Hemos tenido la ocasión de charlar con Pablo Berger en el marco del Festival de Sitges 2023, en cuya Sección Oficial presenta la película de animación Robot Dreams. El director nos habla de la influencia del cine durante su infancia y juventud y cómo estas experiencias han configurado sus principales inquietudes como autor. Tras ganar el premio a Mejor película de la Sección Contrechamp de Annecy 2023, su paso por Sitges la consolida como uno de los estrenos más destacados del año a tan solo unas pocas semanas de su estreno comercial en nuestro país, previsto para el próximo 6 de diciembre.
Supongo que dar el salto a la animación habrá sido un gran reto pero más allá del cambio de estilo, Robot Dreams muestra una continuidad clara con el resto de tu cine, al apelar siempre al niño que llevamos dentro como adultos. Antes de la proyección, tú mismo mencionaste que consideras que todas tus películas son fábulas. ¿Qué es lo que más te interesa de este enfoque?
Apelar al niño que llevamos dentro me parece fundamental. Como creador, siempre estoy mirando a mi infancia. Algunos de los momentos más felices de mi vida han sido delante de la televisión viendo dibujos animados. Llegaba del colegio, merendaba y hacía los deberes a todo correr porque quería ver la televisión y emocionarme con historias como Marco o Heidi. De alguna manera, con Robot Dreams estoy mirando a ese pasado de mi vida.
En ese sentido, más que director de cine, me gusta considerarme un contador de cuentos. Me gusta que mis películas conecten con el mundo que conoces, el mundo real, pero que vayan más allá. No intento hacer un documental. Intento hacer un cine que conecte más con el mundo de los sueños. Para mí la mejor definición de cine es la de “soñar despierto”. Me gusta esta idea de tener una especie de sueño común, vivir a través de la ceremonia del cine una catarsis como ayer, donde entre 1300 personas surja una magia donde sueño y realidad se confundan. A partir de ese momento, la película ya no me pertenece, sino que pasa a pertenecer al espectador.
Infancia y madurez, realismo y fantasía, son algunos de los temas centrales de la Historia del cine. Al igual que en Blancanieves hay muchos guiños cinéfilos en tu película. ¿Cómo viviste el cine en tu infancia?
Yo soy de Bilbao. En Bilbao antes (ahora con el cambio climático ya no se puede decir) estaba lloviendo permanentemente. El cine era el lugar donde nos protegíamos de la lluvia. Hay una generación muy prolífica de directores vascos (hablamos de Álex de la Iglesia, Enrique Urbizu, Víctor Erice, Pedro Olea, …) y yo creo que tiene mucho que ver con el clima.
Personalmente, yo vivía en el centro de Bilbao y el edificio pegado a mi casa era un cine, y había como decenas de cines más alrededor. Desde mi habitación podía escuchar de forma distorsionada las películas que se proyectaban. Además, soy de la generación cineclub. En Bilbao se fundó el cineclub más antiguo de España, el cineclub Fas. Era adicto al cineclub Fas. Mi película favorita, Freaks, la parada de los monstruos (Tod Browning, 1932) fue la primera película que vi allí. En esa época (finales de los 70) tuvo un impacto muy grande para mí. El One of us de Freaks lo siento como un momento mágico, porque lo estaba sintiendo en primera persona, al encontrarme un montón de cinéfilos que compartían conmigo ese amor por el cine. Éste es mi primer Sitges, y aquí he podido rememorar esa sensación al compartir también con vosotros Robot Dreams. A pesar de la edad que tengo, que los cinéfilos de Sitges me aceptasen como One of us me ha hecho sentir de nuevo como un niño durante estos días.
Siguiendo con el tema de recuperar la infancia, los videojuegos también suelen apelar mucho a ese tipo de sentimientos. En Robot Dreams, están presentes algunos videojuegos como el Pong o máquinas arcade de la época. ¿Qué relación tienes con el videojuego y por qué decidiste incluirlos en la película?
Yo soy de esa primera generación de videojuegos. Crecí con Pong, Pacman, Space Invaders, … Tanto en el videojuego como en el cine está presente lo que llamamos máquina empática, la capacidad de ser otro y olvidarte de ti mismo, y en este sentido ambos medios se parecen muchísimo. Hay dos tipos de cine, el cine más intelectual y el cine sensorial. El cine sensorial se acerca mucho al videojuego por su capacidad para convertirse en el Otro. Me gusta pensar que el espectador que venga a la película se olvide de sí mismo y se convierta en Robot o en Dog.
Hablando de empatizar con Robot y volviendo a como se conecta esta película con el resto de tu cine. En general, te basas mucho en la cultura pop española (Naranjito aparece en un breve guiño por ejemplo). A mí el personaje de Robot, aunque sea neoyorkino, me ha recordado mucho a Don Quijote, no sé si estás de acuerdo con esta similitud.
