La noche del exorcista
En una época donde las secuelas legacy están de moda y en la que estamos viendo el retorno de varias sagas de terror a las salas de cine, le ha llegado el turno a El Exorcista (William Friedkin, 1973), una de las películas del género más queridas. El director David Gordon Green no es nuevo en estos temas, ya en 2018 resucitó con éxito la franquicia Halloween, trayendo de vuelta a Michael Myers en una trilogía que ejercía de secuela directa a La noche de Halloween (John Carpenter, 1978). Siguiendo la misma fórmula, Green recupera la saga de posesiones cincuenta años después de la original ignorando las secuelas, precuelas y la serie que se han hecho desde entonces. Pero el paralelismo no acaba ahí, porque también en este caso el objetivo es crear una trilogía conectada a la película de 1973, aunque solo el tiempo dirá si el proyecto se hará realidad.
Así, al filme no le faltan guiños y referencias, recuperando planos y escenas reminiscentes de la película de Friedkin, como la ventana del segundo piso vista desde la calle o el giro de ciento ochenta grados de la cabeza. Ya en los primeros compases de la película, el protagonista Victor Fielding (Leslie Odom Jr.) dice “Me da mal rollo cuando las personas empiezan a hablar distintos idiomas”. Además, para “curar” a las niñas poseídas se solicitará la ayuda de alguien con experiencia en el tema. Es aquí donde entra Ellen Burstyn retomando el papel Chris MacNeil, la atormentada madre de Regan, la niña que aterrorizó al público en 1973, creando la conexión con la primera película. Sin embargo, debido a la poca relevancia argumental, lo cierto es que esta aparición sirve más como un cameo y no tanto para propiciar la continuidad de la saga, la cual es anecdótica. Más allá de los guiños, El Exorcista: Creyente funciona como una película independiente más que como secuela, y aunque se dejen algunos asuntos en el aire, la historia llega a un final concluyente.
Desde el punto de vista formal, el filme apuesta por mostrar el punto de vista del mencionado Fielding, el padre que hará lo posible por salvar a su hija, Angela Fielding (Lidya Jewet), de la posesión de turno. Tal es así que a lo largo del metraje suceden una gran cantidad de acontecimientos fuera de plano, ya sea para dar algún que otro susto en las escenas de terror o para mantener al espectador tan desinformado como a Fielding. Incluso uno de los momentos clave de la película, el cual pone en marcha todo el argumento, sucede a espaldas del protagonista y será una de las principales incógnitas a las que hará frente. De este modo, la falta de información aumenta y enfatiza la desesperación de Fielding por encontrar respuestas “racionales” a la situación de su hija. Para acentuar aún más esta desesperación, Green aísla a los personajes en la inmensidad de la sociedad urbana, y a pesar de la escabrosa situación en la que se ven, son ignorados por el resto del mundo y se las tienen que apañar por su cuenta. Fielding y compañía están a menudo rodeados de personas absortas en su rutina y sus conversaciones quedan ensordecidas por ruido como el del tráfico, gente hablando o maquinaria de hospital.
Por último, el momento con más fuerza visual es el exorcismo, todo un espectáculo de luces y sonidos escalofriantes con algunas imágenes realmente grotescas. En vez de tratarse de un cura realizando el ritual, en esta ocasión se reúnen un grupo de personas con diferentes creencias cada una, ofreciendo una interesante reflexión sobre la religión y la fe en un intento de actualizar un tema que ya se ha visto infinidad de veces en el cine. Aparte de eso, la película cumple con todos los clichés del género y carece de elementos que lo hagan destacar con respecto a otros filmes. En general, El Exorcista: Creyente tiene ideas interesantes y consigue mantener el espíritu de El Exorcista de 1973, pero sin la fuerza ni el impacto que tuvo esta y acaba siendo una película más de posesiones.