La última carrera
Cuando hablamos de cine clásico, el final de un film representa expresamente aquel momento donde se produce la culminación del camino; la última estación del recorrido más allá de la cual no hay vías habilitadas, destinos que merezcan ser cubiertos en la gestión de nuestros itinerarios cotidianos; el punto al que nos satisface o nos compensa llegar después del largo o corto trayecto. Allí donde, en definitiva, el esfuerzo del recorrido se consuma y adquiere su pleno sentido. Para el denominado cine moderno —aquel que se caracteriza por su falta de clausura narrativa, por anteponer la experiencia sensorial o reflexiva al desarrollo de un argumento— el final del relato es un lugar de paso más, un momento no privilegiado sobre los otros momentos del transcurrir del film salvo por el hecho de que allí se detiene la película, aunque podría haberlo hecho en otro punto sin cambiar demasiado nuestro conocimiento de los personajes y la trama. El final del film moderno es, pues, menos una resolución que una interrogación: ¿por qué terminar ahora y así, y no antes o después o de otra forma?
Cuando al final de Carretera asfaltada en dos direcciones (Two-Lane Blacktop, 1971), de Monte Hellman, El Conductor (James Taylor) y El Mecánico (Dennis Wilson) han aceptado una nueva carrera y suben a su vehículo, lo que importa no es quién va a ganar la apuesta —como se ha averiguado en un relato sin principio ni fin, adelantado en punto muerto—, sino qué ganará el espectador sabiéndolo. Por eso, un final apropiado para una acción que no sabe concluir es el que se produce deteniendo el motor de la máquina que nos permite ver —del proyector—, haciendo que el desgarro en el relato lo sea también en la materialidad del film, como ocurría en Persona (1966), de Ingmar Bergman, o 79 primaveras (1969), de Santiago Álvarez. La película —en el momento en que ya sólo es acetato de celulosa— llega a un punto donde no puede avanzar o retroceder, y arde como consecuencia de la exposición al calor de la bombilla. La combustión material revela una forma más en que la película puede consumirse, sin terminarse, para preguntarnos por lo que es.