Yo he vivido 10 años fuera de España, mi mujer es japonesa. En definitiva, creo que el cine es algo universal que va más allá de las fronteras. Dicho ésto, es verdad que mis primeras películas son un homenaje a uno de los directores españoles que más admiro como es Bigas Luna. Podríamos denominar a mis tres primeras películas —Torremolinos 73 (2003), Blancanieves (2012) y Abracadabra (2017)— como la trilogía ibérica. Soy vasco, no he crecido en Madrid, ni he conocido de primera mano la cultura andaluza, pero hay algo en la iconografía española que me parece muy atractivo.
En Robot Dreams hago una película mucho más americana en el sentido de que se desarrolla en Nueva York, donde yo crecí. La película es un canto de amor a la ciudad. Así que quizás ahora me toca hacer la trilogía internacional, no lo sé. Pero sin duda, me interesa la cultura pop, que mis películas tengan muchos huevos de pascua y que se conviertan en un ¿Dónde está Wally? lleno de sorpresas para la cinefilia. Aquí, he introducido a Naranjito, un homenaje a Barcelona y otras referencias a la cultura española.
La analogía que haces con Don Quijote me encanta. Sin duda es uno de esos libros de cabecera para todos los contadores de historias. A mí Robot me parece un personaje todo bondad, todo ilusión, todo fantasía. Alguien tan generoso y soñador es claramente un Quijote. Don Quijote también está relacionado con el mundo de los sueños, donde realidad y ficción se mezclan, otro de los temas que quería lograr con la película.
Has comentado que viviste durante 10 años en Nueva York. Otra de las grandes diferencias del proceso de adaptación se encuentra en el trabajo exquisito de los fondos para ilustrar la ciudad de Nueva York.
Aquí hay que hablar de José Luis Ágreda. A nosotros nos parecía importante respetar el diseño de los personajes, pero para los fondos no había referencias. Ahí es donde entra el trabajo José Luis. Si yo fuese Trueba, él sería mi Mariscal. Es un director de arte maravilloso, me encantó su trabajo en Buñuel en el laberinto de las tortugas (Salvador Simó Busom, 2018). Además de su formación como dibujante e ilustrador, estudió arquitectura, algo que se nota en esta construcción de Nueva York tan presente en la película. La ciudad está dibujada con gran minuciosidad y detalle, y refleja una Nueva York que ya no existe en el mundo real. El Nueva York de los 70-80 de Robot Dreams, el de Taxi Driver, sigue estando ahí pero ya no es el mismo, el skyline es distinto, las calles han cambiado. Queríamos capturar ese Nueva York que yo conocía, donde conocí a Yuko Harami, mi mujer y colaboradora más íntima en todas mis películas.
¿Qué crees que tiene Nueva York que ha sido reflejada tanto en el cine?
No lo sé exactamente, hay algo en su escala, en sus edificios… y sobre todo es esa jungla de animales que en nuestro caso reflejan todas las culturas que hay en Nueva York. Éso fue lo que más me sorprendió cuando llegué allí desde el País Vasco de los 80. De repente, yo venía de una ciudad donde todos éramos del mismo sitio y cuando llego allí me encuentro gente de todas las partes del mundo. Ése es el Nueva York que quería reflejar, la ciudad donde todo es posible.
Has nombrado a Marco y Heidi como referentes. Hemos visto aquí en Sitges la nueva película de Miyazaki y no he podido evitar buscar diálogos entre ambas obras. Creo que existe un cierto paralelismo entre Robot Dreams y el cine de Miyazaki en la importancia de la naturaleza frente a la tecnología. En tu película, el paso del tiempo viene marcado por la naturaleza y los personajes son animales, pero el protagonista es un Robot que encarna en cierta manera la tecnología. ¿Con el tema de las IAs tan presente, cuál crees que debe ser nuestra relación con la tecnología?
Miyazaki es el gran brujo y el maestro, yo sólo soy un aprendiz al lado de él. Respecto a tu pregunta, diré que nuestro Robot funciona con tuercas, muelles y tecnología analógica, no tiene IA. Quiero pensar más en Robot como una metáfora para ese amigo o pareja perfecto, que es todo bondad, todo entrega por el otro. Quiero que la gente proyecte en él a sus seres queridos o a gente que ya no está con ellos. Ese amor de darlo todo sin pedir nada a cambio, más que un robot con inteligencia artificial.
Hay en todo caso una mirada optimista en todo el filme, ¿no crees?
Soy una persona que siempre ve el vaso medio lleno y sigo con la misma inocencia e ilusión ahora como director que cuando empecé a hacer mis primeros cortos con Super 8. He hecho pocas películas pero las he hecho en total libertad, encontrando un público que me permite seguir. Ya sé que voy a poder hacer una quinta película.