¿Hablas conmigo?
El origen de Taxi Driver hay que buscarlo en la particular depresión que sufría, por aquel entonces, el desconocido guionista Paul Schrader —hoy en día uno de los mejores directores de cine norteamericano, con obras como Mishima (Mishima. A Life in Four Chapters, 1985) y Aflicción (Affliction, 1997)—, tras ser abandonado por su mujer y verse obligado a quedarse sin casa. El camino que recorrió Schrader entre pornografía, alcohol y un anormal gusto por las armas quedó todo plasmado en el guion original de Taxi Driver, del que escribió dos versiones en diez días.
Fue el mismo Schrader quien quiso a Martin Scorsese tras la cámara, el genial realizador italoamericano, conocido por aquel entonces por haber obtenido recientemente un gran éxito comercial con Alicia ya no vive aquí (Alice Doesn’t Live Here Anymore, 1974) y haber realizado un excelente film sobre los aprendices de gángsters de Hell’s Kitchen en Malas calles (Mean Streets, 1973).
Así, tras la intervención de Brian De Palma, que fue el encargado de poner a ambos en contacto, Scorsese aceptó fascinado por el guión de Schrader y se puso en contacto con Robert De Niro, con quien ya había trabajado en Malas calles, que se hallaba en Italia rodando para Bertolucci Novecento (1900, 1976 [1])
De Niro, del que se dice siempre que es un fiel actor del método y yo más bien diría, que él es el método (por lo menos en aquella época), en un descanso del rodaje viajó a Nueva York, se sacó una licencia de taxista y estuvo ejerciendo la profesión durante unos días, para después regresar a Italia a acabar la película con Bertolucci. Una vez integrado De Niro, que recientemente había ganado el Oscar por su magistral interpretación en El padrino II (The Godfather. Part II, 1974. Francis Ford Coppola), el film obtuvo el visto bueno de Columbia Pictures y sus productores Michael y Julia Philips. Para la banda sonora Martin Scorsese luchó por tener a Bernard Herrman, autor de entre otras, Vértigo (Vertigo, 1958. Alfred Hitchcock) y Psicosis (Psycho, 1960. Alfred Hitchcock), frente al rechazo inicial del compositor, que al final acabó accediendo. Lamentablemente para ambos mundos, cine y música, Herrmann moriría la misma noche en la que acabó la partitura, víctima de una enfermedad cardíaca. Su obra póstuma así fue la sensacional composición que realizó para Taxi Driver.
Taxi Driver narra la historia de Travis Bickle (De Niro), un excombatiente de Vietnam, claro antihéroe de los setenta norteamericanos, década triste y amarga, heredera del sueño roto del hippysmo de los sesenta, mutilada por la guerra de Vietnam, invadida por las drogas y los camellos, todo ello anclado en una desesperación silenciosa con tendencia a estallidos de ira en forma de violencia (situación que quedó muy bien reflejado en el film de Dennis Hopper Easy Rider (íd., 1969). De entre toda esta desesperación vivamente retratada por Scorsese, de calles llenas de camellos, chulos, putas y luces de neón con carteles cómo «Fascination», renace la figura del alienado por la sociedad, ese hombre sólo, algo zopenco, incapaz de funcionar en un mundo aparentemente normal, donde él, aislado, sólo hace que alimentar su paranoia, bien circulando por las calles llevando a cualquier tipo de pasajero, bien escribiendo un diario siempre narrado en off, en el que escribe una y otra vez cómo «Llegará una lluvia que se llevará toda esta mierda». Sólo, triste, rechazado… Travis pasa el tiempo libre que no está en el taxi bebiendo, yendo a Salas X y alimentándose con dietas desastrosas, que no hacen más que aislarle más de la sociedad en la que se halla.
