un universo muy propio, porque no sé si para mí en el teatro tenía sentido simplemente contar un historia. Había que crear un universo con sus propias leyes y códigos, porque me parece que debe ser una experiencia inmersiva y hay que llevarla a su máximo potencial. Creo que en el cine puede haber un resto de esa búsqueda de crear un universo con sus propias reglas y su propio lenguaje. Igual, en el cine, como la cámara lo puede ver todo y ve incluso más de lo que ven nuestros ojos, uno construye en base a verosímiles cercanos para que el espectador pueda también estar inmerso en esa otra realidad. Aunque esté deformado, hay un juego de espejo.

¿Es muy distinto trabajar en teatro o en cine?

Sí. En cuanto al trabajo actoral, casi dría que es lo opuesto, porque en el teatro el actor es el que proyecta lo que está pasando. Tiene que trabajar su lógica, sus verdades y proyectar hacia el público. En el cine es la cámara la que proyecta, o el proyector mismo, y el actor debe generar un momento vivo y preciso para que la cámara lo grabe y proyecte. Es casi inverso, porque el actor no solo no debe proyectar lo que le pasa, si no que debe casi ocultarlo para invitar a la cámara a que hurgue y que llegue más profundo. Para los actores que primero trabajamos en teatro y luego en cine, cuando damos el salto siempre hay un desaprendizaje necesario, volver para atrás y trabajar en el sentido opuesto. Por supuesto, hay muchas cosas de la formación como la construcción de un personaje, la relación con otros actores y varias cosas de las técnicas actorales que se usan en ambos medios, pero con esa contradicción en la dirección.

Me hace gracia cuando comparan al protagonista con Matt Damon. Con esa comparación, al tratarse de un personaje perseguido y que se oculta a simple vista, no pude evitar pensar en Jason Bourne. ¿Era la intención?

Pues en realidad no, en verdad es muy absurdo como llegué a la idea de Matt Damon. En la película anterior que dirigí, El candidato (Daniel Hendler, 2016), el personaje protagonista era muy fanático de los actores de Hollywood y en sus claves siempre ponía el nombre de algún actor. Cuando estuve pensando cuales iban a ser esos nombres, busqué algunos que tuvieran algo en común. Había tres actores que tenían parejas argentinas: Al Pacino, Matt Damon y no recuerdo al tercero. Pero no era algo explicado, solo una curiosidad que se me ocurrió porque necesitaba tres nombres. Además yo tenía una novia argentina en ese momento, aunque yo no soy un actor estadounidense [Ríe]. Entonces, para Un cabo suelto, cuando se me ocurrió lo de que compararan a Santiago con un actor y me pregunté a quién, pensé en actores que hubiera mencionado en aquella película y me dije: “Bueno, Matt Damon está bastante bien. Se puede parecer un poco”. [Ríe]