La grandeza del personaje de Travis Bickle, es que todos somos o hemos sido alguna vez cómo él, ese sentimiento de rechazo, de soledad, se hizo patente en el público de los setenta, y es lo que mantiene aún hoy viva la película, por que pese a todos sus defectos, la conjunción Schrader-Scorsese-De Niro, entendió lo que significaba ese dolor y así lo representó en imágenes, trasmitiéndolo a un público que se dividía ante la asimilación e identificación y el rechazo, en especial por la violencia exhibida al final del film. No es de extrañar así que en un gesto sentimentaloide de la academia decidiera dar el Óscar a la mejor película al sueño americano hecho realidad en Rocky (íd., 1976. John G.Avildsen) en detrimento del film de Scorsese, así cómo el Óscar a mejor actor póstumamente a Peter Finch por Network, un mundo implacable (Network, 1976. Sidney Lumet), que no a un personaje tan violento como el Travis de DeNiro.
Los films de Schrader, y en especial los que colaboró con Scorsese, cómo la excelente Toro salvaje (Raging Bull, 1980) y la interesante e injustamente condenada La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988), son poseedores de la Trinidad propia de la teología calvinista: Pecado-redención-gracia. Que cómo bien dice Angel Sala en su libro sobre Scorsese La perversión del clasicismo, «Sin embargo el Travis de Taxi Driver no encuentra más que el vacío del primero, el pecado del nihilismo en una sociedad sorda y que no percibe las mermas de su propio destino, la redención a través de la locura, pero no una Gracia que nadie posee en las calles de un Nueva York apocaliptíco».
Así Travis es un claro personaje Schradiano como el de Nick Nolte en Aflicción o el de Willem Dafoe en Posibilidad de escape (Light Sleeper, 1991). El desencadenante de la locura de Travis finalmente será la relación que tiene con dos mujeres. La primera, Betsy (Cybill Sheperd), es la persona que él elige para acercarse a un mundo que no le pertenece, sin embargo, preso de la ignorancia, por un lado, y por otro, con ciertas ganas de arrastrarla hacia su particular submundo, la lleva a una Sala X, donde ella primero, lo encuentra divertido por lo atípico de la situación, y luego lo rechaza, sintiéndose insultada, y saliendo del cine escapándose, literalmente de Travis, que la sujeta por el brazo varias veces, sin lograr entender que es lo que había pasado. Luego Scorsese dibuja perfectamente lo que es y siente Travis, cuando en un plano en el que él esta llamando a Betsy para excusarse, Scorsese desvía el plano hacia un pasillo vacío. Eso es Travis: un gran vacío.
La segunda mujer que se cruza en el camino de Travis es la joven prostituta de doce años Iris (Jodie Foster), que una noche se introduce en su taxi llorando pidiendo que la saque de allí, cuando irrumpe su chulo Sport (Harvey Keitel), y por la fuerza la saca del taxi y se la lleva. Esa situación y su posterior encuentro con ella en una habitación, donde Travis es incapaz de tocar a la chica, tras haber negociado con Sport en una escena divertida y tensa a la vez, fruto de la improvisación entre estos dos monstruos de la interpretación (De Niro-Keitel, que en Malas calles ya compartieron escena y método de actuación, en otra divertida escena en que los personajes de Charlie (Keitel) y Johnny Boy (De Niro) discuten por las deudas de este último), le lleva a entender su función en la vida: Eliminar a la escoria como Sport.
A partir de ahí Taxi Driver se dispara, primero Travis compra un montón de armamento en otra inolvidable escena en la que un pasante ilegal le explica que es lo que hace cada tipo de arma, posteriormente mata a un negro que estaba atracando una tienda y empieza a acosar al candidato a presidente, el senador Pallantine (Leonard Harris) [2]. Scorsese pasa del excelente retrato de espacio suburbano neoyorquino a la trinidad calvinista enunciada arriba, Travis está preparado. Ha hecho flexiones, ha soportado el dolor de la llama del fogón (igual que hacía Charlie en Malas Calles), se ha fabricado una prótesis para sacar una pistola por la manga, ha escrito a sus padres, ha puesto dinero en un sobre para Iris, se ha afeitado la cabeza a lo mohicano (o a lo punk, como se prefiera) y ha estado jugando con el espejo «Are you talking to me?».
La violencia del final del film llevó a cierta gente a tildar el film de fascista y ultraviolento, al igual que sucediera recientemente con El club de la lucha (The Fight Club, 1999. David Fincher), o en su día con La naranja mecánica (A Clockwock Orange, 1971. Stanley Kubrick). Dicha afirmación, además de ser ridícula, deja claro que esta gente no entendió la película. El fin de Travis, tal como él lo veía sólo podía pasar por la catársis, es un ser condenado desde el primer fotograma, su evolución desde que le rechaza la vendedora de palomitas del cine X (interpretada por la primera mujer de De Niro, Diahne Abbot) hasta que el individuo del taxi (interpretado por el propio Scorsese) le confiesa que va a matar a su mujer por que se está acostando con un negro, Travis está condenado. Así tras su fallido intento de matar a Pallantine, en una secuencia claustrofóbica, y sí, violenta, Travis libera a Iris provocando una matanza, pero cuando quiere suicidarse al final de la misma, no encuentra con que hacerlo. Sutil ironía para este sociópata que acabará encumbrado por los periódicos como nuevo héroe tras salvar la vida de Iris, la brutal escena acaba con un escalofriante travelling en picado que desciende lentamente desde la habitación de la matanza a la calle donde ya se aglomera la gente interesada por lo ocurrido. Sin embargo, y cómo refleja el último detalle del film en que Travis mira sobresaltado por el retrovisor por haber creído oír o ver algo, en palabras del propio Scorsese «Travis es una bomba de relojería capaz de estallar en cualquier momento».[3]
Las críticas de la época se dividieron entre acusar la violencia y encumbrar el trabajo de De Niro como actor, en esta tendencia escribió Jack Crollo para «Newsweek»: «… de principio a fin, Taxi driver, pertenece a Robert De Niro, el más notable joven actor de las pantallas norteamericanas. La película se reduce a un grotesco pas à deux entre Travis y la ciudad, y De Niro tiene la misma capacidad para ejecutar este paso que han tenido los más grandes actores de cine, ya sea en forma de allegro, como Cagney, o de largo, como Brando. De Niro controla su cuerpo cómo si fuera una escultura en movimiento.» La realidad es que De Niro está sensacional, dando impresionantes muestras de improvisación, además de la escena con Keitel, las dos situadas en los bares con Betsy y Iris y la charla con el guardaespaldas de Pallantine, así como su conocido y ya mítico duelo frente al espejo. Sin embargo situar sólo la película cómo su logro es un error.
Cómo he dicho al principio, Taxi Driver es fruto de la magia de estos tres hombres (Schrader-De Niro-Scorsese) en una determinada época de sus vidas. Más acertado estuvo Juan Carlos Rentero cuando en el estreno del film en España escribió en el Dirigido por… «Taxi Driver no me parece una película fácil o sencilla, sino todo lo contrario: una durísima prueba de fuego del espectador, un fortísimo alegato, una incómoda película que pueda hacer pensar y que, lo que es más grave, puede llegar al fondo de muchas cuestiones en un momento en que el hombre se pregunta la razón por vivir». Claro que para ser sincero, por mucha admiración que sienta por la revista Dirigido por…, no pudo ser mayor la ceguera del enviado a Cannes, de cuyo nombre no quiero acordarme, de la revista, donde y tras ganar la Palma de oro a la mejor película, escribió sobre ella «A la vista del film quizá hubiera sido preferible que Scorsese hubiera seguido su primitiva inclinación de meterse a cura». Sin comentarios.
[1] Aunque la fecha es posterior a la de Taxi driver eso es debido a que es la fecha de estreno, el cual se realizó dos años más tarde de tener finalizado el rodaje de la película.
[2] Cuando cinco años más tarde John Hickney intentó asesinar a Ronald Reagan, éste aseguró haber visto miles de veces «Taxi driver», y que el atentado lo había hecho para impresionar a la actriz Jodie Foster.
[3] Martin Scorsese por Martin Scorsese. Ed. David Thompson e Ian Christie. Alba Editorial.